La Hospitalidad es la Estrategia de Desarrollo, Seguridad y Turismo
30 Ago. 2025
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En un mundo donde los destinos compiten no solo por lo que ofrecen, sino por cómo lo ofrecen, la hospitalidad urbana puede ser el factor decisivo
Hay algo más poderoso que solo una gran campaña turística: una ciudad que sabe recibir. Una ciudad que abraza. Que guía, que sonríe, que protege. La hospitalidad no es una casualidad ni un acto aislado de cortesía. Es una estrategia de desarrollo. Es cultura ciudadana convertida en valor económico. Es seguridad hecha experiencia. Y, sobre todo, es una decisión colectiva.
En mi experiencia al frente de organismos civiles y ciudadanos, en la seguridad pública y como promotor del turismo con visión, he aprendido que la hospitalidad urbana no se improvisa. Se construye desde el detalle y con compromiso de todos: Gobiernos, autoridades, comercios, empresas, ciudadanos y visitantes. Es la suma de factores que convierte a una ciudad en un destino inolvidable, y a un viajero en su mejor embajador.
El visitante lo nota todo
Desde el momento en que pisa una terminal, la experiencia comienza. La señalización, el transporte, la accesibilidad, la actitud del primer taxista o agente de tránsito, la limpieza. Nada es menor. Cada calle, cada rostro, cada servicio habla de lo que somos. Y si el mensaje es confuso o contradictorio, el visitante lo nota. Pero si encuentra una ciudad amable y segura, entonces se queda… y regresa.
Las ciudades que se sienten seguras y comprensibles generan confianza, incluso antes de generar ingresos. Y la CONFIANZA es el mejor activo turístico que puede tener un país.
Hospitalidad urbana: La nueva política pública, privada y civil
No basta con que los hoteles y restaurantes sean amables. Se requiere una visión de ciudad hospitalaria. Eso implica:
•Sistemas de transporte integrados, con información multilingüe.
•Personal de atención pública capacitado en trato al turista.
•Accesos universales para personas con discapacidad.
•Rutas seguras, limpias y bien señalizadas.
•Espacios públicos activos y con vida cultural.
La hospitalidad se transforma en turismo, pero también en seguridad ciudadana. Una ciudad que tiene presencia, orden y gente participando, inhibe el delito.
No hay política pública que funcione sin la participación de la sociedad. Una ciudad hospitalaria necesita ciudadanos hospitalarios. Vecinos que orienten con gusto. Comerciantes que vean al visitante como un aliado, no como una carga. Conductores responsables. Policías con vocación de servicio: la hospitalidad es, en esencia, una forma de civismo.
He sido testigo de cómo, en lugares que antes eran considerados “zonas de riesgo”, la organización vecinal, la capacitación cívica y la inversión en espacio público han detonado entornos turísticos exitosos. Porque cuando la comunidad se siente parte de su ciudad, cuida lo propio y lo compartido.
Ciudades como Medellín, que pasó de ser un símbolo de violencia a un modelo de innovación urbana, o Lisboa, que reinventó su oferta turística desde lo local, y otros tantos ejemplos y casos de éxito nos muestran que es posible cambiar la narrativa de un destino con voluntad, compromiso, inversión, preparación, capacitación y estrategia.
México tiene una riqueza inigualable. Pero si no mejoramos la experiencia del visitante en cada punto de contacto. En la atención al detalle —desde el aeropuerto a la banqueta—, no estaremos aprovechando nuestro mayor activo: nuestra gente.
La propuesta es: Crear el índice de hospitalidad urbana
Así como medimos competitividad o percepción de tantos temas, propongo diseñar un Índice de Hospitalidad Urbana. Un sistema que mida no solo servicios turísticos, sino:
•Trato ciudadano.
•Accesibilidad e inclusión.
•Seguridad percibida.
•Participación vecinal.
•Conectividad y orientación.
•Capacidad de resolver imprevistos.
Este índice puede convertirse en una herramienta y referente para que los gobiernos locales, la industria y la sociedad civil trabajen juntos. ¡LO QUE NO SE MIDE, NO SE MEJORA!
En un mundo donde los destinos compiten no solo por lo que ofrecen, sino por cómo lo ofrecen, la hospitalidad urbana puede ser el factor decisivo. Y no se trata de copiar modelos extranjeros, sino de aprender, mejorar y fortalecer lo mejor que ya tenemos: nuestra calidez, nuestro orgullo, nuestro compromiso colectivo.
Una ciudad que abraza no es la que solo recibe turistas, sino la que genera experiencias humanas, relaciones duraderas, oportunidades y progreso.
Hoy y siempre, debemos construir ciudades que se vivan con dignidad, se recorran con seguridad y se recuerden con afecto. Porque los mejores destinos del mundo no son los más caros, sino los más humanos.
Fuente: El Financiero
AFC/RCM





















