“Vamos a terminar con este ejercicio –interrumpió, para comunicar que debía retirarse–, pero aquí quedan los amigos, las amigas, con ustedes”. “¿Saben? Este pequeño ejercicio de decir sus nombres es muy importante, no se olviden de esto, de saber a quién tienen al lado. Es un hombre, una mujer, con distintas posiciones sociales, políticas, religiosas. Cada uno y cada una de nosotros somos distintos, pero todos y todas tenemos los mismos derechos”, enfatizó Pérez Esquivel. “Por eso tenemos que construir una sociedad mejor, para todos y todas. Y no se olviden de esto: todo lo que hacemos, si no es con la fuerza de amar, no tiene sentido. Nos involucramos en situaciones políticas, económicas, nos peleamos, pero la fuerza de amar es lo que da sentido a esto de ser humanos, de reconocernos. Somos distintos, pero todos tenemos los mismos derechos”.
“Les dejo un fraterno abrazo de paz y bien, y les deseo mucha fuerza y esperanza. Y por favor, no se olviden de sonreírle a la vida. El día que le dejan de sonreír a la vida, son seres vencidos. La vida tiene muchas luces y sombras, pero, como dice el proverbio, la noche más oscura es cuando comienza a amanecer”, se despidió Pérez Esquivel, pidiendo disculpas por tener que retirarse.
En la mesa quedaron Pablo Melicchio y Osvaldo Quiroga. El periodista, que ha podido conversar en repetidas oportunidades con el nobel argentino, aseguró que “en el libro está Pérez Esquivel de cuerpo entero” y le preguntó al autor cómo había surgido la idea de escribirlo.
“La idea de Para ser humanos me quedó resonando de cuando me encontré con Adolfo en el SERPAJ [Servicio de Paz y Justicia] para pedirle que prologara mi libro El lado Norita de la vida. Y él me dijo: ‘Yo un prólogo no voy a hacer, voy a hacer una carta abierta’. Estoy leyendo mucho budismo últimamente, y yo lo siento a él como un maestro, como si yo hubiese sido su discípulo, no un psicoanalista, ni un periodista ni un escritor. Adolfo me recibió en su casa todos los viernes durante un semestre, y muchas preguntas él me las hacía a mí. Termina siendo un libro donde, si bien la escucha del psicoanálisis está, escuchar es un acto de amor, de entrega, como lo es el acto de entrevistar. Y acá lo que sucedió es que empecé a escuchar a Adolfo desde un lugar posiblemente de mis inquietudes ideológicas, o desde el psicoanálisis, pero terminó siendo un juego donde caminamos juntos la palabra, como le gusta decir a Adolfo, y se construyó un libro que supera ampliamente lo que yo pensé originalmente”, cerró Melicchio.