La Escritora Irene Vallejo Asegura que los Libros desde los Antepasados Siempre Han Quedado en Manos de las Élites
1 Abr. 2022Redacción/CAMBIO 22
Ciuad de México, 1 de abril.- En el relato de la historia del libro, las grandes ausentes han sido las mujeres, consideró la filóloga española Irene Vallejo, quien habló ayer frente a cientos de personas reunidas en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario sobre la obra que ha provocado un fenómeno creciente de lectura alrededor del mundo: El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo.
La escritora conversó con la coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, Rosa Beltrán; la directora de Libros UNAM, Socorro Venegas; y la directora general de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información de la Universidad, Elsa Margarita Ramírez Leyva, en torno a esta publicación con la que ganó el Premio Nacional de Ensayo de España en 2020.
“En la literatura, en la creación en general, siempre hemos carecido de una tradición: nos faltaban las antepasadas”, señaló la autora. En su texto recupera estas y otras ausencias, al hacer una reconstrucción del devenir del libro a lo largo de 30 siglos.
Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) recordó que, con el nacimiento de la escritura, el libro –fuese sobre rollos de papiro, piel u otro material- quedó en manos de élites del conocimiento y del poder, ostentado principalmente por varones. Mientras tanto, las mujeres quedaron relegadas al territorio de la tradición oral y expulsadas del festín de la lectura.
“Me parecía importantísimo perseguir las huellas de esos silencios, de esas expulsadas, y no sólo mujeres; también hombres que fueron excluidos por su procedencia social, por ser esclavos o por su raza”, dijo la escritora, quien gestó dicha obra durante su estancia en la Universidad Florencia, donde hizo estudios de doctorado en Filología Clásica, como parte de una beca que recibió como doctorante en la Universidad de Zaragoza.
Socorro Venegas destacó cómo El infinito en un junco reivindica el sitio en la historia de Enheduanna, sacerdotisa y poeta mesopotámica del siglo XXIII a.C., quien es la primera persona de que se tiene registro que colocó su nombre debajo de un texto, mil quinientos años antes de Homero, y cuando el canon literario a la única mujer que registró fue a la poeta griega Safo, quien vivió mil quinientos años después.
Vallejo confirmó que la primera obra literaria de autor fue una narración autobiográfica firmada por Enheduanna. “Habla de sí misma, cuenta su experiencia, nos regala la primera metáfora de la creación como un parto de la palabra, es decir, en una clave totalmente femenina: recibe la inspiración de la diosa que engendra la palabra y ella, como poeta, da a luz el poema”.
“Me pareció tan significativo que este personaje tan importante, tan esencial, sea casi ignorado, y hayamos preferido, en cambio, iniciar el relato histórico, la crónica, a partir de Homero, del que apenas sabemos nada, que es un fantasma. Ni siquiera estamos seguros si es una persona o un conjunto, si su nombre es real o un mero apodo; no hay una voz, no existe un yo, y sin embargo hemos decidido que ese es el punto de partida y no una mujer que muchos siglos antes tomó la palabra con plena conciencia”, reflexionó.
Rosa Beltrán señaló la manera en que un mismo libro puede ser interpretado de maneras incluso opuestas en dos momentos distintos de la historia, y cuestionó a la autora sobre el momento en que se dio cuenta de que los libros dependen de la interpretación de sus lectores.
Vallejo respondió que, como estudiante de filología, se dio cuenta que debía enfrentarse a personajes de los textos clásicos que eran presentados bajo un halo de sacralidad. “Se les había cubierto de un aura de excelencia, se les veía con nostalgia y se les estudiaba con una reverencia que me parecía ajena”, refirió. “De ahí nació la necesidad de hacer bajar de su pedestal a estos héroes, conquistadores y emperadores, y preguntarme por ellos como seres humanos”.
De esa necesidad de reescribir su relación con los clásicos surgió, pues, la revisión de la historia de un objeto como el libro que –dice la autora- no es un simple objeto. “Por eso, cuando se queman en hogueras, nos estremecemos. Porque no son libros lo que arde, es algo más: una presencia humana, una posibilidad de comunicación, de belleza; el pensamiento y las emociones de quien lo escribió”.
El infinito en un junco narra una épica del libro en la que éste es una suerte de héroe, pero también -dijo la autora-, su relato destaca el sitio protagónico que han tenido en la historia sus guardianas y guardianes silenciosos: las y los lectores, profesores, bibliotecarios y editores, que son quienes ponen al alcance de las personas estos valiosos “cofres de palabras”.
Consideró que los tiempos han cambiado, como lo muestra su narración, la cual, a partir de la revisión de héroes guerreros como el conquistador Alejandro Magno -quien para ella tendría su máxima obra en la Biblioteca de Alejandría- termina con el relato de unas bibliotecarias a caballo que corren la aventura pacífica de llevar la palabra a rincones a donde los libros no han llegado nunca.
Así destacó la labor de los promotores y mediadores de lectura y de la bibliotecas públicas que, dijo, más allá de ser receptáculos de la memoria, son un lugar en el que se subsanan las desigualdades sociales al atender a quienes carecen de computadora, de internet o de un espacio para trabajar, estudiar o encontrarse a solas. “Las bibliotecas son lugares en los que la gente confía”.
Después de la charla, Irene Vallejo se reunió con cientos de asistentes al encuentro, que guardaron turno en el vestíbulo de la Sala Nezahualcóyotl para que les autografiara un ejemplar de El infinito en un junco, obra que está a la venta libros.unam.mx.
Alrededor de 1150 personas se congregaron para escuchar a la escritora de El infinito en un junco en la Sala Nezahualcóyotl. Irene Vallejo concluyó la firma de ejemplares a las 11 pm, con un total de 600 ejemplares autografiados. Revive la transmisión completa a través del Facebook de TV UNAM.
Fuente: El Independiente
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