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Creí que la fraseología vacía y cruel de López Obrador en las tragedias había quedado en el pasado, que entrábamos como país y sociedad en un momento de realismo y sensibilidad ante la incesante descarga criminal.

Por eso lo de ayer fue una gran desilusión. La presidenta Sheinbaum dándole vueltas a la ejecución de Carlos Manzo en Uruapan (quizá la eliminación de un político que más ha conmovido desde la de Colosio, hace 31 años) para esgrimir que no fue responsabilidad de su gobierno, llamando buitres a los periodistas, cobijándose en el pobre recurso de culpar a quienes dejaron de gobernar casi década y media atrás, proclamando un automático “no habrá impunidad”, tantas veces oído, tantas veces falaz.

Presidenta Sheinbaum condena asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan

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Una reacción difícil de creer, pero ocurrió ayer en Palacio Nacional. Justo tras el ajusticiamiento de un hombre y servidor público de bien. Cuánta frialdad frente al dolor y el horror. Creí que atestiguaríamos la serenidad de una estadista, y la empatía de una mujer. Problema mío por andar creyendo cosas. La verdadera historia, la tragedia, sigue estando en los mexicanos desamparados ante los criminales en un país que no cesa de desangrarse.

redaccion@diariocambio22.mx

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