• La península depende de una única línea de transmisión de 400 kV desde Chiapas, lo que la deja expuesta a apagones masivos ante cualquier falla o sobrecarga.

 

  • El rezago en infraestructura, la corrupción y la falta de inversión mantienen al sureste en condición “insular”, mientras las megaobras energéticas operan a solo 15% de su capacidad.

 

 

Renán Gabriel Castro Hernández/ CAMBIO 22

La Península de Yucatán se encuentra prácticamente aislada del resto del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), en una condición casi “insular”, su limitada conexión con otras regiones significa que depende de una única ruta principal de suministro, una sola línea de transmisión de 400 kV que viene desde Chiapas (alimentada por la hidroeléctrica de Malpaso).

Si esa línea sufre alguna falla o no basta para cubrir la demanda, la región queda expuesta a apagones masivos.

De hecho, “el problema de fondo no es la falta de generación, sino la falta de capacidad para mover la energía”, explicó el ingeniero Ramón Núñez, especialista en infraestructura eléctrica, enfatizando que la debilidad principal está en la transmisión.

Esta vulnerabilidad ya se ha evidenciado, los estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo padecen cortes de luz frecuentes, especialmente en los meses más calurosos cuando el consumo por aire acondicionado se dispara, en julio, por ejemplo, la demanda pico suele sobrecargar el sistema, provocando interrupciones.

Incluso se han registrado fallas notables fuera de temporada, un apagón ocurrido el 24 de marzo de 2024 dejó sin electricidad a 1.3 millones de usuarios en la península, estos eventos subrayan que la infraestructura actual opera sin márgenes de reserva suficientes para garantizar un suministro confiable.

El apagón masivo más reciente y significativo que paralizó a la Península de Yucatán ocurrió el viernes 26 de septiembre de 2025, dejando sin servicio eléctrico a más de 2.2 millones de usuarios de manera simultánea en los estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo.

La interrupción comenzó alrededor de las 14:00 horas, afectando centros urbanos vitales y zonas turísticas clave como Mérida, Cancún, Playa del Carmen y Chetumal. El Centro Nacional de Control de Energía (CENACE) y la CFE atribuyeron la falla a un desperfecto en una línea de transmisión de alta tensión en el sureste.

Crecimiento de la demanda e infraestructura rezagada

El consumo eléctrico en Yucatán ha crecido aceleradamente en años recientes, impulsado por el desarrollo industrial, el auge turístico y el aumento poblacional. Según el Programa de Desarrollo del SEN 2024-2038, la península registró un incremento de 10.2% en la demanda de energía, el más alto del país.

Las causas incluyen el crecimiento demográfico la población regional ya supera los 5.2 millones (4.1% del total nacional) y el repunte del turismo, que aumentó 7.8% recientemente.

Proyectos federales como el Tren Maya y el nuevo aeropuerto de Tulum también añaden carga significativa a la red regional, tan solo la entrada en operación de estas mega-obras eleva la demanda peninsular a alrededor de 3,175 MW, mientras la capacidad de generación local efectiva es de apenas 1,837 MW, creando un déficit de aproximadamente 1,338 MW que debe importarse de otras zonas.

El problema es que la infraestructura de transmisión y distribución no ha crecido al compás de esta demanda, gran parte de la red fue diseñada para un Yucatán mucho más pequeño y hoy opera al límite de su capacidad. Especialistas advierten que en Yucatán “trabajamos con transformadores saturados, líneas de alta tensión obsoletas y un sistema de distribución que no fue diseñado para el crecimiento urbano actual”.

La falta de inversión en nuevas líneas de transmisión es notoria, aunque se realizaron 53 obras eléctricas (11 líneas y 42 subestaciones) para proveer energía al Tren Maya y otros desarrollos, quedó pendiente la construcción de una nueva “carretera” de transmisión que sirviera de ruta alterna a la única línea existente desde Malpaso.

En otras palabras, no se creó la redundancia necesaria para asegurar el flujo eléctrico hacia la península.

A la par de las obras de transmisión inconclusas, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha concentrado buena parte de sus recursos en proyectos de infraestructura energética de alto costo, como el nuevo Gasoducto Puerta al Sureste, una obra valorada en más de 4 mil millones de dólares, impulsada bajo la dirección de Manuel Bartlett Díaz, este megaproyecto busca garantizar el suministro de gas natural para alimentar las centrales eléctricas de la Península de Yucatán y reducir la dependencia de combustibles más caros y contaminantes.

Sin embargo, especialistas advierten que la apuesta prioritaria por el gasoducto no resuelve el problema estructural del sistema eléctrico en la región, la falta de una red de transmisión moderna y redundante sigue siendo el punto más vulnerable del suministro energético hacia el sureste del país, donde un solo fallo en la línea de Malpaso puede dejar sin energía a millones de usuarios.

En términos técnicos, la energía generada en las centrales viaja a través de las líneas de transmisión hacia las subestaciones, donde el voltaje se reduce para integrarse a la Red General de Distribución (RGD), desde ahí, la electricidad se ramifica mediante subestaciones de distribución, redes de media tensión y transformadores que finalmente abastecen hogares, comercios e industrias.

La falta de nuevas rutas de transmisión significa que todo el sistema depende prácticamente de una sola “carretera eléctrica”, sin vías alternas que garanticen continuidad ante una sobrecarga o interrupción. Este déficit se traduce en una vulnerabilidad crítica frente a fenómenos naturales, fallas técnicas o sabotajes, que podrían generar apagones generalizados en la Península.

De acuerdo con ingenieros eléctricos consultados, mientras no se construya una segunda línea de transmisión desde Malpaso hasta la Península, los riesgos de interrupción seguirán latentes, el gasoducto podría asegurar el abasto de combustible, pero sin una infraestructura de transmisión robusta, la energía simplemente no podrá distribuirse de manera eficiente.

En ese sentido, los expertos coinciden en que el verdadero desafío para el sureste mexicano no es la generación de energía, sino su transporte, la península necesita inversiones equilibradas entre gas, transmisión y distribución, capaces de sostener el crecimiento industrial y turístico que demanda mayor consumo eléctrico año con año.

Esta situación deja a Yucatán rezagada en infraestructura, volviéndola especialmente vulnerable ante cualquier pico de consumo debido a las altas temperaturas ambientales o cualquier contingencia en el sistema.

Proyectos y soluciones planteadas

Frente a este panorama crítico, expertos y autoridades locales señalan la urgencia de modernizar la red eléctrica yucateca a la brevedad.

El ingeniero Ramón Núñez y otros especialistas proponen una estrategia integral que ataque tanto el rezago en transmisión como la dependencia de combustibles fósiles, entre las soluciones prioritarias para Yucatán destacan:

Parques solares a gran escala: Aprovechar el excepcional recurso solar de la región mediante plantas fotovoltaicas de alto volumen, la radiación solar en Yucatán es de las más altas del país, lo que permitiría generar grandes cantidades de energía limpia durante el día.

Tecnología eólica costera: Desplegar parques eólicos en la costa yucateca, donde existen vientos marinos estables y constantes. La brisa litoral podría sustentar generadores eólicos que produzcan energía sobre todo en horarios vespertinos y nocturnos, complementando a la solar.

Micro-redes con almacenamiento: Desarrollar microgrids locales con baterías de respaldo, especialmente para sitios críticos. Estas micro-redes podrían operar de forma aislada cuando falle el suministro principal, garantizando electricidad en hospitales, sistemas de agua, telecomunicaciones y otros servicios esenciales. Por ejemplo, un hospital con paneles solares y baterías podría seguir operando durante una interrupción general, evitando tragedias durante emergencias.

Generación distribuida en techos: Impulsar la instalación de paneles solares en viviendas, comercios y edificios públicos a lo largo de la Península. Esta generación distribuida no solo aporta energía adicional cercana al consumo (reduciendo pérdidas en transporte), sino que actúa como respaldo comunitario en caso de fallas de la red principal, además de disminuir la factura eléctrica de los usuarios.

El gasoducto Puerta al Sureste, diseñado para abastecer de gas natural a la Península de Yucatán, comenzó operaciones en mayo pasado, pero actualmente funciona a apenas el 15% de su capacidad, debido a la falta de interconexiones que permitan transportar el combustible hacia los centros de consumo.

La obra, valuada en más de $3,900 millones de dólares, incluye un tramo de 70 kilómetros que va desde Dos Bocas, Tabasco, hasta el complejo procesador de gas Cactus, en Chiapas, además de la ampliación del ducto Mayakán, con 700 kilómetros de longitud que atraviesan Chiapas, Campeche y Yucatán.

Sin embargo, sin la infraestructura complementaria, el gas no puede llegar a la península, lo que convierte al proyecto en otra megaobra emblemática de la 4T, costosa, pero inoperante, si el sistema funcionara plenamente, podría contribuir a una generación eléctrica más estable, aunque para lograrlo sería indispensable modernizar el resto del entramado eléctrico, desde las líneas de transmisión de alta tensión hasta las subestaciones reductoras que alimentan la Red General de Distribución (RGD), las cuales siguen rezagadas y saturadas frente a la creciente demanda regional.

Según la Asociación Mexicana de Energía Renovable y Medio Ambiente (AMER) y otros expertos, combinando estas medidas Yucatán podría cubrir buena parte del aumento de la demanda sin comprometer la sostenibilidad ambiental. Es decir, las energías renovables no solo servirían para alcanzar el equilibrio entre oferta y demanda, sino que lo harían reduciendo emisiones y aprovechando recursos locales abundantes (sol y viento) en lugar de depender del combustóleo o diésel que históricamente alimentan las plantas de la zona.

Energía limpia como elemento de seguridad

Más allá de los beneficios ambientales, la adopción de energías limpias y la descentralización de la generación eléctrica se consideran ahora un tema de seguridad energética para Yucatán.

Los recientes eventos climáticos extremos desde huracanes que dañan líneas hasta olas de calor que disparan el consumo han puesto a prueba la resistencia del sistema.

En este contexto, disponer de fuentes locales resilientes se vuelve vital, la posibilidad de tener micro-redes y sistemas fotovoltaicos con baterías en puntos estratégicos significa que, ante un apagón generalizado, partes de la comunidad podrían seguir operando de manera aislada, como señaló el ingeniero Núñez, un hospital o centro de emergencia equipado con su propia fuente renovable y almacenamiento “no solamente reduce emisiones, [sino que] salva vidas durante emergencias”.

La descentralización también reduce la carga sobre las líneas de transmisión principales, si miles de hogares y comercios generan parte de su electricidad, se libera capacidad en las líneas de alta tensión y se disminuye la probabilidad de saturación.

Además, después de un evento catastrófico, la generación distribuida puede acelerar la recuperación al restablecer más rápidamente el suministro en cada localidad. En suma, las fuentes limpias solar, eólica y almacenamiento aportan flexibilidad y robustez a un sistema eléctrico que actualmente adolece de puntos críticos únicos.

A pesar de las recomendaciones de expertos y del potencial de Yucatán para liderar en renovables (dada su abundante radiación solar, vientos costeros estables y capital humano calificado), la política energética actual parece estar priorizando soluciones convencionales.

Se estima que para 2026 la mayor parte de los recursos públicos en el sector eléctrico se destinarán a proyectos de hidrocarburos y a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), mientras que las energías limpias recibirán menos del 1% del presupuesto total. Esta proporción, según el ingeniero Núñez, “refleja una visión de corto plazo” que deja de lado la transición sustentable. En lugar de invertir fuertemente en infraestructura de transmisión y en renovables para la península, se están canalizando fondos a refinerías, producción de gas y plantas fósiles.

De hecho, el gobierno ha apostado por aumentar la generación local mediante plantas termoeléctricas a gas natural. Durante el sexenio pasado se contrató la construcción de dos centrales de ciclo combinado Mérida IV y Valladolid III, con capacidad conjunta de 1,530 MW para subsanar el déficit de generación en la península. Sin embargo, estos proyectos se han retrasado.

No entrarán en operación sino hasta 2027, ya que dependen de la ampliación del gasoducto Mayakán para recibir suficiente gas natural, la empresa francesa Engie invierte $2,000 millones de dólares en extender dicho ducto (de 250 a 567 millones de pies cúbicos diarios de capacidad), pero mientras tanto esas plantas nuevas no pueden arrancar.

Irónicamente, aun cuando entren en servicio y alivien la falta de generación, Yucatán seguiría vulnerable si no existe una segunda línea de transmisión que la conecte al resto del país. En otras palabras, la estrategia basada casi exclusivamente en proyectos de CFE e hidrocarburos puede resolver parte del problema en el mediano plazo, pero no atiende la fragilidad estructural inmediata ni la resiliencia a largo plazo que brindarían las energías limpias distribuidas.

La obsolescencia de la red eléctrica en Yucatán representa un desafío impostergable, la península se encuentra en una carrera contrarreloj para fortalecer su infraestructura eléctrica antes de que ocurra un apagón catastrófico o que las deficiencias en el suministro frenen su desarrollo económico, sobre el papel, Yucatán tiene todo para superar esta crisis y convertirse en ejemplo nacional de transición energética, aprovechando su sol y viento privilegiados.

En la práctica, no obstante, se requiere un cambio de enfoque decidido, es indispensable diversificar las fuentes de generación e invertir en la red de transmisión, creando redundancias que eliminen la condición insular de la península. Al mismo tiempo, promover la participación de la iniciativa privada y local en proyectos renovables ayudaría a inyectar capital y rapidez a las soluciones.

En resumen, el destino energético de Yucatán pende de decisiones presentes, la modernización del sistema eléctrico debe acelerarse con una visión de largo plazo, esto implica que la planificación tenga continuidad sexenal (más allá de los gobiernos de turno) y que exista la voluntad política para impulsar las energías limpias y la infraestructura asociada de forma sostenida, solo así se podrá garantizar un suministro eléctrico confiable, sustentable y seguro para los yucatecos.

De lo contrario, la península seguirá operando al filo del apagón, con todos los riesgos económicos y sociales que ello conlleva, las soluciones están identificadas; lo que falta es dejar a un lado la corrupción

 

Si no, Al Tiempo…

 

Con información del Sistema de Noticias CAMBIO 22

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