“La Barredora” en Mérida; Tabasqueños y Yucatecos Lavando Dinero en Yucatán
20 Sep. 2025
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Miguel Sánchez Ficachi: La conexión Mérida de “La Barredora” de Tabasco
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Mérida: la ciudad blanca que esconde manchas negras
Alfredo Griz /CAMBIO 22
Mérida se vende como un paraíso de seguridad, una tierra donde los delitos no rebasan las páginas interiores de los diarios. Pero bajo ese discurso, la capital yucateca se ha convertido en refugio de empresarios oscuros, políticos en desgracia y dinero sucio que llega en maletas, cajas o avionetas.
El último capítulo de este guion lo protagoniza un nombre que, hasta ahora, solo figuraba en revistas de sociales y expedientes judiciales menores: Miguel Antonio Sánchez Ficachi y Moguel.

Un testigo protegido lo ha puesto en el centro del huracán, acusándolo de haber recibido 40 millones de pesos en efectivo provenientes de Tabasco, trasladados en avionetas privadas, entregados en su pent-house del Country Town de Mérida, en el piso 20 del segundo edificio.

El dinero, asegura el testigo, no era para guardar en colchones. Era capital negro invertido en construcciones, proyectos inmobiliarios y casas de lujo, blanqueado en una ciudad donde el ladrillo se convierte en la forma más sofisticada de lavar millones.
El Testigo Incómodo: “CTDR”
El hombre que destapó la cloaca es identificado en documentos como CTDR, aunque detrás de las siglas se esconde un nombre completo: Carlos Tomás Díaz Rodríguez, alias “El 12” o “Lic. Tomás”.
Fue detenido en enero en Puebla, tras haberse refugiado en Yucatán. En su testimonio, reconstruyó con precisión quirúrgica cómo funcionaba la red de Hernán Bermúdez Requena, alias El Abuelo” o “El Munra”.

“CTDR” relató que él mismo trasladaba dinero en avionetas privadas, vuelos cortos entre Tabasco y Mérida, con cargamentos de dos a tres millones de pesos cada vez. En total, sumaron cuarenta millones.
Las entregas eran siempre en el mismo sitio: Country Town, un complejo exclusivo al norte de Mérida, símbolo de lujo y discreción. Allí, el receptor era un empresario hotelero tabasqueño avecindado en Yucatán: Miguel Sánchez Ficachi.
El testigo no se limita a señalarlo como receptor. Lo coloca como amigo personal de Bermúdez Requena y parte del engranaje que permitió blanquear millones en el sureste.
Hernán Bermúdez Requena: el “Abuelo” que mandaba más que un gobernador

Para entender el flujo del dinero, hay que poner el foco en Hernán Bermúdez Requena, operador político y criminal a partes iguales.
Originario de Yucatán, Bermúdez construyó su poder en Tabasco, donde tejió una red que abarcaba desde huachicoleros hasta operadores electorales.
En 2018, cuando Adán Augusto López Hernández buscaba la gubernatura de Tabasco, Bermúdez se convirtió en su mano derecha. Fue él quien movió estructuras, negoció con criminales locales y garantizó que la elección no se desbordara en violencia.
El testigo protegido asegura que Bermúdez incluso buscó a “El Pelón de Playa”, un líder criminal de la zona, para pactar “tranquilidad” el día de las elecciones. No se trataba de ganar en las urnas solamente, sino de garantizar que la maquinaria del miedo no estallara.

Tras el triunfo electoral, Bermúdez fue recompensado: asumió la dirección de la Policía de Investigación de la Fiscalía de Tabasco, un puesto estratégico que le permitió infiltrar a operadores como Ulises Pinto Madera, alias “El Mamado”, quien abrió la puerta al control del huachicol, el gas LP y el narcomenudeo desde el interior de la institución.
Desde esa posición, Bermúdez no solo tenía acceso a expedientes y operativos, también manejaba el flujo de efectivo que luego se enviaba en avionetas a Mérida.
Miguel Sánchez Ficachi: el empresario de sonrisa socialité
En las páginas de sociales de Mérida, Sánchez Ficachi aparece como un hombre correcto, invitado a celebraciones familiares, padrino de eventos culturales, anfitrión de cenas elegantes. Su apellido suele acompañarse de palabras como “emprendedor” o “empresario hotelero”.

Pero bajo esa fachada, el testimonio de CTDR lo pinta como banquero del crimen organizado tabasqueño.
Los billetes llegaban en maletas, subían hasta el piso 20 y se entregaban sin testigos. Después, se diluían en construcciones, proyectos residenciales y negocios turísticos.
Ficachi, originario de Tabasco, no rompió nunca el cordón umbilical con su tierra natal. Documentos y registros lo ubican en eventos públicos junto a Adán Augusto López Hernández cuando este fue gobernador, consolidando una relación que hoy nadie quiere recordar.
Incluso, su nombre figura en la causa penal 1059/2020, en el Juzgado Segundo de Distrito en Mérida. Aunque el caso no giraba en torno al crimen organizado, prueba que Ficachi no era un desconocido para los tribunales.
El problema es que en México los empresarios rara vez caen. El sistema judicial persigue sicarios, operadores menores, mulas del narco, pero pocas veces pone la lupa en quienes reciben millones en un penthouse con vista a la ciudad.
Adán Augusto López Hernández: el silencio como estrategia
El testimonio de CTDR no solo compromete a Ficachi y Bermúdez, también golpea directamente a Adán Augusto López Hernández.

El hoy senador insiste en que no tuvo vínculos con Bermúdez Requena ni relación alguna con el huachicol. Pero los dichos del testigo lo contradicen: en 2018, fue él quien pidió a Bermúdez coordinar la logística de su campaña.
El silencio de Adán Augusto se ha convertido en su mejor defensa. Ni confirma ni niega con contundencia, se limita a declarar que “no hay relación”. Mientras tanto, el testimonio de CTDR lo sitúa como beneficiario indirecto de una red que combinó política, crimen organizado y dinero sucio.
La ruta del dinero
El rompecabezas del dinero sucio, armado con las declaraciones de “CTDR”, queda así: Tabasco: cuna del efectivo, generado por actividades de huachicol, narcomenudeo y gas LP bajo la sombra de Bermúdez Requena.
Aeronaves privadas: el puente aéreo, con cargamentos de 2 a 3 millones por viaje.
Mérida: destino final, donde el dinero era recibido por Miguel Sánchez Ficachi y blanqueado en proyectos inmobiliarios.
Política federal: el paraguas político, con Adán Augusto López Hernández como jefe de campaña y luego gobernador, bajo cuya sombra se tejió todo este entramado.
La pregunta que arde
Si en efecto hubo 40 millones de pesos trasladados en avionetas privadas y entregados en Mérida, ¿por qué no hay investigaciones abiertas contra Sánchez Ficachi? ¿Por qué Bermúdez Requena, pese a su historial, fue protegido durante años? ¿Por qué Adán Augusto guarda silencio?
La respuesta se asoma en el espejo de la política mexicana: porque los que mueven el dinero no suelen caer. Caen los que lo cargan, los que lo trasladan, los que lo cuentan. Los que sonríen en los cocteles y aparecen en las portadas sociales suelen salir ilesos.
Mérida, la “ciudad blanca”, vuelve a mancharse. Solo que esta vez no con sangre en las calles, sino con millones de pesos guardados en pent-houses, invertidos en ladrillos, disfrazados de progreso.
Con Datos del Sistema de Notícias CAMBIO 22
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