Judíos en la Edad Media, De la Exclusión a la Tragedia
2 Jun. 2024
-
La historia de los judíos de Europa entre los siglos XI y XV es la de la lenta asfixia de unas comunidades que fueron odiadas, atacadas y expulsadas por sus vecinos cristianos, tanto por razones religiosas como por la animadversión que generaba su actividad económica.
Redacción/CAMBIO22
Cuando el papa Urbano II llamó a la primera cruzada contra los infieles en Tierra Santa, acabó la vida relativamente tranquila y próspera que los judíos europeos habían llevado hasta entonces. Los cruzados, impulsados por el espíritu combativo y los deseos de venganza, empezaron a divulgar la idea de que antes de marchar a Oriente había que acabar con los infieles más próximos: los judíos. Según se decía, ellos eran los responsables de la muerte de Cristo. Esta terrible e injusta acusación, que ya se planteó en los inicios del cristianismo, sería utilizada como detonante de la violencia contra los judíos en muchos momentos de la historia.
Corría el año 1096. Los primeros ataques se desataron en Ruán, pero se extendieron rápidamente por las poblaciones del valle del Rin, donde miles de judíos perecieron de forma brutal a manos de los guerreros cristianos.
Los líderes de las comunidades judías recurrieron al emperador Enrique IV y pidieron su protección, así como la de los obispos y otros señores importantes, a cambio de entregarles fuertes sumas de dinero.

Los obispos consiguieron defender a los judíos en algunas ciudades como Espira o Colonia, pero no en todas: el arzobispo de Maguncia, que había intentado protegerlos, tuvo que huir de los cruzados para salvar su vida. También hubo judíos que, como sucedió en Maguncia o Worms, se suicidaron para evitar que los pudieran obligar a convertirse al cristianismo. Otros, en cambio, prefirieron salvar su vida y entregarse a las aguas del bautismo.
Pronto se demostró que las conversiones llevadas a cabo bajo tales presiones eran poco efectivas, y el propio Enrique IV permitió a los judíos que regresaran a su religión, lo que provocó las protestas del papa. La actitud del emperador facilitó la recuperación de las comunidades judías, que poco a poco fueron retomando sus ocupaciones habituales, de las que el comercio era la más importante.

LAS DENUNCIAS DE LA IGLESIA
A partir del siglo XII se produjo un cambio importante en la vida de los judíos de Europa Central. Los cristianos adquirieron mayor protagonismo en el comercio, y los judíos quedaron relegados a dedicarse casi exclusivamente a una ocupación: el préstamo de dinero. Las circunstancias les resultaban favorables, pues la Iglesia prohibía a los cristianos prestar dinero con interés, lo que consideraba usura –un grave pecado–. Además, los trágicos sucesos que acompañaron a la primera cruzada ofrecieron a los judíos una lección: si se avecinaba algún peligro era conveniente disponer de bienes que se pudieran transportar fácilmente en caso de huida, como el oro y la plata.

Los judíos que se dedicaron a prestar dinero proporcionaron enormes beneficios económicos a los gobernantes cristianos, que les cargaban con fuertes impuestos y que, cuando consideraban que no estaban cumpliendo con sus deberes, se aprovechaban de ellos confiscándoles sus bienes. Por otro lado, esta actividad acarreó a los judíos el odio de las masas populares. La Iglesia aprovechó la situación para condenar los abusos de los judíos en sus sermones, y monjes y predicadores se desplazaban de pueblo en pueblo desprestigiándolos y acusándoles de extorsionar a los pobres.
Los judíos que se dedicaron a prestar dinero proporcionaron enormes beneficios económicos a los gobernantes cristianos, que les cargaban con fuertes impuestos.
Ante las denuncias de excesos cometidos por los prestamistas, los reyes y gobernantes locales empezaron a controlar y regular las actividades financieras de los judíos, amenazando a quienes cometieran abusos y fijando límites a la tasa de interés que podían cobrar, que con frecuencia llegaba al 33 por ciento.
Hacia 1230 comenzó en círculos eclesiásticos de Francia una campaña para acabar con la actividad de los judíos como prestamistas. El dominico Raimundo de Peñafort declaró que había que prohibirles el cobro de intereses por los préstamos y que incluso debían devolver las cantidades obtenidas hasta entonces por este concepto.

Por su parte, en 1275, el rey Eduardo I de Inglaterra publicó una “ley sobre el judaísmo” en la que prohibía categóricamente la práctica de la usura. Pero los monarcas europeos no tardaron mucho en darse cuenta de que las medidas contra los préstamos de los judíos disminuían la entrada de ingresos en las arcas reales, por lo que muy pronto estas disposiciones dejaron de ser efectivas.
La presión de la Iglesia a los judíos se acrecentó a partir del siglo XIII. Franciscanos y dominicos, que habían iniciado su lucha contra las herejías cristianas, metieron a los judíos en el mismo saco y les acusaron de pervertir el verdadero sentido del Antiguo Testamento. También insistían en la pérfida obstinación de los judíos por no querer ver el cumplimiento de la doctrina que ellos mismos custodiaban: la llegada de un Mesías salvador.
Fuente: National Geograpic
redaccionqroo@diariocambio22.mx
EMP





















