• Es verdad que ver a dos mujeres en la boleta electoral para la presidencia es un logro que quizás nuestras abuelas nunca imaginaron. Lo que no es cierto es que con Claudia ganaron los feminismos. Creo que cualquier persona candidata del partido en el poder hubiera arrasado como ella lo hizo.

     

 

/ CAMBIO 22

Por primera vez en la historia México tendrá una presidenta. Estas fueron las palabras que más escuché este domingo mientras no dejaba de sentir culpa por no haber votado por ninguna de las candidatas, y por no sentir la emoción que se esperaba al ver cómo los feminismos habíamos logrado, al fin, hacer esas grietas al sistema y ocupar el máximo cargo político.

Compartí este sentimiento con una de mis mejores amigas feministas, con quien siempre nos arruinamos la vida analizando todo desde el género. Ambas nos encontramos frente a varios sentimientos de múltiples tonalidades, sin que la exaltación con la que celebraron muchas de las mujeres a las que admiramos, tuviera un lugar protagónico. En cambio, nos enfrentamos a sensaciones contrastantes, entre la expectativa, la inquietud, el estupor, experimentamos como lo describió Rita, “cruda moral post elecciones” de abrir paso a la reflexión y la mirada crítica de un acontecimiento tan relevante como la llegada de la primera mujer a la presidencia, por encima de un gozo contundente.

Es verdad que ver a dos mujeres en la boleta electoral para la presidencia es un logro que quizás nuestras abuelas nunca imaginaron. Es verdad que, simbólicamente, tener a una mujer como presidenta tiene un peso significativo en el imaginario colectivo, especialmente para niñas y niños. Es verdad que esto es resultado de la lucha sufragista de muchas mujeres que nos abrieron camino para tener el derecho al voto y ser votadas. Es verdad que este es un gran paso en la lucha por los derechos de las mujeres y es cierto que representa un cambio histórico.

Lo que no es cierto es que con Claudia ganaron los feminismos. Creo que cualquier persona candidata del partido en el poder hubiera arrasado como ella lo hizo. Claudia no ganó porque el electorado quiso elegir a una mujer, y menos porque ella representara las demandas y necesidades que los diversos feminismos hemos venido exigiendo en los últimos años. Ganó un proyecto de gobierno. Un proyecto que nunca entendió ni quiso entender a las feministas.

Que se alejó cada vez más del movimiento y que cada 8 de marzo puso vallas para, de manera simbólica y física, decirnos que no teníamos cabida. Ganó un proyecto que no destinó recursos para programas contra la violencia de género y que no quiso aprobar un sistema nacional de cuidados ni licencias de paternidad por el costo que implicaba. Ganó un aparato político autoritario que defiende estrategias punitivitas representado por una candidata, replicando lo que, desde los feminismos, hemos tratado de cambiar. Eso ganó. Y eso, para mí, no representa a los feminismos ni un proyecto que impulse la igualdad de género.

En mi primera columna para La-Lista hablé de lo importante que es la representación. Sí, la representación es transcendental. En eso hemos avanzado, pero no en el discurso que la nueva presidenta ha mantenido. La candidata dijo que no llegó sola, sino que llegamos todas; lo dijo frente a Macedonio, lo dijo desde de las represiones que había ordenado en las marchas feministas, lo dijo sin poder pronunciar la palabra aborto en todos los debates, lo dijo desde un partido político que ha replicado dinámicas de poder patriarcales, autoritarias y antidemocráticas, lo dijo aprovechándose de un momento en que las mujeres y los feminismos han sido los principales opositores de su partido y ella no ha intentado entenderlo ni abrir puertas.

Para mí, el que Claudia haya ganado la presidencia no representa un cambio transformador ni asegura que la agenda de género esté presente. Por el contrario, me hace reflexionar sobre los discursos supuestamente feministas que están encontrando cabida en las altas esferas del poder. Ni Xóchitl ni Claudia pudieron articular una narrativa feminista progresista durante sus campañas, cuidando incluso, no parecer demasiado feministas.

Me encantaría estar siendo demasiado pesimista. Me encantaría que Claudia resulte ser la mujer que algunos medios describen. Me encantaría ver cómo rompe las dinámicas del sistema político que la llevó a la presidencia y, en algún tiempo, me encantaría ver cómo me equivoqué.

Para mí, ganó la candidata del partido en el poder, no los feminismos, al menos, aquellos de los que yo estoy cerca y que me representan.

 

 

Fuente: La Lista

redaccion@diariocambio22.mx

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