Festival de Cine de San Sebastián: ‘Cónclave’, Algo Huele a Podrido en el Vaticano: Confabulaciones y Corruptelas en la Elección del Papa
23 Sep. 2024
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Tras ‘Sin novedad en el frente’, película ganadora de cuatro Óscar, el alemán Edward Berger regresa con una intriga vaticana vibrante
Redacción/ CAMBIO22
Proponía Paolo Sorrentino en su The Young Pope (2016) que la gran baza de la Iglesia católica es el misterio. Su Pío XIII en el balcón de San Pedro, de espaldas al mundo, inaccesible y semioculto, se alejaba así de Lenny Belardo, su dimensión humana, y se acercaba a Dios. “¿Quién es el escritor más importante de los últimos tiempos?”, pregunta el personaje interpretado por Jude Law. “Salinger”, responde. “¿Cuál es el grupo de pop más importante?”, incide. “Daft Punk”. “¿Y cuál es el artista más importante? Banksy. ¿Y qué tienen todos ellos en común? No hay imágenes de ninguno de ellos, nadie sabe qué cara tienen”. El diccionario de la Real Academia describe el misterio así: “En la religión cristiana, cosa inaccesible a la razón y que debe ser objeto de fe”. La estructura primordial de cualquier religión radica en la oposición de lo sagrado frente a lo profano.
El director alemán Edward Berger se ha propuesto en Cónclave, película que compite en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, desvelar el secreto del Vaticano: está construido a base de personas de carne y hueso, ambiciosas, débiles, corruptas; humanas, al fin y al cabo. Berger se adentra en los pasillos pontificales y vuelve su cámara hacia la intersección de lo divino y lo humano, donde Dios y el hombre se cruzan: la figura del Papa. Con un pulso vibrante y una mirada irónica, Berger construye un thriller en torno a la elección del portavoz del Altísimo en la tierra, un ritual que parece tener más de intrigas políticas que de designio sobrenatural.

“El Papa ha muerto. El trono está vacante”. Así y a ritmo de contrabajo arranca Cónclave, con el cuerpo enfermo del pontífice entrando en una bolsa de plástico y sufriendo los baches y los vaivenes en el interior de una ambulancia. Al cardenal Lawrence (un Ralph Fiennes que regresa al mundo de los vivos) le encomiendan la organización del cónclave que elegirá al nuevo papa. Y al Palacio Papal llegan los cardenales de todas las partes del mundo, muchos de ellos dispuestos a convertirse en el nuevo pontífice. Ya la presentación de Berger subraya el carácter falible de los prelados: unos fuman —¡y tiran las colillas al suelo!— y otros miran la pantalla de sus móviles.
Como ya demostró en Sin novedad en el frente, película ganadora de cuatro Óscar, a Berger le interesa la uniformidad, el ritual, sus detalles y sus contradicciones. Pero en esta ocasión la solemnidad deja paso a un thriller bufo disfrutable y pasado de vueltas que no esconde su vocación populachera. La desacralización del misterio y el conventilleo sostienen esta fantasía curil que abandona poco a poco la verosimilitud en favor del divertimento y que acaba con un gran golpe de efecto que provoca entre el estupor y la risa. Pero qué bien viene reírse de los temas serios. Otra forma de desacralización.
Cónclave adapta el bestseller homónimo del escritor británico Robert Harris, especializado en novelas de confabulaciones políticas, ya sea en la Antigua Roma, en la Alemania nazi o en la Inglaterra contemporánea. Literatura para llevarse a la playa, disfrutona pero con mimbres de cierto rigor: Harris trabajó durante muchos años como cronista político en medios como The Observer.

Cónclave toma el punto de vista del cardenal Lawrence, amigo cercano del papa fallecido, la mesura, la razón y la entrega. Lawrence coordina el encierro de los cardenales, que no pueden tener contacto con el exterior hasta que designen al sucesor, cuando descubre los primeros indicios de que no todo está en orden dentro del Vaticano y que puede que, en la sombra, se haya montado una confabulación para hacerse con el poder. Por un lado, se encuentran los curas reformistas que pretenden orear una institución cuya fuerza radica en la tradición y el inmovilismo; por otro los cardenales que, ante la pérdida de autoridad de la Iglesia, abogan por volver a tiempos más oscuros y rígidos, a la misa en latín y, si fuera necesario, a las cruzadas.
Están los que hablan de entrega a Dios desde su poltrona y sus privilegios, están los curas africanos, los ingleses y los latinos, camarillas estancas con su propia agenda política. Y luego está el Benítez (Carlos Diehz), nombrado por el anterior Papa cardenal in pectore —es decir, secretamente—, prelado mexicano de la diócesis de Kabul, en el territorio a evangelizar más inhóspito e imaginable. John Litgow, Stanley Tucci y Lucian Msamati son algunas de las caras bajo los solideos cardenalicios. Y entre ellas destaca la del actor y director Sergio Castellitto, enorme en el papel del ambicioso y siniestro Tedeschi. Isabella Rossellini es la hermana Agnes, la representación de las mujeres sin voz ni voto, limitadas a servir a Dios. Y a los hombres.

El humor y el suspense empujan una trama conspirativa en la que todos los cardenales ocultan sus pequeños —o grandes secretos—, sus fallas, sus carnes corruptas escondidas bajo la sotana. Cónclave está llamada a ser una de las películas de año, una propuesta sofisticada y autoral que eleva un material accesible y pensado para un público masivo, la perfecta intersección entre lo solemne y lo folclórico, de nuevo, entre lo sagrado y lo profano.
Fuente: El Confidencial
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