Redacción/CAMBIO 22

Ciudad de México. Desde hace medio siglo no se organizaba una exposición del escultor rumano Constantin Brâncuși (1876-1957) en su país natal. El retorno a casa simbólico de quien se considera pionero del arte moderno se da en forma de Brâncuși: Romanian sources and universal perspectives (Brâncuși: Fuentes rumanas y perspectivas universales), exposición de 100 obras, entre escultura, fotografía y dibujo, abierta en el Museo Nacional de Arte de Timisoara, ciudad designada Capital de la Cultura Europea en 2023.

Brâncuși nació en Hobita, Gorj, dentro de una numerosa familia campesina. Desde niño tallaba madera, una actividad relacionada con la cultura popular de su país. Sus tallas llamaron la atención de un filántropo que decidió pagar sus estudios en la Escuela de Arte y Oficios de Craiova y posteriormente en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Bucarest. En 1904, se trasladó a París para perfeccionar su formación. En cierto momento estuvo influido por Auguste Rodin, incluso trabajó dos meses en su taller. Fue amigo de Amadeo Modigliani.

Simplificación y sublimación de la forma

Con el tiempo, Brâncuși se convirtió en un héroe para los rumanos, que lo consideraron el representante de la creatividad nacional, expresó Doïna Lemny, curadora de la muestra, en conferencia de prensa. El vínculo del también fotógrafo con su país se trató de enfatizar a través, por ejemplo, de su primer periodo de formación, representado por un ecorché, es decir, la estatua de un hombre a quien se le ha retirado la piel para revelar su musculatura. Para la experta, desde el último año de su aprendizaje académico, Brâncuși manifiestó en su obra una línea de pensamiento que persiguió durante el resto de su vida: la simplificación y sublimación de la forma.

Al planear la exhibición, tanto Lemny como el comisario Ovidiu Sandor estuvieron conscientes de la dificultad de conseguir los préstamos necesarios de obra; en primer lugar, porque es muy frágil, y también porque los museos no autorizan préstamos a recintos que no conocen. Tuvimos que aportar muchos argumentos para convencer al Centro Pompidou, en París; el Tate Londres; el Guggenheim, en Venecia; incluso el Museo Nacional de Arte de Rumanía, en Bucarest, y el Museo de Arte, en Craiova, además de varios coleccionistas privados.

Se trataba de conseguir obras maestras porque, como recalcó Lemny, lo que cuenta es la calidad, no la cantidad. Una de las piezas más conocidas del expositor es El beso (1907), escultura con la que comenzó su trabajo por series. Ese bloque de piedra, en el que un par de amantes se fusiona en un acto de amor, también simboliza su independencia de Rodin.

 

En París, Brâncuși realizó muchos bustos, cabezas y retratos. Si los museos de Bucarest y Craiova cuentan con colecciones de su obra es porque sus compatriotas la compraban porque confiaban en su talento e inteligencia, además de ser una manera de ayudarle a continuar su carrera en la Ciudad de la Luz, dijo Lenmy.

Otra estrella de la muestra es Border marker (Señal de frontera), de 1945, que se refiere a la fraternidad entre los pueblos. Este tótem nació de la tristeza experimentada por Brâncuși al término de la Segunda Guerra Mundial, ya que Rumanía perdió algunos territorios en el nordeste del país.

Maistra (1911), realizada en bronce, es su primera escultura de un pájaro. Es una ave salida de los cuentos del folclor rumano, de bello canto y capaz de metamorfosearse en un príncipe o una princesa, indicó la curadora. Por su parte, Pájaro en el espacio (1932-1940) es, tal vez, una de sus obras más simplificadas. Representa el espíritu del vuelo: el momento en que el ave despega. Una de las versiones de la escultura provocó un problema cuando el comprador quiso pasarlo por la aduana estadunidense, cuyos oficiales la consideraron más bien un artículo industrial y, por lo tanto, debía pagar un impuesto. Se entabló un juicio que fue ganado por el coleccionista y estableció un antecedente en el sentido de que el arte no tiene por qué ofrecer una representación realista de la naturaleza.

Musa dormida (1910) es el símbolo de la feminidad, de la sensibilidad de una cara femenina, acotó la curadora.

Brâncuși utilizó la fotografía como un instrumento pedagógico para mostrar su visión y para indicarle al público cómo mirar su obra.

La exposición permanecerá hasta el 28 de enero de 2024.

 

Fuente: La Jornada

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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