EUA: Ya Nadie se Asusta con la Retórica de Odio
1 Nov. 2024
Jaime Guerrero Vázquez / CAMBIO 22
En las últimas semanas, la candidata demócrata, Kamala Harris, se ha esforzado por presentarse como una figura política que llama a la unidad de los norteamericanos, ante el divisionismo que propone Donald Trump. El pasado martes, en el mismo sitio en que se arengó el asalto al Capitolio hace cuatro años, la demócrata reunió a más de 75 mil seguidores y se reivindicó como estadounidense antes que integrante del Partido Demócrata.
Son malos tiempos para llamar a la unidad, en el mundo impera el divisionismo; gobernantes que juraron cuidar los intereses de toda la población gobiernan para sus adeptos, los señalamientos y descalificaciones contra los que no piensan como ellos se multiplican. Milei, Sheinbaum, Trump, Putin y hasta Biden descalifican a quienes no piensan como ellos. Populismo, autoritarismo, patrioterismo, etnia, religión, orientación sexual, nivel socioeconómico o género, todas parecen ser razones para convocar al odio, a la marginación y a la persecución. Son tiempos de (malos) sentimientos, no de razón, decía alguien.
A veces, las elecciones se ganan o se pierden por errores o aciertos de último momento, sobre todo en un escenario de virtual empate técnico como en el caso de las elecciones norteamericanas. ¿La presentación del comediante Tony Hinchcliffe en un evento de Donald Trump es uno de esos errores? Es posible. Llamar a Puerto Rico isla basura no fue la única ocurrencia del popular comediante (lo es), también retrató a los latinos (hacedores de bebés) y negros (comedores de sandía) con estereotipos racistas. No sólo han reaccionado los portorriqueños que viven en la isla y en territorio continental, sino otros grupos que han condenado también estas expresiones de las cuales Trump no se ha disculpado.
Los demócratas han tratado de maximizar los dichos de Hinchcliffe empatándolos con lo que piensa Trump, pero Biden vino en ayuda del magnate. Esta misma semana, el presidente de los Estados Unidos dio a entender, en un confuso mensaje, que los seguidores de Trump eran “basura”. En respuesta, al siguiente día, Donald Trump llegó a un mitin en un camión de basura. Gracejada que jaló la atención mediática y echó a un lado los dichos racistas de Hinchcliffe.
La vicepresidenta tuvo que desmarcarse tajantemente de su jefe: “Permítanme ser clara, estoy en total desacuerdo con cualquier crítica a las personas en función de a quién votan”. Remató: “…como presidenta de EE UU, seré una presidenta para todos los estadounidenses, me voten o no”.
Sin embargo, atracar en el puerto de la unidad estadounidense y tratar de ser políticamente correcta no parece ser un buen negocio. Una buena parte de los votantes parecen estar cansado de las buenas maneras de antaño o de la exposición de promesas que después no se cumplen. De igual manera están hartos de los políticos “profesionales” que no lograron resolver problemas.
Los outsiders están de moda y con ellos el lenguaje agresivo, lleno de epítetos que descalifican e insultan a sus enemigos (o adversarios para usar el subterfugio que le gustaba a AMLO). En otros tiempos, una mentira podía hacer que un candidato perdiera piso; ahora, incluso ante mentiras probadas, un candidato no pierde mayor cosa. Antaño, atacar a la prensa se pagaba con votos; ahora, se puede debilitar la libertad de expresión y ganar, al mismo tiempo, votos.
¿Quiere decir esto que antes la política era mejor? Por supuesto, no. De hecho, la vieja política fue la que hizo posible que estos protagonistas actuales aparecieran y se consolidaran. En un reciente artículo de Carlos Manuel Álvarez en El País se señaló algo muy cierto: “…el liberalismo prefiere seguir creyendo que Trump es un desliz o una anomalía, y no lo que resulta evidente, que Trump es el sistema, uno de los resultados más probables del experimento gringo, algo tan constitutivo de la nación norteamericana como lo es el supremacismo y la certeza mesiánica de la excepción.”
Las encuestas nunca han marcado un claro ganador entre Donald Trump y Kamala Harris. La vicepresidenta tuvo un buen inicio, pero me temo que ahora el momento está del lado del expresidente, quien se perfila como el ganador. Creo que invocar a la unidad es una mentira. Hay muchas desigualdades en los Estados Unidos, tantas que podría decirse que hay más de un país en esa nación. Explotar esas desigualdades es un buen negocio político, pero puede tener costos sociales muy altos.
Por si acaso, Trump está invocando al fraude. Si alguien suponía que se había arrepentido de su intentona de 2020 se equivoca. Seguramente se arrepiente de no haberla preparado mejor.
Fuente: El Economista
GAVC / MA