Redacción/CAMBIO 22

Los arqueólogos han encontrado las primeras evidencias directas de la equitación —una innovación que transformaría la historia— en unos esqueletos humanos de 5.000 años de antigüedad en Europa central.

“Cuando te montas a caballo y cabalgas rápido, es emocionante; estoy seguro de que los antiguos humanos sentían lo mismo”, dijo David Anthony, coautor del estudio y arqueólogo del Hartwick College. “Montar a caballo era lo más rápido que un humano podía desplazarse antes del ferrocarril”.

Los investigadores analizaron más de 200 restos óseos de la Edad de Bronce de colecciones de museos de Bulgaria, Polonia, Rumania, Hungría y la República Checa en busca de indicios de lo que Martin Trautmann, antropólogo de la Universidad de Helsinki y coautor del estudio, denomina “síndrome del jinete”, es decir, seis indicadores de que una persona probablemente montaba un animal, entre ellos unas marcas de desgaste características en las cavidades de la cadera, el fémur y la pelvis.

“Se pueden leer los huesos como si fueran biografías”, explica Trautmann, que previamente ha estudiado patrones de desgaste semejantes en esqueletos de épocas posteriores en las que la equitación está bien asentada en los registros históricos.

Los investigadores se centraron en esqueletos humanos —que se preservan mejor que los huesos de caballo en cementerios y museos— e identificaron a cinco probables jinetes que vivieron hace unos 4.500 y 5.000 años y pertenecían a un pueblo de la Edad de Bronce llamado yamnaya.

“Hay evidencias anteriores de que se utilizaban arneses y se ordeñaba a los caballos, pero esta es la evidencia directa más antigua hasta la fecha de que se montaba a caballo”, dijo Alan Outram, un arqueólogo de la Universidad de Exeter que no participó en la investigación pero elogió el enfoque.

El estudio fue publicado el viernes en la revista científica Science Advances.

La domesticación de caballos salvajes en las llanuras de Eurasia fue fruto de un proceso, no un acontecimiento aislado, señalan los investigadores.

Los arqueólogos ya habían hallado pruebas de consumo de leche de yegua en restos dentales e indicios de caballos manejados con arneses y bocados que se remontan a más de 5.000 años, pero eso no indica necesariamente que los caballos fueran montados.

La cultura yamnaya, conocida por sus característicos túmulos funerarios, se originó en lo que hoy es parte de Ucrania y Rusia occidental, una zona llamada estepa póntica del Caspio. Los caballos que tenían eran distintos de los caballos modernos —probablemente más asustadizos y menos tolerantes con los humanos_, aunque podrían haber sido los antepasados genéticos inmediatos de los caballos modernos, que surgieron unos siglos más tarde, señalan los investigadores.

Según Volker Heyd, arqueólogo de la Universidad de Helsinki y coautor del estudio, la importancia de los yamnaya radica en su espectacular expansión por Eurasia en tan sólo unas pocas generaciones, desplazándose hacia el oeste hasta Hungría y hacia el este hasta Mongolia.

“La propagación de las lenguas indoeuropeas está vinculada a su desplazamiento, y remodelaron la composición genética de Europa”, manifestó.

Los investigadores dejan entrever que su relación con los caballos pudo haber facilitado en parte este asombroso desplazamiento. “Los caballos amplían el concepto de distancia: empiezas a pensar que lugares que antes estaban fuera de tu alcance son alcanzables”, dijo Anthony, arqueólogo del Hartwick College y coautor del estudio.

Esto no significa que los yamnaya fueran guerreros a caballo, ya que los caballos que montaban eran probablemente demasiado asustadizos para las situaciones estresantes del campo de batalla, agregó. Pero los caballos podrían haber permitido a los yamnaya enviar mensajes con mayor eficacia, establecer alianzas y gestionar los rebaños de ganado que eran fundamentales para su economía.

Dado que sólo un pequeño porcentaje de los esqueletos estudiados mostraban con claridad los seis indicadores de la equitación, “parece que una minoría de la población de aquella época era jinete, lo cual no deja entrever que toda una sociedad se basara en la equitación”, dijo el arqueólogo molecular Ludovic Orlando, que trabaja en el Centro de Antropobiología y Genómica de Tolosa, en Francia, y no participó en la investigación.

Aun así, elogió el trabajo por ayudar a precisar mejor el posible origen de la equitación.

“Se trata de los orígenes de algo que ha influido en la historia de la humanidad como sólo otras pocas cosas lo han hecho”, declaró Orlando.

 

Fuente AP
redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM

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