Redacción/CAMBIO 22

Actualmente, parece que ya no resulta sorprendente descubrir que una parte del trabajo de grandes científicos que han alcanzado reconocimiento, incluyendo el premio Nobel, no se hubiera podido realizar sin la colaboración de sus compañeras: grandes científicas que la historia y la discriminación ha dejado olvidadas con el paso de los años.

Este es un fenómeno que, lamentablemente, ha sido aceptado – casi – con naturalidad por la comunidad científica, a menudo con testigos de estos hechos. Una de las olvidadas es Esther Lederberg, microbióloga y pionera en genética bacteriana.

Las contribuciones de Esther incluyen el descubrimiento del virus bacteriófago lambda, la transferencia de genes entre bacterias por transducción especializada, el desarrollo del método de réplica en placa para el cultivo de bacterias y el descubrimiento del factor de fertilidad.

Esther Lederberg: científica esencial en genética microbiana - Mujeres con  ciencia

Además, Lederberg fundó y dirigió el ahora extinto Plasmid Reference Center en la Universidad de Stanford, donde mantenía, nombraba y distribuía plásmidos de muchos tipos diferentes, incluyendo aquellos con resistencia antibiótica, virulencia, conjugación y otros factores desconocidos.

LA TRANSFERENCIA HORIZONTAL DE GENES

En el año 1950, Esther Lederberg fue la primera persona de la historia en aislar el bacteriófago lambda, un virus de ADN que infecta a la bacteria E. coli. De forma inédita, los científicos pudieron observar un comportamiento viral nunca antes visto: el bacteriófago no sólo se multiplicaba y destruía la célula hospedadora, sino que podía integrar su material genético en el cromosoma de la bacteria infectada. Este proceso permitía al virus mantenerse inactivo y ser transmitido a través de generaciones bacterianas sin causar daño inmediato. Solo bajo condiciones de estrés, el ADN viral se reactivaba, desencadenando la producción de nuevos virus y la muerte de la célula hospedadora.

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Es decir, el fago lamba oscilaba entre diferentes ciclos vitales, uno en el que su ADN se integraba al de la célula que atacaba, y otro en el que se reproducía y destruía la célula. Esther Lederberg no solo descubrió esos ciclos que representaban una nueva interacción virus-hospedador, sino que también proporcionó una herramienta esencial para el estudio de la genética molecular. De hecho, ese bacteriófago, al no ser un patógeno y ser fácil de manipular, se convirtió en un modelo clave para investigar el comportamiento de otros virus y la forma en la que se reproducían e interactuaban entre ellos.

Así, el trabajo de Lederberg fue pionero en demostrar la transferencia horizontal de genes, un proceso por el cual se intercambia material genético entre organismos de la misma generación, sin necesidad de una reproducción de por medio. Este fenómeno es realmente crucial para entender cómo las bacterias pueden adquirir y transmitir rápidamente características como la resistencia a los antibióticos pues, demostraría que las bacterias pueden pasarse ese factor de resistencia de unas a otras en la misma generación. De esta forma, su investigación no solo amplió el conocimiento científico sobre la genética, sino que también asentó muchas bases en el campo de la medicina y la genética microbiana.

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MODELO DE RÉPLICA EN PLACA

Solo un año más tarde, en 1951 y haciendo honor al trabajo de toda una vida, Esther revolucionó de nuevo la microbiología con el desarrollo de una técnica innovadora para replicar colonias bacterianas en masa con precisión, conocida como el modelo de réplica en placa. Antes de su invención, las metodologías existentes eran ineficaces y no lograban reproducir colonias bacterianas manteniendo la configuración exacta de la placa de Petri original.

Sin embargo, Esther, inspirada por la simplicidad de un sello de goma impregnado de tinta para copiar un dibujo o una firma, creó un “sello” no de goma, sino de terciopelo de algodón esterilizado. Las pequeñas fibras del terciopelo se incrustaban así en el agar de la placa original y, al presionarse contra una nueva placa, transferían las bacterias de manera precisa, permitiendo que las colonias crecieran en la misma disposición que en la placa original.

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Este método tan ingenioso, aunque sencillo, tuvo un impacto enorme en la investigación de la época. La técnica permitía a los científicos replicar placas de bacterias de manera rápida y precisa, facilitando estudios genéticos y experimentos de selección. En 1952, Esther y su esposo, Joshua Lederberg, publicaron un artículo detallando esta metodología, aunque el primer autor fue Joshua, a pesar de que la idea y el desarrollo inicial fueron obra de Esther. La técnica de réplica en placa, no solo resolvió así un problema técnico importante, sino que también permitió realizar avances cruciales en el estudio de la genética bacteriana y en la identificación de mutaciones y resistencia a antibióticos.

OLVIDADA POR EL NOBEL

A pesar del gran impacto que tuvieron sus hallazgos en la comunidad científica, Esther tardó muchos años en obtener un reconocimiento. De hecho, diversas fuentes señalan con el dedo a su marido Joshua Lederberg, quien recibió numerosos premios en los que Esther debería haber estado incluida, pero jamás la mencionó en sus agradecimientos.

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Por ejemplo, en 1953, Joshua aceptó un premio de Eli Lilly por un trabajo en el que el papel crucial había sido de Esther, sin siquiera mencionarla. No obstante, el mayor acto de discriminación ocurrió en 1958, cuando Joshua obtuvo el premio Nobel de Fisiología y Medicina por sus descubrimientos de la organización del material genético en las bacterias, pero no Esther, líder de esa investigación.

Por si fuera poco, el 1974, la Universidad de Stanford cambió su estatus de Científico Senior a Profesora Adjunta, relegándola de cualquier cargo de poder. En este momento, el genetista Luigi L. Cavalli-Sforza, también profesor en Stanford y compañero de Esther en el laboratorio, dejó testimonio de la injusticia: “La Dra. Esther Lederberg ha disfrutado del privilegio de trabajar con un marido muy famoso. Esto, sin embargo, también ha tenido su contrapartida, porque inevitablemente no ha recibido la alta valoración que ella realmente se merece”

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En general, la discriminación que enfrentó Esther y su falta de reconocimiento reflejan un patrón en la ciencia, donde las contribuciones de las mujeres han sido frecuentemente ignoradas o atribuidas a sus compañeros masculinos. A pesar de sus significativas contribuciones a la genética de los microorganismos y sus innovaciones metodológicas, su nombre permaneció, lamentablemente, en las sombras.

 

Fuente: National Geographic

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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