• Y así muchos personajes se expusieron y apostaron todo y tristemente ahora han sido totalmente ignorados por rateros gandallas, y si, da coraje y vergüenza ver como se enriquecen y saquean al pueblo

 

Mauro De Los Santos / CAMBIO 22

Es conocido como el Lic. Milton Conde, caminando por las calles de Chetumal, capital del estado de Quintana Roo, uno se topa con escenas que no solo duelen, sino que también obligan a la reflexión. Entre el tráfico, el calor y la indiferencia cotidiana, aparece la imagen de un hombre con el rostro cansado, de mirada triste y cuerpo envejecido, a quien pocos reconocen, pero que fue parte esencial de una de las luchas políticas más significativas de las últimas décadas en México: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

Su historia no está escrita en libros ni es parte de discursos oficiales, pero quienes lo conocieron saben que desde los primeros días del movimiento, cuando era apenas una esperanza y no una estructura de poder, él estuvo ahí. Tocó puertas, repartió volantes, caminó bajo el sol, creyó cuando nadie más creía. Apostó su tiempo, su energía, incluso su bienestar, por la promesa de una verdadera transformación, por un país más justo, por una democracia real.

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Hoy, lo vemos solo. En el abandono. Sin reconocimiento, sin respaldo, sin justicia.

Y es aquí donde la pregunta se vuelve inevitable:

¿Es justo cargar una vida así después de haber entregado tanto a una causa?

No lo es. Y duele más cuando se trata de un movimiento que surgió precisamente para no repetir estas injusticias. Cuando quienes gobiernan hoy fueron, en su momento, compañeros de lucha y discípulos de los ideales que este hombre defendía con convicción. ¿Dónde quedó la memoria? ¿Dónde la gratitud? ¿Dónde el compromiso con los principios?

No hay paz sin justicia y esta no existe con impunidad

Este caso, que seguramente no es único, revela una de las grandes fallas de muchos procesos políticos: el olvido. La tendencia a encumbrar a unos pocos y relegar a quienes, en silencio, hicieron posible que ese cambio ocurriera. Es una traición silenciosa, pero profunda, que contradice los fundamentos mismos de cualquier revolución ética.

Chetumal, símbolo de la resistencia sureña, de la esperanza y del empuje social, no debería permitir que sus luchadores terminen así. Ninguna ciudad, ningún partido, ningún país que se diga democrático debería hacerlo. Porque una nación que olvida a sus luchadores, es una nación que se traiciona a sí misma.

No se trata de caridad ni de limosna. Se trata de justicia.

Y la justicia no puede ser selectiva.

 

 

 

Fuente : Facebook

redaccion@diariocambio22.mx

KXL /RCM

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