Ciro Gómez Leyva/CAMBIO 22

Si nos ceñimos a la narrativa oficial, tres semanas después de la ejecución de Carlos Manzo encontramos que el CJNG lo habría mandado matar y que, en buena medida, lo mataron por su increíble irresponsabilidad. Ya la Defensa Nacional había expuesto que el alcalde de Uruapan rechazaba tener cerca la custodia de los guardias nacionales.

El viernes conocimos, además, que Manzo estaba protegido por una punta de inútiles, o de traidores. Siete integrantes de su escolta fueron detenidos y encarcelados por el supuesto delito de homicidio calificado por omisión.

Los detuvo la ahora sí competente autoridad de Michoacán, con refuerzos federales. Conclusión: el fantasmal CJNG lo marcó y él se resistía a darle entrada a los profesionales de la seguridad, se paseaba por Uruapan como en un día de campo, arriesgaba a sus pequeños hijos, esposa y a quien quisiera abrazarlo.

En esa narrativa fue un irresponsable, un imbécil, un suicida, pues. De alguna manera se lo mereció. Veremos qué juez se atreve a dejar en libertad a los escoltas apresados. Tenerlos en la cárcel liberaría al Estado de parte de la carga por este crimen político, el más impactante desde el de Colosio. Y a ver qué irritado y adolorido ciudadano se anima a gritar con vigor “¡Carlos no murió, el gobierno lo mató!”, cuando el muerto parecía estar pidiendo que lo ultimaran, lo convirtieran en mártir, en una piedra gigantesca para la 4T.

redaccionqroo@diariocambio22.mx

AFC/RCM

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