Redacción / CAMBIO 22

José María Morelos, 5 DE MAYO. –  Efren Ulises Uitzil Dzul tiene 39 años y sobrevive a duras penas. Hace más de dos años y medio le detectaron lupus eritematoso sistémico, una enfermedad autoinmune crónica que afecta órganos vitales. Desde entonces, su vida se ha convertido en un calvario de puertas cerradas, hospitales colapsados, negligencia médica y medicamentos imposibles de pagar.

La enfermedad fue detectada a simple vista por médicos del municipio de Morelos, quienes sin laboratorio ni recursos adecuados lo enviaron a Chetumal. Ahí comenzó un vía crucis: largas listas de espera, trámites burocráticos eternos, estudios postergados una y otra vez. Mientras el sistema se lavaba las manos, la enfermedad avanzaba implacable. “Ya no aguantaba los dolores. Tenía coágulos en los brazos y sangrados. Pero nadie hacía nada”, relata.

Intentó por todos los medios conseguir atención: fue rechazado en Tabasco, Campeche y Cancún. En Playa del Carmen, lo doparon para controlar el dolor sin ofrecer solución alguna. Mérida aceptó recibirlo, pero lo hizo sin los expedientes necesarios, que fueron descartados por no cumplir con los protocolos. El trato que recibió demuestra el desorden y desinterés institucional por los pacientes sin seguridad social.

Efrén no cuenta con IMSS, ni ISSSTE, ni con ingresos fijos. El costo de su tratamiento es inalcanzable: el micofenolato, indispensable para proteger sus riñones, cuesta entre 12 mil y 14 mil pesos por dosis trimestral. Cada ciclo completo de medicamentos puede ascender hasta los 30 mil pesos. Y eso sin contar traslados, estudios especializados ni consultas. “Para el gobierno, los que no tenemos seguro simplemente no existimos”, denuncia.

Lo más grave es que no está solo en su abandono. En su propia colonia ha identificado al menos tres casos similares de lupus y trombosis sin tratamiento. Pacientes que sobreviven como pueden, ignorados por un sistema de salud que les da la espalda.

Mientras el gobierno gasta millones en obras públicas y campañas políticas, personas como Efrén mueren en silencio. “Hay días en los que no puedo salir al sol. Me fatigo, me duele todo el cuerpo, pero la gente no lo entiende porque por fuera me veo bien”, dice. Hoy, su única opción es la solidaridad de la comunidad.

 “No pido dinero, pido vida”, sentencia. Micofenolato, prednisona, anticoagulantes, vitamina D3… cualquier medicamento que alguien tenga en casa y no use podría marcar la diferencia. Si no sigue con su tratamiento, su salud renal se colapsará y deberá entrar en diálisis, algo que simplemente no podría costear.

¿Cómo puedes ayudar?

Si cuentas con alguno de estos medicamentos o deseas apoyarlo económicamente, comunícate con Efrén Ulises Uitzil Dzul o su familia al número 997 127 8724.Porque no es justo que en México enfermarse sea una condena de muerte solo por ser pobre.

 

 

 

 

 

cambio22digitalcun@gmail.com

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