• La festividad de la Huasteca inunda el museo con su vibrante celebración, resaltando la tradición y la alegría del Día de Muertos

 

Redacción/CAMBIO 22

El rencuentro entre los vivos y los difuntos es simbolizado por el Xantolo o Fiesta de las Ánimas, cuyo influjo desbordó de música, baile y algarabía el Museo de la Ciudad de México la noche del miércoles para recibir a nuestros antepasados y rendirles un alegre homenaje en vísperas de la celebración del Día de Muertos.

Durante cerca de una hora, ese céntrico y hermoso recinto del siglo XVIII, conocido también como el antiguo Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, se transformó de manera imaginaria en algún poblado o ranchería de la región Huasteca, de donde es originaria aquella expresión cultural en tributo a los fallecidos, con las vistosas danzas de Pixcuhuil, cuadrilla oficial de la Ciudad de México, y la animosa música del trío Sentir Huasteco, proveniente de Huejutla de Reyes, Hidalgo.

Ante el regocijo del público que llenó el patio principal del museo y sus balcones, los poco más de 30 bailarines de esa agrupación, conformada hace seis años, ataviados con coloridas vestimentas (entre ellas, de catrinas, charros y novias) y llamativas máscaras de la muerte, demonios, animales o seres fantásticos, además de sombreros o tocados de flores, hicieron del lugar un jolgorio con sus bien coordinadas coreografías y sus poderosos y armónicos zapateados, azuzados por una festiva serie de nueve sones xantoleros.

Teniendo de escenario una amplia tarima colocada en el centro del patio, la cuadrilla Pixcuhuil cerró su actuación con un fandango al que se sumaron de manera espontánea varios de los allí reunidos, convirtiendo el momento en una romería en la que, entre alaridos, sonrisas y goce, sonaron y bailaron algunos sones populares, como El querreque y La petenera.

Con el nombre de Xantolo: Fiesta de Todos los Santos, esta presentación tuvo lugar como parte de la Noche de Museos organizada por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

Al concluir, la directora de la cuadrilla Pixcuhuil, Gabriela Miranda, explicó a este diario que ese encuentro fue una inmersión en la tradición huasteca y náhuatl, en la que las comparsas de Xantolo recorren las calles para recibir a los difuntos con música, baile de sones y huapangos, simbolizando la sagrada unión entre vivos y muertos.

Refirió que el Xantolo es considerada la fiesta más importante de la Huasteca, región del país conformada por municipios de San Luis Potosí, Veracruz, Hidalgo, Tamaulipas, Puebla y Querétaro, donde se valen de esa expresión para celebrar un rencuentro con los muertos.

Inscrita en 2007 en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, en esa festividad se mezclan creencias de origen prehispánico y tradiciones introducidas por los colonizadores españoles. Su nombre se deriva del náhuatl y el latín, para significar todos los santos, según la bailarina y coreógrafa.

Pero lo que realmente representa es la fiesta de los espíritus, la fiesta grande de la Huasteca, es cuando vienen los muertos a visitarnos y nosotros les prestamos nuestro cuerpo para darles vida ese día. Se trata de una celebración muy peculiar en esa región del país, porque comienza desde el 24 de junio, con la siembra del cempasúchil; de ahí en adelante se van ofrendando ciertas festividades particulares, detalló.

Una es el 29 de septiembre, cuando se hace la bajada de las máscaras y se sahúman, además de que también nos preparamos física y mentalmente para poder recibir toda esta energía. Luego, vienen otras fechas, como la de San Lucas, el 18 de octubre, en la que se van poniendo pequeñas ofrendas para los seres que no tuvieron oportunidad de despedirse, porque murieron por asesinato o en una tragedia, y así cada uno tiene una particularidad, hasta el 30 de noviembre, cuando termina el Xantolo.

De acuerdo con Gabriela Miranda, el 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel, las ánimas empiezan a peregrinar, pero la parte central de la fiesta es a partir del 31 de octubre, que se dedica a los niños fallecidos, mientras el primero y el 2 de noviembre están destinados a los difuntos adultos, fechas en las que se hacen las ofrendas más grandes.

 

 

 

Fuente: La Jornada

redaccion@diariocambio22.mx

VAC/MER

 

 

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