El Valor de la Historia y las Efemérides
14 Sep. 2025
Redacción/CAMBIO 22
“Feliz el pueblo cuya historia se lee con aburrimiento”, decía Montesquieu (1689-1755), escritor y político francés. Con esta frase aparentemente paradójica, nos invita a reflexionar sobre el rol de la historia en nuestras vidas: una historia sin conflictos, guerras ni grandes tragedias podría parecer aburrida, pero también implica estabilidad, paz y progreso. Y, sin embargo, como bien señala Oscar Wilde (1854-1900): “Cualquiera puede hacer historia; pero sólo un gran hombre puede escribirla”. Así, escribir y entender la historia se vuelve un acto complejo, comprometido y esencial para el desarrollo de las sociedades.
La historia no es simplemente una sucesión de fechas o eventos lejanos; es una ciencia viva que nos permite conocer ese pasado para entender el presente que vivimos y construir nuestro futuro. Esta idea ha sido compartida por diversos pensadores como Carl Sagan y Luis Sepúlveda, quienes han coincidido en que el conocimiento histórico es clave para comprender cómo las sociedades evolucionan, cambian, y se transforman. En palabras más simples: estudiar historia es estudiar a la humanidad en acción, en conflicto, en transformación.

Charles Darwin (1809-1882), reconocido por su teoría de la evolución, también dejó una sentencia poderosa: “La historia se repite. Ese es uno de los errores de la historia”. Esta repetición, lejos de ser una maldición inevitable, es una advertencia: quien no estudia el pasado está condenado a repetir sus errores. Y ahí radica uno de los propósitos más nobles del estudio histórico: evitar que los errores se repitan, construir una memoria colectiva que nos ayude a avanzar.
Ahora, en este contexto, las efemérides adquieren un papel fundamental. Su nombre proviene del griego ephemeros, que significa “diario”, y del latín ephemèris, que alude a “calendario” o “narración de cada día”. Más que simples marcas en el calendario, las efemérides son recordatorios vivos de nuestra historia común. Permiten construir y fortalecer la identidad nacional y colectiva al rememorar hechos y figuras significativas. Al hacerlo, no sólo mantienen vivo el pasado, sino que lo vinculan directamente con nuestro presente.

¿Por qué son importantes las efemérides? En primer lugar, porque recuerdan acontecimientos destacados ocurridos en una fecha específica que se celebra o se conmemora cada año. Aquí es crucial diferenciar entre celebración y conmemoración: mientras la primera implica alegría y festejo, la segunda se relaciona con la evocación y el respeto. Ambas formas de memoria cumplen funciones distintas pero complementarias: celebrar nos une en la alegría de lo logrado, conmemorar nos recuerda los sacrificios y las lecciones del pasado.
Las efemérides, entonces, no son un ejercicio nostálgico, sino un recurso pedagógico y cultural. Nos ayudan a construir lo que se conoce como memoria histórica, ese conjunto de relatos, símbolos y aprendizajes que compartimos como sociedad y que forman parte de nuestro bagaje cultural. Nos enseñan sobre valores fundamentales como la democracia, la justicia, los derechos humanos, y nos ofrecen ejemplos concretos de lucha, resistencia, crecimiento o pérdida.
Además, permiten visibilizar actores históricos muchas veces ignorados: mujeres, pueblos originarios, trabajadores, movimientos sociales. Al recordar no sólo los grandes eventos, sino también a quienes los protagonizaron, las efemérides democratizan la historia, la acercan a todos, y nos invitan a preguntarnos no sólo qué ocurrió, sino por qué ocurrió y qué consecuencias tuvo.
La historia no está hecha sólo de grandes batallas o tratados internacionales; está hecha también de recuerdos, símbolos, palabras y fechas que marcan la vida de un pueblo. Por eso, recordar no es un acto pasivo: es una forma activa de mantener la memoria viva y de decidir, como sociedad, qué queremos preservar y qué queremos aprender.

Como escribió alguna vez el poeta español Antonio Machado: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve”. Así también funciona la historia: no tiene valor sólo porque la miramos, sino porque nos interpela, nos forma, nos juzga y nos transforma.
En tiempos de incertidumbre, rescatar la historia y sus efemérides no es mirar hacia atrás con nostalgia, sino mirar hacia adelante con conciencia. Porque como bien lo entendieron Montesquieu, Wilde y Darwin, comprender el pasado es la única forma de construir un futuro mejor.
Por todo lo anteriormente expuesto, resulta de suma importancia señalar el siguiente caso:
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) presenta en su página oficial una efeméride con datos erróneos. Un servidor detectó dicha imprecisión y procedió a realizar la observación correspondiente. Después de varios intentos telefónicos, finalmente me indicaron que enviara la información por correo electrónico, lo cual hice en tiempo y forma. No obstante, hasta la fecha, la corrección no ha sido realizada. Adjunto a la presente las pruebas que sustentan lo señalado.
Este hecho, aunque pudiera parecer menor, pone de relieve una problemática mayor: la circulación de información incorrecta en fuentes oficiales y el impacto que esto puede tener en la construcción del conocimiento histórico y colectivo.
En este sentido, invito amablemente al lector a dedicar unos minutos a ver el reportaje presentado por France 24 en Español, dentro de su línea editorial En Foco, donde se analiza a fondo la producción y difusión de información falsa, así como el negocio que se ha generado en torno a ello. Este trabajo audiovisual también destaca cómo la desinformación puede confundir incluso a herramientas de Inteligencia Artificial, las cuales, al realizar búsquedas, podrían ofrecer datos incorrectos. Esto no solo compromete la veracidad de investigaciones o trabajos académicos, sino que también representa un riesgo mayor: el de reescribir las efemérides y, con ello, la historia misma.
Nota: No tengo los Derechos de Autor, y la exposición del vídeo es con fines educativos.
Referencias Bibliográficas
- Montesquieu, C. L. de Secondat (1755). El espíritu de las leyes.
- Wilde, O. (1900). El crítico como artista.
- Darwin, C. (1871). El origen del hombre.
- Sagan, C. (1994). El mundo y sus demonios. Editorial Planeta.
- Sepúlveda, L. (2001). Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar. Tusquets Editores.
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