El Último Rugido del Jaguar en Yucatán: Menos de 200 Ejemplares Luchan por Sobrevivir en la Selva del Mayab
7 Oct. 2025
-
Con apenas uno o dos centenares de jaguares silvestres en todo el estado, expertos advierten que la especie enfrenta una crisis por pérdida de hábitat, caza furtiva y desarrollo descontrolado.
-
Iniciativas como Tech4Nature y programas de conservación comunitaria han logrado detectar nuevas crías en reservas de Dzilam y el Puuc, dando un respiro al emblemático depredador de la península.
Renán Castro Hernández/ CAMBIO 22
En las profundidades de la selva yucateca aún resuenan los ecos de un depredador majestuoso, el jaguar (Panthera onca), símbolo de poder, vida y fertilidad para la cultura maya, sigue merodeando entre la densa vegetación, aunque sus avistamientos son cada vez más escasos.
“Expertos estiman que podrían quedar menos de 200 jaguares viviendo en libertad en todo el estado de Yucatán”
Esta cifra alarmante enciende las alertas de conservacionistas y autoridades, que redoblan esfuerzos para proteger al felino emblemático de la península.
-
A continuación, presentamos un panorama detallado a manera de reportaje de cuántos jaguares sobreviven en Yucatán, dónde se encuentran, qué se está haciendo para cuidarlos y que peligros amenazan su existencia.
Rastreando al jaguar yucateco: una población silvestre a la baja
Las cámaras trampa instaladas en reservas naturales de Yucatán han dado recientemente noticias agridulces.
Por un lado, confirman la presencia del felino en áreas donde antes era esquivo; por otro, revelan lo limitada que es su población. En la Reserva Estatal de Dzilam de Bravo (noreste del estado), por ejemplo, se identificaron 7 jaguares en un rango de apenas 10 a 15 kilómetros cuadrados, y una cantidad similar de ejemplares fue detectada en la Reserva Biocultural del Puuc, al sur de Yucatán.
Asimismo, en la zona núcleo de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos, la iniciativa privada UMA San Manuel logró fotografiar 14 jaguares distintos por medio de sus rosetas únicas, un hallazgo que confirma que la población local está en aumento moderado.
Estas cifras, aunque esperanzadoras, ilustran la realidad, en todo Yucatán subsisten del orden de uno a dos centenares de jaguares en estado silvestre. El doctor Anuar Hernández, responsable del Programa de Conservación de Felinos en Pronatura Península de Yucatán, advierte que la situación es crítica:
“en el estado podrían quedar menos de 200 jaguares viviendo libremente”.
La ligera recuperación registrada en sitios monitoreados no es suficiente para sacar a la especie del peligro; el jaguar sigue catalogado En Peligro de Extinción a nivel nacional (NOM-059-SEMARNAT) y cada individuo avistado es un tesoro biológico.
Bajo cuidado humano: Jaguares en cautiverio y UMAs de Yucatán
Mientras los científicos rastrean al esquivo depredador en la jungla, otro puñado de jaguares vive bajo techo humano en Yucatán.
En Mérida, los zoológicos municipales Centenario y Animaya albergan alrededor de siete jaguares en total, allí incluso se celebró recientemente un logro: el nacimiento de una cría de jaguar negro (melánico) a finales de 2020, bautizada como “Booxo”, hijo de la pareja reproductora Yuma y Faraón.
La llegada de Booxo el primer jaguar nacido en cautiverio en Mérida en siete años “se suma a los seis ejemplares de jaguar que habitan en el zoológico”, destacó el Ayuntamiento meridano en su anuncio.
Este tipo de reproducción en parques zoológicos es valiosa para la conservación ex situ de la especie, aunque no implica una reintroducción inmediata a su hábitat.
Fuera de la capital, el Parque Zoológico La Reina de Tizimín también contaba hasta hace poco con dos jaguares en un programa de reproducción. Una hembra de nombre “Morita” y un macho melánico proveniente del parque Xcaret (Quintana Roo) formaban la pareja estelar del zoológico.
Lamentablemente, el macho de ocho años de edad falleció a Principios de Octubre del 2025 tras apenas medio año en Tizimín, en medio de acusaciones de negligencia veterinaria.
Su muerte desató polémica y dejó sola a Morita, subrayando la necesidad de mejorar las condiciones de los animales cautivos, organizaciones animalistas exigieron una investigación oficial, ya que no es el primer caso de maltrato o deficiente cuidado reportado en La Reina.
Este incidente pone de relieve un hecho preocupante, cada ejemplar perdido –sea en la selva o en cautiverio– significa un revés para la supervivencia de la especie, más aún cuando tan pocos jaguares quedan en Yucatán.
Además de los zoológicos públicos, en Yucatán operan algunas Unidades de Manejo Ambiental (UMA) privadas que mantienen jaguares bajo cuidado.
Estos espacios, autorizados por las autoridades ambientales, funcionan como reservas de fauna, criaderos o santuarios. Un caso destacado es la mencionada UMA San Manuel, ubicada dentro de Ría Lagartos, donde los jaguares no están en jaulas sino libres en un terreno de más de 60 mil hectáreas, monitoreados con cámaras trampa.
Otras UMAs en el estado han recibido jaguares decomisados o huérfanos para su resguardo: de acuerdo con datos de Profepa, entre 2018 y 2024 se confiscaron al menos 5 jaguares en Yucatán en operativos contra el tráfico ilegal, los cuales fueron reubicados en instalaciones seguras.
Aunque no se ha difundido una cifra oficial consolidada, se estima que en todo el estado el número de jaguares en cautiverio (incluyendo zoológicos y UMAs) no supera la docena de individuos, cada uno de ellos actúa, en cierto modo, como embajador de su especie, sensibilizando al público sobre la urgencia de proteger a sus hermanos salvajes.
Esfuerzos de conservación en marcha: alianzas científicas y comunitarias
Lejos de cruzarse de brazos ante la situación del jaguar, Yucatán se ha convertido en un laboratorio de iniciativas de conservación innovadoras, el Gobierno estatal, en conjunto con universidades, comunidades locales, ONGs e incluso empresas tecnológicas, impulsa programas activos para estudiar y proteger al felino.
Un ejemplo de vanguardia es Tech4Nature México, un proyecto que conjuga inteligencia artificial y ciencia ciudadana para monitorear la fauna en la Reserva Estatal Dzilam de Bravo. Gracias a una alianza entre la Secretaría de Desarrollo Sustentable (SDS) de Yucatán, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y la compañía Huawei, se entrenó a estudiantes locales para desarrollar algoritmos de reconocimiento de imágenes de cámaras trampa.
Los resultados de la primera fase fueron reveladores, el sistema identificó 16 jaguares individuales (machos, hembras y crías) en Dzilam, evidenciando que la reserva alberga una población reproductiva saludable.
“Más allá del número, lo relevante es que se están reproduciendo”, destacó Mario Campos, director del proyecto, este éxito tecnológico permitirá diseñar mejores políticas de conservación basadas en datos, y ya se planea replicarlo en otros corredores biológicos por donde transita el jaguar.
Otra iniciativa estatal es el Monitoreo Continuo de la Biodiversidad, liderado por el biólogo Toshio Yokoyama Cobá de la SDS. Este programa entrena a comunidades mayas locales en el uso de cámaras trampa y registro de fauna, integrando el conocimiento tradicional con la ciencia.
“Ellos las instalan donde saben que están las especies”, explica Yokoyama, resaltando la importancia de la participación comunitaria para obtener datos valiosos, gracias a este esfuerzo, se han redescubierto especies como el pecarí de labios blancos en Yucatán y, por supuesto, se ha documentado la presencia de jaguares donde antes se dudaba que llegaran.
Las comunidades aledañas a Dzilam, Tabí, El Puuc y otras reservas reciben capacitación y, a cambio, se convierten en las guardianas del jaguar, reportando avistamientos y evitando la cacería furtiva en sus tierras.
Organizaciones de la sociedad civil también juegan un rol crucial, Pronatura Península de Yucatán, por ejemplo, lleva más de una década implementando proyectos de conservación de felinos.
En la región nororiental del estado, colindante con Ría Lagartos, Pronatura colabora con la Fundación Carlos Slim y WWF en la protección de la reserva El Zapotal un predio privado de 54 mil hectáreas de selva bien conservada, identificado como santuario reproductivo del jaguar. Ahí, cámaras trampa han captado parejas de jaguares apareándose y hembras con crías, evidencia de que es un sitio clave para la continuidad de la especie.
Estas organizaciones han trabajado con ejidos locales para establecer áreas voluntarias de conservación, reforestación y prevención de incendios, manteniendo conectados los fragmentos de hábitat.
“La clave para conservar la biodiversidad es involucrar a todos los actores, especialmente a los dueños de la tierra”, afirma Heliodoto Zarza, investigador de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar, señalando casos exitosos donde ejidatarios y científicos coadministran reservas comunitarias.
A nivel nacional, Yucatán se alinea con estrategias más amplias: forma parte de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar (ANCJ), una coalición de académicos, ONGs y gobiernos que desde 2005 implementa el Programa de Acción para la Conservación del Jaguar.
Gracias a este programa se han identificado corredores biológicos prioritarios y se promueve algo fundamental para coexistir con el felino, seguros ganaderos y atención a comunidades rurales. Diversas instituciones están impulsando esquemas de compensación a pequeños ganaderos por la pérdida de ganado causada por depredadores, a fin de reducir la retaliación contra jaguares.
Este enfoque preventivo, junto con campañas de educación ambiental, busca mitigar uno de los conflictos históricos entre humanos y grandes felinos.
Obstáculos en el camino: las amenazas que acechan al jaguar
¿Por qué el jaguar está en peligro en Yucatán?
Los especialistas coinciden en señalar dos grandes amenazas: la pérdida/fragmentación de hábitat y la persecución humana, ambas derivadas del desarrollo desordenado.
La deforestación y el cambio de uso de suelo han reducido drásticamente las selvas peninsulares, dejando islas de monte rodeadas de agricultura, ganadería y zonas urbanas.
Yucatán, a diferencia de sus vecinos sureños, tiene amplias porciones de su territorio convertidas en parcelas agrícolas (maíz, cítricos) o desarrollos turísticos, lo que ha resultado en un hábitat cada vez más fragmentado para el jaguar.
Allí donde antes había corredores naturales continuos, hoy hay carreteras y poblados; el felino se ve obligado a desplazarse más y exponerse fuera de la protección del monte.
Esta situación se agrava con la construcción de megaproyectos de infraestructura, el más emblemático es el Tren Maya, cuya ruta atraviesa tramos de la Selva Maya en la península. Si bien el proyecto federal contempla pasos de fauna y medidas de mitigación, ambientalistas advierten que su mera presencia añade presión a ecosistemas sensibles.
En la Reserva de Calakmul el principal bastión jaguarundi de la región la llegada del tren fue mencionada como una nueva amenaza, junto con la expansión agrícola ilegal y la tala clandestina.
En general, la expansión de zonas urbanizadas y obras civiles importantes en el sureste mexicano conllevan fragmentación de hábitat y perturbación de las rutas de movimiento del jaguar.
La otra cara oscura es la cacería y el conflicto humano, aunque el jaguar no es una especie cinegética legal en México, sigue existiendo caza furtiva, ya sea por su valiosa piel y colmillos (que alimentan el tráfico ilegal) o por simple miedo y retaliación.
Específicamente en la zona de la sabana yucateca, muy pegado a la costa del cuyo, la caza clandestina y la falta de medidas severas para estos grupos delictivos, contribuyen a la extinción de los ejemplares felinos.
En comunidades rurales yucatecas si un jaguar ataca a un bovino, es común que algunos ganaderos tomen justicia por mano propia y maten al felino para “proteger” su ganado.
“Los conflictos con la ganadería” continúan siendo uno de los principales riesgos para la especie, reconocen los expertos, especialmente en la zona oriente de Yucatán donde convergen ranchos ganaderos y áreas de distribución del jaguar, cada año se reportan casos de jaguares eliminados por esta causa en la península.
Por ejemplo, en 2021 se registraron dos jaguares muertos en el municipio de Maxcanú, Yucatán, hechos atribuidos a atropellamientos o cacería por conflicto con humanos, según informes oficiales, estos incidentes evidencian lo difícil que es para el jaguar sobrevivir en un paisaje dominado por el hombre.
A estas amenazas se suma el comercio ilegal de partes y ejemplares de jaguar, investigaciones recientes revelan que entre 2018 y 2023, al menos 68 jaguares fueron encontrados muertos en México (por cazadores o atropellos), y 115 ejemplares o sus partes fueron decomisados por autoridades en operativos contra el tráfico.
Yucatán no ha estado exento, se reportaron decomisos de crías y pieles incluso en zonas urbanas del estado, lo que apunta a redes clandestinas que intentan venderlos como trofeos o mascotas. Si bien Profepa y otras instancias mantienen vigilancia y las penas por matar o comerciar jaguar pueden alcanzar 9 años de prisión, la impunidad y la demanda del mercado negro siguen poniendo en riesgo al “tigre” americano.
El jaguar en la península: Yucatán frente a sus vecinos de Campeche y Quintana Roo
El estado de Yucatán, geográficamente ubicado al extremo norte de la península, históricamente ha tenido una densidad de hábitat para jaguar menor que la de Campeche y Quintana Roo. Sus selvas son más reducidas y fragmentadas, lo que explica en parte que su población de jaguares sea la más baja de los tres estados peninsulares.
En contraste, Campeche y Quintana Roo conservan extensos territorios selváticos prácticamente continuos parte del gran ecosistema de la Selva Maya donde el jaguar encuentra refugio y alimento en abundancia.
Para dimensionar la diferencia, basta mirar a Campeche: en la Reserva de la Biosfera de Calakmul, la última gran selva tropical seca de México, se estima la presencia de unos 500 jaguares por sí sola.
Este enorme enclave (más de 723 mil hectáreas) funge como el corazón del corredor biológico Mesoamericano; recientes ampliaciones mediante áreas protegidas adyacentes (como las reservas Balam-Kú y Balam-Kin) han conformado la región “Gran Calakmul”, donde expertos calculan más de 1,200 jaguares en total.
Quintana Roo, por su parte, alberga otra gran población, su joya ecológica, la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an, junto con zonas como la selva de El Edén (al norte de Q. Roo) y diversas áreas comunitarias, registran altas densidades de jaguar comparables incluso con las del Amazonas.
Sitios como Laguna Om un ejido protegido en el sur quintanarroense presentan densidades récord, gracias a décadas de conservación con participación local.
En conjunto, la Península de Yucatán (Campeche, Quintana Roo y Yucatán) se reafirma como el principal bastión del jaguar en México.
El tercer censo nacional de jaguar (2023/24) arrojó un estimado de 1,699 jaguares en la península, cifra que representa aproximadamente un tercio de la población total del país.
Esto ubica a la región peninsular por encima de otras zonas jaguareras importantes, como la Selva Lacandona en Chiapas o las sierras occidentales.
No obstante, la distribución es desigual: la mayoría de esos ~1,700 ejemplares viven en las vastas selvas del sur (Campeche y Q. Roo), mientras que Yucatán contribuye con apenas un 6-10% de ese total (los <200 individuos estimados).
En palabras de la bióloga Daniela Medellín, investigadora de la ANCJ, “la Península de Yucatán, con 1,699 ejemplares, es la región con mayor número de jaguares en México”, pero dentro de ella Yucatán es el eslabón más débil en cuanto a tamaño poblacional de la especie.
Esta comparación contextual no pretende restarle importancia a los esfuerzos yucatecos; al contrario, subraya la urgencia de redoblar medidas en Yucatán para cerrar la brecha con sus vecinos. Mientras Campeche y Quintana Roo presumen aún de grandes pulmones verdes, Yucatán debe apostar por conectar y ampliar sus parches de selva (como ha empezado a hacer con la Reserva Estatal Geohidrológica del Anillo de Cenotes y la Reserva Biocultural del Puuc).
La coordinación inter-estatal también es vital, los jaguares no conocen fronteras y se desplazan a lo largo de la península.
De hecho, muchas de las áreas protegidas de Campeche y Quintana Roo colindan con Yucatán, formando corredores interestatales que necesitan protección conjunta.
Si bien aún resta mucho por hacer, el jaguar yucateco todavía tiene esperanza si continúa recibiendo atención prioritaria. Los datos más recientes muestran que el número de felinos en Yucatán, aunque bajo, tiende ligeramente al alza gracias a la conservación, cada cámara trampa que capta un nuevo jaguar es motivo de aliento. Pero las amenazas tampoco ceden, la pérdida de hábitat, la caza y los conflictos humanos siguen cobrando víctimas cada año.
El desafío es enorme y el tiempo apremia, el “último rugido” del jaguar en Yucatán no debe significar un canto de despedida, sino el llamado a la acción, como guardianes de este legado natural, instituciones y sociedad trabajan de la mano para que, en un futuro, el poderoso balam vuelva a reinar sin temor en las selvas del Mayab.
Fuentes: Monitoreos de campo y reportes oficiales de la Secretaría de Desarrollo Sustentable de Yucatán e Investigaciones periodísticas del Sistema de Noticias CAMBIO 22
GCH










































