Soldado soviético evitó apocalipsis nuclear
La inteligencia estadounidense pudo saber que la URSS estaba instalando misiles nucleares en la isla, lo que los llevó a advertir a los soviéticos y a Cuba de abstenerse de dicho plan. Tras esto, Estados Unidos impuso una “cuarentena naval” al gobierno cubano, estableciendo un perímetro límite de aproximación a los navíos soviéticos, que de cruzarlos, podría tener consecuencias catastróficas para el mundo.
El submarino sovíetico B-59, superó el meridiano que había establecido Estados Unidos como límite, estaba escondido en el Caribe, aunque no por mucho tiempo pues el ejército estadounidense lo localizó y lo amenazó, lo que provocó una situación casi sin retorno.
De hecho, 50 años más tarde, se supo la situación que se vivió en el B-59 luego de que se desclasificaran documentos de seguridad de ambas naciones.
Tras la presión del buque estadounidense, el capitán Valentin Savitsky, oficial al mando del B-59, totalmente superado por la situación, ordenó disparar un torpedo nuclear en contra de los navíos enemigos, pues estaba convencido de que ya había iniciado la guerra. No obstante, Vasili Arkhipov, de entonces 32 años, rechazó las órdenes de su capitán.
Tratado de Tlatelolco, la postura antinuclear latinoamericana
Tras superar la extrema crisis de tensión que se vivió en la Crisis de los Misiles, diversos políticos latinoamericanos vieron con preocupación que un conflicto de tales dimensiones destructivas estuviera en un rango tan cercano. Por ello, Alfonso García Robles, exsecretario de Relaciones Exteriores de México, promovió una postura antinuclear en la región.
Así, el 14 de febrero de 1967 se firmó en Tlatelolco, en la Ciudad de México, el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, también conocido como, “El Tratado de Tlatelolco”.
Los países que firmaron dicho tratado fueron: Antigua y Barbuda, Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Uruguay, Venezuela y México.
Al firmarlo, los países se comprometieron a la aplicación de la energía nuclear en beneficio de la humanidad y al mismo tiempo promover un desarme nuclear internacional. Así, todos renunciaron a la realización, fomento o autorización, directa o indirecta, del ensayo, uso, fabricación, producción, posesión o dominio de toda arma nuclear.
De acuerdo con el sitio web del Gobierno de México, para el control del Tratado se creó el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina (Opanal) y se contó con la participación y supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
El Tratado de Tlatelolco se convirtió en un ejemplo para distintas regiones. En 2016, el Comité Regional para América Latina y el Caribe, del Programa “Memoria del Mundo de la UNESCO” lo incorporó al mismo, por ser considerado patrimonio documental de valor mundial.
Debido al impacto positivo mundial que tuvo el Tratado de Tlatelolco, en 1982 se otorgó el Premio Nobel de la Paz a su promotor, Alfonso García Robles.