El Silencio que Mata: La Desaparición de Rodrigo Vázquez Coutiño
18 Sep. 2025
Alfredo Griz /CAMBIO 22
Guadalajara, Jalisco.-En México, la desaparición se ha convertido en la condena más brutal y al mismo tiempo la más normalizada. Según datos oficiales, en el país se cuentan más de 114 mil personas desaparecidas registradas en los últimos años. En Jalisco, el epicentro del infierno, hay más de 4 mil casos activos. La tierra tapatía ya no es recordada por sus mariachis o su tequila, sino por sus fosas clandestinas, cuerpos embolsados y una lista interminable de nombres que nunca regresaron a casa.
A ese inventario de horrores se suma ahora Rodrigo Vázquez Coutiño, activista, empresario, político independiente, incómodo para unos y blanco perfecto para otros.
El 27 de agosto de 2025 desapareció en Guadalajara. Y con él, desaparecieron también las pocas certezas que aún le quedaban a una familia que hoy se enfrenta al vacío, al silencio y a la impunidad.
El hombre detrás del nombre
Rodrigo no era un improvisado. Nació en Quintana Roo, pero construyó un perfil de activista incómodo en Cancún, una ciudad tomada por los hoteles, la corrupción inmobiliaria y los cárteles que se reparten las calles a sangre y fuego.

En 2024 intentó registrarse como candidato independiente a la presidencia municipal de Benito Juárez.
El IEQROO le cerró la puerta con el mismo formalismo con el que históricamente excluyen a quien no pertenece a las estructuras partidistas tradicionales. Impugnó, litigó, insistió. Esa persistencia lo convirtió en un estorbo político: un hombre que hablaba demasiado en un lugar donde el silencio es la moneda de cambio.
No era un millonario, pero tampoco un pobre diablo. Se movía en círculos de empresarios medianos, artistas, abogados y activistas. Y sobre todo, tenía algo que incomoda más que el dinero: una voluntad obstinada de ser escuchado.
El día del levantón
El 27 de agosto Rodrigo estaba en Guadalajara, lejos de su Cancún, lugar donde residia. No viajaba por placer. Según testimonios de su madre y amigos, realizaba gestiones en municipios jaliscienses para promover proyectos vinculados a los “pueblos mágicos”. Se hospedaba en una galería de arte, un sitio que servía como refugio temporal.
Esa tarde, hombres armados irrumpieron en el lugar. No fue un robo. No fue un ataque indiscriminado. Había más gente en el recinto, pero fueron directamente por Rodrigo, por un abogado que lo acompañaba y, como daño colateral, por una maestra de arte que estaba en el sitio equivocado.
Nadie pidió rescate. Nadie levantó un teléfono para negociar. No hubo mensajes cifrados, ni advertencias. Se lo llevaron en seco, como quien ejecuta un plan trazado con precisión.

Una madre Dializada, un Grito Ahogado
En Cancún, la señora Clarilú Coutiño lucha contra su propia fragilidad física. Depende de una máquina de diálisis y de la paciencia de médicos que saben que sus riñones no resisten mucho más. Con esas limitaciones, intenta a la vez cargar con la desgracia más dura: la desaparición de su hijo.
“No sé nada de él. No sé si está vivo, si come, si respira”, dice con la voz apagada. Le resulta imposible movilizarse a Guadalajara, mucho menos encabezar protestas o presionar a las fiscalías con plantones y conferencias de prensa. Su cuerpo ya no obedece.
La enfermedad y la burocracia la han condenado al mismo infierno: ver cómo los días pasan, cómo los funcionarios prometen respuestas que nunca llegan, y cómo la esperanza se va apagando.
El tío Abogado: Promesas Rotas
El único que ha intentado mantener un frente jurídico es un tío de Rodrigo, abogado de profesión. Prefiere no revelar su nombre por miedo. Él recibió la promesa de la Fiscalía de Jalisco de que este lunes tendrían listos los resultados de los peritajes de comunicaciones:
Geolocalización de su celular.
Sábanas de llamadas.
Chats de WhatsApp y correos electrónicos.
Movimientos bancarios.
Nada llegó. El lunes pasó. Los papeles no aparecieron. Le dijeron que quizá “la próxima semana”.
El abogado lo sabe: esas periciales son la clave para seguir el rastro, pero también sabe que el aparato judicial se especializa en ahogar la verdad en la burocracia. Y mientras más tiempo pasa, menos probabilidades hay de que Rodrigo siga con vida.
Dos Líneas de Investigación que Apestan a Crimen
Fuentes internas de la fiscalía jalisciense confiaron que las pesquisas tienen dos rutas, ambas teñidas de sangre y política:
1. Los prestamistas “gota a gota” de origen colombiano, aliados del CJNG, que operan en Quintana Roo y otras regiones. Estos grupos no perdonan, y cualquiera que estorbe en su negocio de préstamos usureros y lavado de dinero termina marcado.
La vertiente política en Cancún, donde Rodrigo había desafiado a las élites locales con su aspiración independiente.
Un terreno dominado por una clase política que convive y se asocia con el CJNG y que difícilmente tolera a un actor incómodo, mucho menos a uno que podía exhibir sus vínculos con el narco.
Ambas líneas tienen un punto en común: el cártel más poderoso de México, el Cártel Jalisco Nueva Generación.
La Hija y el Vacío
Rodrigo dejó una hija pequeña de origen colombiano. La madre de la niña, Vanesa N, habló con este medio. Sus palabras fueron un susurro de impotencia:
“No sé nada. Solo sé lo poco que me ha dicho la familia. Me duele no poder darle respuestas a mi hija.”
La menor crecerá con una ausencia y con un silencio que ningún documento judicial ni ficha de búsqueda puede llenar.
Una Desaparición que Ya Huele a Muerte
Las fuentes de la fiscalía lo admiten fuera de grabadora: no se trató de un secuestro. No hubo rescate, no hubo negociación. Fue un levantón con un objetivo directo: desaparecer a Rodrigo.
En México, cuando los días se convierten en semanas, la desaparición casi siempre significa muerte. Los analistas lo saben, las familias lo saben, y los propios funcionarios lo reconocen a media voz: “Es difícil que siga con vida.”
El espejo de la impunidad
Lo más brutal de este caso es que no es único. Rodrigo es solo una pieza más en el rompecabezas de la impunidad. Como él, más de 4 mil familias en Jalisco esperan respuestas que nunca llegan.
Las fiscalías se mueven en el mismo libreto: promesas que se dilatan, peritajes que nunca se entregan, fichas de búsqueda que no llevan a nada. La desaparición se administra como un trámite. Y mientras tanto, las familias cargan solas con la búsqueda, el dolor y la desesperanza.
La política, el narco y la sombra de Cancún
No se puede entender este caso sin mirar hacia Quintana Roo. Cancún no solo es un paraíso turístico: es también un campo minado por el crimen organizado y sus vínculos con las estructuras de poder.
El CJNG tiene presencia sólida en la ciudad. Sus operadores se mezclan con la política local y con los negocios hoteleros. En ese ecosistema, la candidatura independiente de Rodrigo era un estorbo. No porque pudiera ganar, sino porque podía incomodar. Y en una ciudad donde política y narco conviven en la misma mesa, incomodar puede costar la vida. Y sobre todo, a este respecto a todo lo sucedido, se abre una gran interrogante, ¿Quién es el mayor beneficiado de Quintana Roo, por la desaparición de Rodrigo Vázquez?
La certeza amarga
Rodrigo no está. La fiscalía no responde. La madre está atrapada entre la enfermedad y el dolor. El tío abogado se enfrenta al miedo de que le suceda lo mismo y a un sistema que promete lo que nunca cumple. La hija crece con la ausencia.
Y el país sigue sumando nombres a su lista interminable de desaparecidos.
En México, la desaparición no solo borra a la persona. Borra también la memoria, la justicia y la dignidad. Rodrigo Vázquez Coutiño es hoy uno más en esa lista. Pero su historia —cruda, brutal, cargada de omisiones— es también la radiografía de un Estado que ha decidido coexistir con la muerte.
redaccionqroo@diariocambio22.mx
KXL/RCM




















