Redacción / CAMBIO 22

JMM, 25 de septiembre. – El eco de una escritura casi borrada por la colonización resurge en el corazón de Quintana Roo. Entre códices quemados, voces perseguidas y símbolos silenciados, hoy un grupo de investigadores mayas abre un camino para que los glifos vuelvan a contar su historia. Uno de ellos es Omar Chan, originario de Felipe Carrillo Puerto y formado en la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo, en José María Morelos, quien ha dedicado años a la investigación, rescate y difusión de los pictogramas mayas.

La escritura jeroglífica fue prácticamente arrebatada de nuestro conocimiento tras la llegada de la colonización y de nuevas prácticas culturales. Adoptamos el alfabeto latino y nuestra propia forma de registrar la vida quedó erradicada”, explica Chan. Recuerda, con ironía amarga, cómo en 1562 fray Diego de Landa mandó quemar códices mayas en nombre de la fe, para luego intentar reparar el daño creando un alfabeto lleno de errores que confundió símbolos con sonidos.

Ese extravío no detuvo el pulso de la memoria. Con el paso del tiempo, investigadores extranjeros—desde Eric Thompson hasta el lingüista ruso Yuri Knorosov— lograron descifrar que los jeroglíficos mayas no eran simples dibujos, sino un sistema complejo con más de 800 caracteres que combinaban logogramas (palabras completas) y sílabas. Sin embargo, Chan cuestiona el absurdo histórico: “¿Cómo es posible que un ruso viniera a enseñarnos a los mayas lo que siempre fue nuestro?”.

El investigador subraya que el conocimiento nunca se extinguió del todo. Muchas comunidades mantuvieron viva la lengua y las tradiciones de generación en generación. Por eso, desde la Universidad Intercultural han llevado esta investigación a congresos internacionales, en Chiapas y Guatemala, donde se ha confirmado que los textos más antiguos corresponden al maya chol, una raíz de la escritura jeroglífica.

Más allá de la academia, Chan apuesta por devolver el saber a las comunidades. “No podemos llegar hablando de logogramas o sílabogramas porque no nos van a entender. Hay que crear nuevas metodologías, enseñar en lengua maya, compartir desde las prácticas culturales y artísticas propias. Solo así sembramos la semilla de los jeroglíficos en el presente”, afirma.

Ese trabajo, insiste, no es extractivo. No se trata de entrar a una comunidad, llevarse el conocimiento y desaparecer. Su propuesta es construir vínculos duraderos: registrar pensamientos, combatir el analfabetismo y revalorar la iconografía —los dibujos que acompañan
la palabra escrita— como parte de un mismo sistema de memoria. “Si antes los escribas eran perseguidos, hoy queremos multiplicarlos”, dice Chan.

El rescate de los jeroglíficos mayas no es solo un esfuerzo académico, sino un acto de justicia cultural. En cada trazo y cada símbolo que vuelve a la vida, se revive también la voz de un pueblo que se niega a ser silenciado.

 

 

 

redaccion@diariocambio22.mx

AFC

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