El Origen de Colón y Otros Mitos sobre el Almirante
9 Oct. 2024
Redacción / CAMBIO 22
El historiador hispanobritánico Felipe Fernández-Armesto, en la mejor biografía actual disponible sobre Cristóbal Colón, señala con ironía que a comienzos de 1492, cuando los Reyes Católicos tomaron finalmente la ciudad de Granada, existió al menos un partidario de la conquista que fue incapaz de disfrutar de ella: Cristóbal Colón. Mientras las tropas nazaríes desfilaban derrotadas, un grupo de expertos había dictaminado que su proyecto de alcanzar Asia por el océano occidental era inviable.
Desolado, se habría lanzado a los caminos para, al menos, evitarse el jolgorio colectivo y –quién sabe– quizá para pensar si había algún otro reino al que pudiera dirigirse para ofertar su, según él, infalible proyecto. Cuando llevaba un día de viaje, un emisario real lo alcanzó y le ordenó que regresara a presencia de los monarcas, pues habían cambiado de opinión.
El caso de Cristóbal Colón muestra la fabricación de un milagro. El «descubrimiento de América» –como lo llamamos y seguiremos llamando dentro de la cultura occidental, al menos los que pertenezcamos a ella– fue el desembarco de una tripulación formada a toda prisa por marinos veteranos y novatos castellanos y de otros orígenes europeos en un islote de las Bahamas. Lo fundamental fue que con una lógica irrefutable, que duró todavía una década, creyeron estar en Asia. Hoy sabemos bien que América había permanecido miles de años separada de los demás continentes y ahora se vinculó de nuevo a ellos, se reconectó a la globalización.
¿Colón tuvo un precursor?
En el siglo XVI, algunos autores recogieron el rumor de que Colón, en los años en que navegó por el Atlántico en navíos portugueses, tuvo noticia de marinos que habían llegado a lejanas tierras al oeste del Atlántico. Se citaba incluso el nombre de Alonso Sánchez de Huelva, un piloto que poco antes de morir habría revelado a Colón el viaje que él mismo hizo a las Indias, dándole informaciones precisas sobre la ruta que siguió. A menudo se ha considerado que esta historia de un «predescubrimiento» de América fue difundida por los adversarios de Colón para restar méritos a su gesta. Sin embargo, no han faltado los historiadores que la han considerado una hipótesis digna de ser considerada.
Continuando las investigaciones de Juan Manzano y Juan Pérez de Tudela, Christian Duverger, en su edición del Diario de a bordo de Colón (2017), destaca que en su primer viaje, tanto a la ida como a la vuelta, Colón parece seguir una ruta prefijada, sin titubeo alguno, y que en su diario no muestra sorpresa por lo que ve en las Antillas, como si ya supiera lo que se iba a encontrar. Éstos y otros indicios dan fuerza, en opinión de Duverger, a la tesis de un viaje previo, llevado a cabo por otro navegante o por el propio Colón, que sirvió de modelo al de 1492. Colón explicando su proyecto. Óleo por Eduardo Cano. 1856.
Las patrias del Almirante
Desde finales del siglo XIX han aparecido numerosas tesis sobre los orígenes de Colón. Hacia 1892,un historiador gallego lo supuso originario de Pontevedra. A partir de 1915 se argumenta que fue portugués. En 1927, el peruano Luis de Ulloa, que había residido varios años en Barcelona, planteó que era un noble catalán llamado Colom, el mismo apellido que esgrimen desde la década de 1960 los sostenedores de su origen mallorquín. Paralelamente se ha argumentado que pudo ser de familia judía conversa. Pese a ello, los indicios más fiables sostienen la tradicional procedencia genovesa.
Con todo, asumir que Colón nació en Génova no disipa todos los misterios en torno a sus orígenes, sobre todo porque Colón parece haberlos silenciado deliberadamente, tal vez porque eran muy humildes o por tener sangre judía. Si era italiano, sorprende que sólo escribiera en castellano, incluso a destinatarios genoveses. Pero a la vez su castellano estaba plagado de giros extranjeros, en particular portuguesismos, quizá debidos al tiempo que vivió en Portugal.
Por otra parte, los Colombo sólo están documentados en Génova desde inicios del siglo XV, quizá porque llegaron allí desde otro lugar. Tal vez él y su familia fueron perpetuos emigrantes. España y Portugal. Detalle de un mapa de Europa realizado por Jacopo Russo Jorge de Aguiar en 1492.
¿Los rostros de Colón?
Los testimonios literarios, empezando por el de su hijo Hernando, describen a Colón como un hombre fornido, más bien alto, rubicundo, pelo gris en su madurez y ojos claros. Es difícil apreciar hasta qué punto corresponden a esta imagen los retratos del siglo XVI que se han identificado con Colón. Todos son posteriores a su muerte.
El de mayor calidad es obra de Sebastiano del Piombo (arriba). Realizado hacia 1530, muestra a un hombre de gran prestancia y gesto severo. Una inscripción lo identifica con «el marinero ligur Colón», pero fue añadida mucho después. Especialistas recientes sugieren que sería un retrato de un clérigo de Bolonia. Un segundo retrato representa a un hombre de más edad, serio y de ojos caídos. Se ha planteado que formó parte en el siglo XVI de la galería de retratos de hombres ilustres que hizo el humanista Paolo Giovio, pues en el siglo XIX llegó a manos de Alessandro di Orchi al casarse con una descendiente de los Giovio.
Otro retrato, atribuido por algunos a Ghirlandaio, fue descubierto en el siglo XIX por el genovés Giambattista Cevasco. El personaje se identificó con Colón por su parecido con otros retratos, pero es una mera hipótesis.
¿Muerto en la pobreza?
Uno de los tópicos más duraderos sobre Cristóbal Colón es que murió sumido en la pobreza. El origen de esta idea se halla tal vez en una carta escrita por el navegante en Jamaica el 7 de julio de 1503, durante su cuarto y último viaje. En ella dice que en Castilla carece incluso de una vivienda: «Hoy día no tengo en Castilla una teja: si quiero comer o dormir no tengo, salvo al mesón o taberna, y las más de las veces falta para pagar el escote».
Su hijo Hernando abundó en esa queja, al igual que Las Casas, que parafraseó la carta de Colón al escribir que «pasó de esta vida en estado de amargura y pobreza y sin tener, como él dijo, una teja debajo de que se metiese». Pero el lamento de Colón se refería tal vez más a la humillación de perder sus prerrogativas en las Indias que a la pobreza material.
Que no estaba necesitado lo muestra su testamento, en el que repartió entre sus dos hijos, Diego y Hernando, y sus hermanos, Bartolomé y Diego, un patrimonio muy considerable. Sólo Hernando, su segundogénito, debía recibir 1,5 millones de maravedíes que le entregaría su hermano mayor y heredero.
Fuente: Historia National Geographic
HTR/MER