El Guardián de los Cenotes y la Intrincada Lucha de Comunidades Mayas contra la Megaindustria Porcina
20 Mar. 2024
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Samuel García desciende a un cenote para buscar agua para uso doméstico. Debe caminar dos horas por la selva cargando los baldes, porque no dispone de otro transporte.
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Esta es la historia de tres comunidades que resisten a la megaindustria en Yucatán, mientras abajo, como abejas, organizan la defensa de su territorio para conservar el agua y la vida
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Primera Parte
Redacción/CAMBIO 22
Los mayas llaman a las abejas ‘gente’, porque en su mitología el destino del hombre y de esos insectos está ligado. Kaab significa abeja, miel y también universo.
“Buenas tardes, papá. Buenas tardes, mamá. Han venido unos amigos a visitarte, vamos a entrar a tu casa y te quería pedir permiso, mamá y papá, antes de bajar. Estamos haciendo esto de corazón para poder ayudar a cuidarlos y queríamos mostrarles respeto antes de molestarlos”.
Doroteo Hau Kuk ruega el consentimiento de Chaac, su dios de la lluvia, y la protección de los aluxes, los duendes que resguardan el cenote, antes de descender a la caverna de agua con un grupo de turistas. El crujido de las escaleras y el gorjeo de un pájaro reloj resuenan en los treinta metros de hueco iluminado por un chorro de luz que se cuela por la abertura hasta su fondo turquesa.
Doroteo Hau Kuk se movilizó contra la empresa porcícola PAPO (del grupo Kekén) cuando en 2018 inició operaciones en Homún, frente a la amenaza de que las ingentes aguas negras de los cerdos contaminase el subsuelo, los cenotes.
—El cenote es un templo para nosotros. Nuestros papás no nos dejaban entrar aunque estuviese en nuestra área, porque era sagrado. Nosotros respetamos mucho, porque era como un santuario donde venían a hacer ofrendas.
No es entrar y ya está, tenemos que hacer lo que nos han enseñado —cuenta sobre un rito que ahora se mantiene para implorar que los bañistas salgan sanos y salvos.
A sus 62 años, don Doro parafrasea en maya las palabras de agradecimiento que su padre repetía cada vez que bajaba a buscar agua para beber, cocinar, limpiar o regar sus cultivos. También recuerda que cuando era niño los campesinos acudían a las grutas para invocar a Chaac por buenas cosechas y ofrendarle sus mejores mazorcas. Los cenotes siguen siendo la fuente de vida para los 8.000 indígenas de Homún, al occidente de la península de Yucatán, pero ahora como atractivo ecoturístico.
Para los visitantes, los cenotes son una alberca, pero, en la cosmovisión maya se trata de la puerta al inframundo, uno de los tres planos en que se divide el universo junto a la tierra y el cielo. Sus ancestros celebraban todo tipo de rituales en torno a los ciclos de la vida y en su interior se han hallado vasijas, esculturas y restos humanos.
Don Doro encontró unas pequeñas manos pintadas de rojo en una de las paredes del cenote al lado de su vivienda. Por eso lo bautizó como Bal-Mil, ‘lo que está escondido’. Pese a su cojera y sus maltrechas sandalias, el guía turístico camina sin mirar donde pisa por unas resbaladizas piedras que conoce tan bien como las figuras que moldean las incontables estalactitas. Muy a su pesar, tuvo que colocar unos focos de luz para prevenir que los foráneos se tropezaran, se lastimen, o peor aún, aplasten algún animal.
—Si matas una culebra, te mueres tú, porque las culebras o cualquier ser vivo aquí adentro encarna a los aluxes. Y ellos son los dueños del cenote.
Don Doro siempre ha vivido al lado de un cenote. Su padre lo utilizaba para sacar el agua necesaria para la cosecha y el uso doméstico. Ahora lo abrieron al turismo por la necesidad de lograr un sustento, algo que lo considera una ofensa a los dioses y aluxes, seres inanimados, que habitan la caverna.
El ‘abismo’, como lo entendían los antiguos mayas de don Doro, es una de las mil 200 cavidades que componen el Anillo de los Cenotes, un círculo de 180 kilómetros de diámetro formado hace 65 millones de años por el impacto del meteorito que extinguió a los dinosaurios y a gran parte de las especies, lo que permitió la evolución del ser humano. El impacto elevó la superficie marina y creó una llanura de roca caliza cuyos orificios se fueron ensanchando por las precipitaciones acidificadas. Su cráter se conoce como Chicxulub, ‘pozo del diablo’, un término que don Doro tiene prohibido nombrar porque, según su cultura, le traería mala suerte.
La desdicha les cayó de todos modos en 2017, cuando varios polígonos de concreto empezaron a engullir 113 hectáreas de selva —unos 160 campos de fútbol—. La instalación de una granja porcícola puso en riesgo el agua, los cenotes y el sustento de Homún. Sus pobladores saben que cuando llueve fuerte todo se empantana y al poco rato ya se ha secado, porque el agua se escurre con rapidez hacia el subsuelo por hondas grietas. Como dice don Doro, no hay que ser científico para saber que las heces de 49 mil cerdos se iban a filtrar en los cenotes.
Homún se ubica en la zona de recarga del anillo, donde brota la mayor reserva de agua dulce en México, que abastece al 70 % de Yucatán. Pero, eso no fue motivo suficiente para frenar las obras. Tampoco que el anillo se incluyese desde 2009 en la lista Ramsar de humedales de importancia mundial ni que en 2013 lo decretaran área natural protegida, una designación por la que se veda cualquier actividad “no compatible” con el ecosistema, además en este caso, único en el planeta.
—¿Tanto título, para qué sirve? ¿Y quieren poner una granja a cuatro kilómetros de aquí? Nunca imaginamos que esto iba a llegar hasta aquí —reclama el ambientalista maya.
En 2016, el alcalde en turno concedió una licencia de uso de suelo a la empresa Producción Alimentaria Porcícola (PAPO). La megagranja incurrió en todo tipo de irregularidades al instalarse: sin consultar a las comunidades indígenas (que debía hacerse por ley), sin la autorización del gobierno federal necesaria para ocupar un bosque mediano (de nuevo, era un requisito) y sin una medición contrastada de su impacto ambiental (que también debía hacerse legalmente).
Don Doro y un grupo de vecinos se presentaron en una asamblea local que se crispó a tal punto de amenazar al alcalde con quemarle la casa. En la reunión se votó por unanimidad retirar los permisos a la granja, pero la decisión quedó sin efecto legal. Aún así, confiaban en que las autoridades estatales y federales actuarían para paralizar el proyecto al recibir sus quejas durante los meses posteriores.
Doroteo Hau Kuk, fundador y directivo de la organización Ka’anan Ts’onot (Guardianes de los Cenotes) en el cenote Balmil.
—Pensábamos que ya con esa petición a las dependencias del gobierno, todo iba a terminar. Nuestros abuelos nos han dicho que en cada área del gobierno hay expertos muy estudiados que saben lo que hacer —indica el portavoz de uno de los últimos rincones de México que todavía creía en sus instituciones—. Pero, los funcionarios nos cerraron las puertas y nos dijeron que éramos locos, porque iba a traer buenos puestos de trabajo.
La granja inició operaciones en agosto de 2018. Un olor insoportable impregnó el aire. La porosidad del relieve kárstico de la península favoreció la infiltración al manto freático de los excrementos, la orina y los químicos manejados para bañar a los lechones. Los pobladores de Homún, sin embargo, no tenían manera de demostrar estos efectos adversos.
Vista de la granja porcícola PAPO, en Homún, que contaba con 60.000 cerdos. La Corte Suprema ordenó el cierre definitivo de la planta en 2021 tras una demanda presentada por un grupo de niños de la comunidad, debido a un impacto ambiental que atentaría contra el derecho de la niñez a un ambiente sano. La empresa, sin embargo, sigue presentando amparos.
La granja opera bajo un modelo de aparcería: cría y engorda a los cerdos que vende a Kekén (‘cerdo’, en maya), la principal marca del Grupo Kuo, la mayor productora de carne en México. Estos efectúan envíos sobre todo a Japón, Corea del Sur, China, Estados Unidos y Canadá. El negocio porcícola del conglomerado, también dedicado a los químicos y autopartes, registró “un fuerte incremento en el volumen de exportaciones” al gigante asiático, según su balance financiero de 2020.
La industria porcícola requiere de grandes cantidades de agua dulce para limpiar constantemente los corrales y esa abundancia la ofrece Yucatán, donde la producción se incrementó un 36% en Yucatán de 2006 a 2018. La mayoría se exporta a Japón, Core del Sur, China y Estados Unidos.
—Sabemos que nos enfrentamos a empresarios muy poderosos, pero no hay que tener miedo, porque éste es nuestro territorio —se encrespa don Doro—. La culpa no es de los empresarios, sino del gobierno, porque es su responsabilidad y son ellos los que hacen la vista gorda sin importar que nos destruyan.
En septiembre de 2018, una jueza sentenció que la granja significa “un riesgo inminente de afectación al medio ambiente y desequilibrio ecológico grave, cuyas consecuencias serían de muy difícil reparación, dado que una gestión inadecuada de las aguas residuales y de la contaminación sólo se hace patente a largo plazo (…) y la absorción en el manto freático de aguas residuales no tratadas pone en riesgo no sólo la zona en cuestión, sino el acuífero de la península”.
—La Corte Suprema tiene la oportunidad de discutir el principio precautorio y el interés superior de la niñez, que ante cualquier amenaza ambiental debe primar el derecho de las siguientes generaciones. Esto haría que los daños no se pensaran en presente, sino en futuro —aseguraba entusiasmado el activista sobre la posibilidad de que la decisión de la justicia, tomada en mayo de 2021 [dos semanas después de la entrevista], sentase un precedente en México.
Después de esta entrevista, la comunidad de Homún obtuvo una suspension definitiva por el amparo promovido por las infancias, por lo que la megagranja de cerdos deberá estar cerrada hasta que termine el juicio. Además, el 15 de febrero de 2024 un juzgado en Yucatán sentenció que los permisos ambientales otorgados a Homún fueron ilegales.
Continuará…
Fuente: Pie de Página
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