• Pasamos de ser ‘paparazzi’ a convertirnos en espías, para acusar a nuestros vecinos y a servidores públicos por igual.

 

Carlos Celis/CAMBIO22

¿Somos dueños de nuestras propias historias o cualquiera puede llegar y simplemente robarse nuestras vidas? La curiosidad -incluso el morbo- por lo que sucede en la vida de los otros es parte fundamental de nuestra condición humana. “Sin chisme no habría sociedad. El chisme es lo que hace posible a la sociedad como la conocemos”, asegura el antropólogo R.I.M. Dunbar en sus diversas investigaciones sobre la evolución del lenguaje.

El lenguaje nos permite intercambiar información. Saber lo que sucede en la casa del vecino es útil para comparar experiencias y, sin embargo, a nadie nos gusta que se sepa más de lo que nosotros mismos estamos dispuestos a compartir. Mantener nuestra privacidad se ha vuelto muy difícil, y hasta leyes se han modificado para privilegiar la libertad de expresión por encima de nuestro derecho a la intimidad.

¿Se acuerdan cuando era muy común decir “te voy a demandar por difamación”? Pues desde el 2007, el Código Penal Federal despenalizó los llamados “delitos de honor”, dejando sin efecto normas que perseguían actos como la difamación y la calumnia. La despenalización de este tipo de delitos fue propuesta por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) para velar por la libertad de expresión y la libertad de prensa. Sin embargo, tales delitos siguen vigentes en algunos códigos estatales.

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Con el reciente estreno de la película Secretos de un escándalo (May December), se desató una polémica en Estados Unidos y hay quienes afirman que esta podría ser la razón por la que sus actrices protagónicas, Natalie Portman y Julianne Moore, así como el actor Charles Melton y el director Todd Haynes, no fueron considerados para el Oscar.

Cuentan que la película se inspiró libremente en el caso real de Mary Kay Letourneau, la maestra estadounidense que en 1996 abusó sexualmente de su alumno Vili Fualaau, de 12 años de edad, y fue condenada a 7 años y medio de cárcel por violar a un menor. Tras una larga historia (más o menos reinterpretada en esta película), Letourneau murió en 2020, pero Fualaau declaró a medios que se siente ofendido por Secretos de un escándalo porque nunca se pusieron en contacto con él, le faltaron al respeto y le robaron su historia.

El director Todd Haynes y los guionistas insisten en que no se trata de los mismos personajes, pero en un mundo donde la película Barbie no fue nominada a Mejor guion original por estar basada en material preexistente, es muy contradictorio que la única nominación que Secretos de un escándalo recibió fuera precisamente en esta categoría y que, de igual forma, se siga nominando a películas basadas en la vida de personajes históricos (como Leonard Bernstein en Maestro).

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Hasta cierto punto, estamos indefensos como Vili Fualaau. A inicios de la década de 2000, se popularizó el uso de teléfonos celulares y nos acostumbramos a tener una cámara integrada. Fue así que todos nos convertimos en potenciales paparazzi, o sea, fotógrafos fisgones. Con la llegada de los primeros smartphones, como el iPhone en 2007, que ya estaban conectados a internet, se normalizó el compartir imágenes y hacerlas públicas sin el consentimiento de las personas.

Paralelamente, las publicaciones de chismes conocidas como “tabloides”, empezaron a pagar muy buen dinero a fotógrafos improvisados por imágenes comprometedoras de los famosos. Mientras peor la imagen, mejor la paga. Cualquier persona con un teléfono inteligente ya podía vender sus fotografías a medios de comunicación.

Pero con la llegada de 2010, los famosos ya no eran lo más viral en internet. El enfoque se movió hacia nosotros y las redes se llenaron de chismes sobre gente normal y “noticias” tan prevalentes hasta hoy como todas las que tienen que ver con bodas: que la novia no pagó el pastel, que la fotógrafa no entregó las fotos, que la mejor amiga se acostó con el novio… También, pleitos entre vecinos y chismes de personas que se sacan la lotería y se la gastan.

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Surgieron las Ladies y los Lords, las redes sociales se llenaron -hasta hoy- de videos espantosos de gente en situaciones humillantes, y nosotros pasamos de ser paparazzi a convertirnos en espías, para acusar a nuestros vecinos, a rateros y servidores públicos por igual y, sólo ocasionalmente, a alguna celebridad. Cuando los conspiranoicos de las redes sociales señalan al gobierno de querer distraernos reviviendo noticias como el caso Colosio o mostrándonos a un militar extrayendo una granada de la torre de Pemex, yo lo que veo son los videos de la gente que ya compró el Apple Vision Pro y solamente pienso que no necesitamos que el gobierno nos distraiga: el gran distractor somos nosotros mismos.

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Este renovado interés por las historias sensacionalistas de tabloide (podríamos incluir también a la nominada al Oscar, Anatomía de una caída) es ligeramente distinto a la popularidad del true crime que, como ya sabemos, es un género muy exitoso en la actualidad a partir de la popularidad de los podcasts. Así como el chisme le es inherente al humano, el género del true crime se puede rastrear prácticamente a las primeras expresiones del teatro y, en forma impresa, a panfletos y literatura callejera de la Inglaterra de los años 1500.

Pero para 1966, el escritor Truman Capote publicó su aclamado libro A sangre fría, en el que narraba la historia real del asesinato de la familia Clutter y al que llamó “novela de no-ficción”, por lo que algunos expertos opinan que este fue uno de los momentos clave dentro de la cultura popular, cuando el true crime se volvió aceptable entre los intelectuales y para la sociedad en general. Un año después se realizó una película que, honestamente, es ligera si la comparamos con Psicosis de Alfred Hitchcock, que se lanzó 7 años antes y que se inspiró en la figura del asesino serial Ed Gein.

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¿En qué momento surgió la película que elevaría los chismes de tabloide y el true crime al nivel en el que nos encontramos hoy? Propongo una precursora: Star 80, del director y coreógrafo Bob Fosse, sobre el asesinato de la playmate Dorothy Stratten. Aunque este género ya era muy popular en televisión y había gran cantidad de películas para la pantalla chica basadas en historias escandalosas de la vida real (incluso, dos años antes se filmó una sobre el mismo caso con Jamie Lee Curtis), el prestigio de Bob Fosse y su dedicación para contar historias oscuras con personajes inquietantes le dio otro empuje a este género.

Hoy, cuando el chisme es rey y el sueño de la vigilancia masiva se ha vuelto una realidad a través de nuestros teléfonos inteligentes, es interesante que las propias vidas de celebridades como Truman Capote (Feud: Capote vs. The Swans, 2024) y Bob Fosse (Fosse/Verdon, 2019) también reciban el tratamiento de tabloide, pero en la tendencia que ellos mismos ayudaron a iniciar, donde un escándalo se eleva a producto de prestigio que puede ser ganador de premios. Nadie está a salvo.

Distractores digitales – ide-educativo.com

Fuente: La Lista

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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