• Necesariamente incomoda

 

Graciela Machuca Martínez/CAMBIO 22

A principios de los años ochentas me integré a trabajar como enfermera en un programa llamado IMSS-COPLAMAR. De lo que más recuerdo, porque se me quedó grabado, fue la importancia de “la atención Primaria a la Salud”, hoy me referiré al primer nivel de atención médica que básicamente se enfoca en la prevención de las enfermedades.

Esto es, la atención medica integral que se debe brindar en las clínicas de primer nivel de atención, dependientes de las unidades médicas rurales, donde se atendía a la población abierta, teniendo como base de  la participación ciudadana.

En las clínicas, generalmente había un pasante de Medicina, que vivía en la unidad, solo descansaba un día a la semana.

 

Las enfermeras

Una enfermera trabajaba de lunes a viernes y una suplente para sábado y domingo y días festivos, quienes también cubría vacaciones e incapacidades de la enfermera de base, ambas enfermeras deberían salir de la misma comunidad donde conocieran y las conocieran para identificarse lo más posible con su comunidad, sus raíces, su cultura y su lengua.

Los programas de atención medica tenían el objetivo de atender las necesidades básicas de la población, como las enfermedades crónicos degenerativas, gastrointestinales, enfermedades respiratorias, las prevenibles por vacunación, control prenatal, embarazo, parto y puerperio, incluyendo la atención al recién nacido.

El programa de parteras consistía en identificarlas, adiestrarlas y readiestrarlas.

La enfermera debía de contar con un croquis de su comunidad y de sus comunidades asignadas, como áreas de influencia que debería visitar por lo menos una vez al mes, en ese croquis, con su debida pirámide de población debía tener localizados a los pacientes diabéticos, hipertensos, embarazadas, recién nacidos, parteras, curanderos, amén de otros padecimientos.

Aunque las enfermeras tenían horario de 8:00 a 16:00 horas, debían de responder a las necesidades de salud de su comunidad y atender también fuera de su horario si la emergencia lo requería.

 

La Participación Comunitaria

Era un sueño desde la convocatoria a la comunidad para formar comités de participación comunitaria, que identificaran sus necesidades de salud, que se formaran los comités de salud para impulsar el mejoramiento en las condiciones de higiene y prevención hasta sus calles y áreas públicas, debían ser motores de cambio, desde lo más básico en sus viviendas, como hervir el agua, delimitar sus predios para proteger sus animales de patio, cortar la hierba, etcétera.

Un sueño que se lograba, paulatinamente, integrando un equipo multidisciplinario, en el que participaban el médico, la enfermera, un técnico en salud comunitaria y desde luego, la comunidad con la que se priorizaban sus necesidades de salud.

Desde un principio, se planteó esta participación social comunitaria como una contraprestación al servicio médico de su clínica, donde todos los habitantes firmaban ese compromiso. Los resultados  estaban a la vista en las graficas que ilustraban las reuniones mensuales de evaluación con la comunidad.

 

El suministro

Las clínicas debían estar equipadas con material, medicamentos y equipo para solucionar los padecimientos de este primer nivel de atención a la salud, es decir, debían de contar con material de curación para atender una herida o un parto, medicamentos para hidratar o controlar una enfermedad respiratoria, así como la dotación con base en sus necesidades de vacunas.

A las clínicas se les daba mantenimiento una vez al mes, por un técnico integrante de un equipo de supervisión central, pero la limpieza le correspondía a la comunidad.

Lo anterior fue un sueño que vivieron varias comunidades de la zona maya con una clínica que verdaderamente cuidaba su salud en forma integral, como Xpichil, Dzul, Señor, Santa Rosa Tepich, Xhazil Sur en la zona maya, entre otra muchas en el estado, como Allende, Xcalak o Tres Garantías en Othon P. Blanco o como San Juan De Dios, en Lázaro Cárdenas, Punta Allen y Akumal que en ese entonces pertenecía a Cozumel, Dziuche y Candelaria en José María Morelos.

Pero eso se acabó, el sueño de construir una cultura de autocuidado de la salud también, se fue acabando de manera irreversible, hasta llegar a la actualidad, donde esas políticas públicas en materia de salud pública han desaparecido.

Ahora solo se percibe el abandono total en las comunidades, donde personas con enfermedades cronicodegenerativas se encuentran con una tarjeta de Bienestar cuyo monto no les alcanza más que para trasladarse de su comunidad a la cabecera municipal una sola vez y regresar sin nada de dinero ni solución en su padecimiento.

El control prenatal, que estrictamente se llevaba en el programa, está abandonado, cada quien sobrevive de milagro. Claro que la atención de segundo nivel que atendía el programa IMSS-COPLAMAR se la escribo en otra entrega.

Por programas de este naturaleza, México ocupaba los primeros lugares a nivel Latinoamérica en materia de salud pública y muchos países retomaron la experiencia mexicana para fortalecer sus incipientes programas de sanidad, pero ahora, la salud pública en México está  sumida en la ineficacia, en la corrupción, cada año se le disminuye el presupuesto y el poco que le toca, solo tiene fines electorales y asistencialistas.

Mientras el gobierno federal invierte millones de pesos en propaganda para informar que esté construyendo hospitales, los cuales tardarán muchos años en terminarse la obra civil, luego el equipamiento,  para esperar otros ejercicios presupuestales para dotarlos de personal, los hospitales que están en operación, carecen de equipo, camas, personal, medicamentos y de la disposición del gobierno en turno para resolver de fondo el déficit en salud pública, porque el dinero que era para este rubro se lo están regalando a proyectos fallidos como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y Mexicana de Aviación y a las obras militares como lo vemos en la cabecera municipal de FELIPE CARRILLO PUERTO.

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM

 

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