Jorge González Durán/CAMBIO 22

Mabel Rabelino era una escultora de renombre cuando decidió cambiar su residencia de la ciudad de México a Cancún. Nació en Montevideo en 1929. Llegó a vivir a esta ciudad con su marido, del cual se separaría poco después de instalados, probablemente en 1977.

Quizá la última vez que la vi en su casa, que me daba la impresión que estaba siempre en penumbras, fue una noche de un incierto día en un vago mes del 2012.

Llevaba a Uruguay en las venas y a México en los ojos. Vivió casi tres décadas en Cancún -Cancununca, la llamaba ella-. Vivía con su madre, una distinguida dama que ya rozaba los 80 años, y con un gato.

No llevaba una activa vida social, pero estaba enterada de casi todo lo que merecía la pena saber del acontecer comunitario. Recibía cartas con regular frecuencia de la ciudad de México, de Montevideo y de París, ciudad en la que residió una década y en donde coincidió con Porfirio Muñoz Ledo, de quien fue amiga cercana.

Jesús Ocejo me la presentó en 1979, y creo que él también se la acercó a Ignacio Grieko, uuruguayo al igual que ella, que en ese tiempo ejercía de fotógrafo en Cancún.

Cultivaron una cercana amistad. Ella vivía a unos metros de la avenida Cobá, cerca de la mueblería de la apreciable familia Galeazi. En ese entonces yo rentaba un pequeño departamento enfrente de su casa. Algunas mañanas, cuando yo me dirigía casi siempre de prisa a trabajar en la dirección de prensa del Ayuntamiento, la veía asomarse desde su jardín para decirme: “Jorge, péinate por favor”.

Pocas veces la visité, aunque siempre tuve abiertas las puertas de su casa. Nacho la visitaba con mayor frecuencia.

En una de nuestras conversaciones me dijo que le interesaba el tema de la guerra de castas. Había leído mi libro Los rebeldes de Chan Santa Cruz y le interesaba el sitio donde estaba el primer oratorio de la Cruz Parlante, construida a finales de 1850. Una tarde, en el preludio de la noche, me dijo que había elaborado unas maquetas o bocetos de lo que seria un monumento a los héroes mayas de la Guerra de Liberación iniciada en Tepich el 30 de julio de 1847.
Me dijo que había pensado que el monumento podría estar en el sitio donde estaba el oratorio de la Cruz parlante, entonces abandonado en el patio que el Ayuntamiento que encabezó Sebastián Estrella en 1977, había adquirido.
Siendo ya un bien público, allí podía estar el monumento que ella había imaginado como un homenaje a la resistencia de los mayas.

Y puso manos a la obra. Y de sus manos y de su sensibilidad salieron prodigios. Un medio día, Cuauhtémoc Rosado, que estaba de paso en Cancún, nos llevó en su antiguo pero bien conservado Mercedes Benz a Carrillo Puerto, para que Mabel le explicara su proyecto del monumento al alcalde Sebastián Canul Tamayo, quien nos recibió en su despacho con interés y amabilidad. Vio los bocetos y no pudo ocultar su emoción. Le preguntó a Mabel acerca del costo de la obra, y ella respondió que ella no cobraría ni un centavo, que el Ayuntamiento solo tenía que proveerla de los materiales necesarios.

Ella pensaba trabajar con maderas duras: zapote, guayacán y piedras seleccionadas. En las ciudades mayas prehispánicas hay dinteles de zapote que han durado mil quinientos años a pesar del sol y la lluvia, al igual que las estelas mayas de piedra.

Pasaron los años y ya no volvimos a tocar el tema porque las maquetas se cayeron y sufrieron el atropello del tiempo, y nos veíamos muy poco. Lo poco que sé de ella es que quizá a finales del siglo pasado llevó a su mamá, ya enferma, a Montevideo, donde tenían un departamento. Hace unos días una persona que fue vecino de ella me dijo que Mabel estuvo en una estancia para ancianos en Mérida. Pero nadie sabe nada.

Ella trabaja el hierro con maestría. En el patio de su casa tenía su taller y un horno. Porfirio Muñoz Ledo, Mario Moya Palencia y otros personajes de la vida política y cultural del país tiene obras suyas. En la esquina de un parque de París, con muchos árboles y flores, está sembrada una de sus esculturas. La página oficial del Museo de las Artes Visuales de Uruguay dice lo siguiente:

“Nació en Montevideo, el 20 de julio de 1929.

Escultora, ceramista, docente. Estudió escultura en la Universidad del Trabajo, entre 1947-1952 con Heber Ramos Paz y Juan Martín, a su vez ambos, alumnos de Severino Pose; tomó cursos en la Escuela de Bellas Artes de 1952 a 1954. Un año después se radicó en París, donde vivió diez años. Estudió en la Academia Grande Chaumiere con Ossip Zadkine hasta 1957. Francia comenzó a formarse en pedagogía de artes plásticas que, a su retorno a Uruguay, desarrolla intensamente en proyectos y actividades docentes junto a su labor escultórica.

Trabajó como profesora de Expresión Infantil en centros de enseñanza Primaria y Normal, fundó talleres de Artes Plásticas Aplicadas destinadas a la enseñanza infantil, dictó un curso en México D.F. referido asimismo a la formación artística.

Concibió la escultura en tanto integrada en el ámbito comunitario y no confinada a espacios museales, así veía la escultura: “entre pájaros, plantas, construcciones arquitectónicas y los hombres”; según palabras de Rabellino en la entrevista que la crítica María Luisa Torrens le hiciera a propósito de su primera exposición individual en Montevideo, Galería Diri en 1965.

Gran parte de su escultura fue trabajada en hierro, sin embargo con frecuencia integraba piedras, conjuntando “esa paradoja del hombre actual con alto grado de tecnificación (…) con expresiones primarias de la naturaleza”. Consideró investigar con otros materiales para creaciones flotantes en espacios acuosos urbanos. Integró la Bienal de París 1965, Fue seleccionada por Uruguay a participar en la Bienal de San Pablo, 1965.

Realizó exposiciones en galerías de Copenague, Dinamarca, 1964- 1964; Colonia, Alemania, 1964-1965; Los Ángeles, USA, 1966; México DF, 1968, 1969. Participó en salones nacionales adquiriendo premios y distinciones, XXIX Salón Nacional de 1965, XI Salón Municipal, 1959.

El MNAV cuenta con una obra de su autoría, “Germinación”, la que recibió Primer Premio, Medalla de Oro, en el Salón Nacional de 1965”.

Pero no se dice nada de su paso por Cancún, que fueron varios años.

En 1980, Nacho Grieco tomó las fotos de esas maquetas en plastilina, que hace unas semanas tuve la fortuna de encontrar en un cartucho que llevé a revelar. Por fortuna estaban bien conservadas.

¿Alguien sabe de algo Mabel? Aunque han pasado no sé cuantos años, a veces me parece escuchar que me dice: “Jorge, péinate, por favor”. .

 

 

 

redaccionqroo@cambio22.mx

KXL/RCM

WhatsApp Telegram
Telegram


  • CAMBIO 2780 BANNERS SEÑORA 800X900 resultado

  • CAMBIO 2746 BANNERS NIÑOS1 1110X100 resultado