Jorge González Durán/ CAMBIO 22

A mediados de 1975 fui enviado a hacer un reportaje en el ejido Bonfil de Campeche, por el diario Tribuna, que entonces dirigía mi amigo Oscar Díaz Peniche -cuya desaparición desde hace casi tres lustros sigue sin aclararse-.

Eran los últimos meses del gobierno del presidente Luis Echeverría, que le tenia especial consideración a los ejidos llamados Alfredo V. Bonfil de Campeche y de Quintana Roo.

Recuerdo que los dirigentes ejidales me dijeron que toda la niñez iba a la escuela, estaba prohibida la venta de bebidas alcohólicas, salvo los domingos; tenían cursos de capacitación agropecuaria y que a los ladrones y mariguanos los expulsaban del ejido; tenían dos grupos de teatro y dos bandas musicales que amenizaban los bailes que se realizaban los sábados en la noche.

Las mujeres tenían un trato deferente; los hombres que osaban agredirlas física o verbalmente recibían castigos impuestos por las mismas autoridades ejidales.

Querían hacer un ejido modelo a nivel nacional. Con el paso del tiempo esa utopía se frustró.

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM/RCM

 

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