El Ejército se Desmarca de la CIA y Realiza Operaciones en Solitario en el 2025
9 Nov. 2025
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Los golpes del silencio — los operativos de SEDENA sin la sombra de Langley
Alfredo Griz/CAMBIO 22
Desde mediados de 2024 y durante todo 2025, la SEDENA comenzó a operar bajo una nueva doctrina: discreción absoluta, mando único y cero filtraciones. En los cuarteles la consigna se repite como un eco disciplinado: “sin coordinación extranjera, sin testigos”.
Lo que antes era cooperación con la CIA y la DEA se ha transformado en una serie de misiones ejecutadas sólo por unidades mexicanas, muchas de ellas diseñadas en el propio Centro de Fusión de Inteligencia Militar, el núcleo más cerrado de la defensa nacional.
Lo que sigue es un retrato de esas operaciones que marcan el viraje más radical de la política de seguridad mexicana en décadas.
Operación “Sierra Limpia”: Culiacán, febrero de 2025
La madrugada del 14 de febrero, mientras la ciudad de Culiacán dormía, una flota de 22 vehículos militares y drones de observación se desplegaron sin previo aviso sobre el sector norte.

El objetivo: José Ángel Canobbio, alias El Güerito, operador financiero del ala de “Los Chapitos”.
El operativo fue quirúrgico. En menos de 17 minutos, el convoy aseguró la zona, inutilizó la red de comunicaciones local y aisló a tres grupos de choque. La captura fue limpia: sin bajas civiles, sin fuga de información, sin presencia de observadores extranjeros.
Fuentes dentro del Ejército reconocen que este fue el primer operativo “cero extranjero” en Sinaloa en casi diez años.
Ningún asesor técnico de la CIA participó. Ningún enlace de la DEA monitoreó en tiempo real.
El informe posterior lo subraya: “Ejecución total bajo comando mexicano”.

El mensaje fue inequívoco: SEDENA puede ejecutar misiones de precisión sin el respaldo tecnológico de Estados Unidos.
Operación “Niebla del Istmo”: Oaxaca-Veracruz, abril de 2025
En los límites entre Tehuantepec y Sayula, una franja donde el crimen organizado había instalado corredores de tráfico de armas y migrantes, se desplegó un batallón mixto de fuerzas especiales.
Durante semanas, los drones mexicanos —ahora controlados desde una base propia en Puebla— vigilaron la zona sin compartir coordenadas con ninguna agencia estadounidense.
Cuando llegó el día, las unidades se movieron en completo silencio digital: comunicaciones cifradas, sistemas de geolocalización desconectados del enlace binacional.
El resultado: decomisos récord de armas de origen europeo, un convoy de 18 camiones asegurados y la captura de tres operadores logísticos vinculados a redes de contrabando internacional.
Por primera vez, el reporte oficial no incluyó las siglas de ningún organismo estadounidense.

El Ejército lo declaró internamente como “una acción de soberanía estratégica”.
Operación “Pacífico Azul”: costas de Guerrero, julio de 2025
Con la escalada de violencia en los puertos del Pacífico, la Marina y SEDENA unieron fuerzas para interceptar embarcaciones utilizadas por redes que traficaban fentanilo y precursores químicos desde Asia.
Lo que llamó la atención en Washington fue que el operativo se desarrolló sin que México notificara a los enlaces navales estadounidenses.

Durante tres noches consecutivas, buques mexicanos interceptaron tres embarcaciones en aguas interiores y dos en zona económica exclusiva. Los decomisos fueron millonarios: casi cuatro toneladas de precursores químicos, 30 contenedores falsificados y un sistema de rastreo satelital que, según los técnicos militares, había sido manipulado desde fuera del país.
El incidente se convirtió en un punto de fricción diplomática.
Mientras la CIA y la DEA pedían información, la SEDENA se limitó a entregar un informe escueto: “Operación interna, datos reservados”.

Operación “Centinela”: frontera norte, septiembre de 2025
Con la crisis migratoria como telón de fondo, SEDENA lanzó su mayor despliegue terrestre desde 1994: más de 25,000 efectivos en un cinturón que va de Tamaulipas a Sonora.
El objetivo oficial: controlar rutas migratorias y detener flujos de armas.
El objetivo real: marcar territorio.
Estados Unidos solicitó acceso a imágenes satelitales y a los reportes de movimiento. México no los compartió.

Los mandos estadounidenses leyeron la maniobra como un mensaje político: el Ejército mexicano está dispuesto a ocupar la frontera sin compañía ni permiso.
Las cámaras de seguridad instaladas por agencias extranjeras en años anteriores fueron desconectadas.
En su lugar, la SEDENA instaló su propio sistema de monitoreo, desarrollado en colaboración con ingenieros nacionales y técnicos israelíes, pero sin supervisión estadounidense.
El laboratorio del poder
Estos operativos no son simples acciones militares. Son, en los hechos, la nueva doctrina mexicana: independencia operativa frente a la inteligencia extranjera.
El costo ha sido alto. Sin el acceso pleno a la base de datos de la CIA, los tiempos de rastreo se duplican; la precisión satelital se vuelve imperfecta. Pero el Ejército prefiere eso a ceder control sobre su estrategia.

En los círculos castrenses se dice que México está “ensayando su autonomía”.

En Washington, se interpreta como una deriva nacionalista.
Ambas cosas son ciertas.
La reacción silenciosa de Langley
Los reportes de la CIA indican que México está “reduciendo la visibilidad de cooperación operativa”, lo que en su lenguaje significa: se nos cerraron las puertas.

Agentes que antes operaban desde consulados y unidades conjuntas han sido reubicados o reasignados. La nueva regla mexicana exige revisión directa de cada acreditación de inteligencia.
Los enlaces técnicos están congelados. Las bases de datos compartidas ya no fluyen como antes.
Langley lo sabe: cada operación “sin colaboración” mexicana es también un golpe simbólico a la hegemonía de su influencia en el hemisferio.
El eco de los fusiles
En los salones del poder mexicano se escucha una frase que resume este momento: “Ya no se trata de quién dispara, sino de quién manda la orden.”

SEDENA ha decidido que esa orden sea mexicana, incluso si eso significa aislarse.
En las oficinas de inteligencia de Washington se escribe otra conclusión, con la frialdad de los analistas: “México quiere soberanía, incluso si le cuesta eficacia.”
Entre ambas frases se abre una grieta que ya nadie intenta cerrar.
Porque detrás del combate al crimen, lo que está en juego es algo más profundo: el control del país, y quién tiene el derecho de decidir su guerra.
redaccionqroo@diariocambio22.mx
AFC/RCM





















