• Lo que tiene que lograr el próximo secretario de Economía es ni más ni menos que levantar la inversión privada, especialmente la extranjera, que ya anda claramente de capa caída en México.

 

Enrique Quintana/ CAMBIO 22

Marcelo Ebrard ya comenzó a realizar el trabajo de ‘bombero’, para el que tiene muchas cualidades.

El desafío que ahora tiene es más difícil que las encomiendas que tuvo en el pasado, cuando andaba comprando pipas o consiguiendo vacunas.

Ahora lo que tiene que lograr es ni más ni menos que levantar la inversión privada, y especialmente, la inversión extranjera, que ya anda claramente de capa caída en México.

Aparte de llamadas y reuniones privadas, ayer anunció que el 15 de octubre, dos semanas después de que Claudia Sheinbaum haya tomado posesión de la presidencia de la República, se realizará el ‘CEO Dialogue’ (Diálogo Anual de Alto Nivel de Empresas de EU y México), que contará con la asistencia de Claudia Sheinbaum.

Ebrard confirmó la asistencia de 45 directivos, de los que 30 tienen empresas que ya se encuentran en México, mientras que señaló que otros 15 prevén inversiones en el 2025.

Va a ser necesario desplegar todas sus dotes de persuasión, pues las dudas de las empresas respecto a la perspectiva económica del país son muy claras y ya se han hecho notar desde el segundo trimestre.

Ayer, el INEGI dio a conocer los datos de oferta y demanda, de donde se observa el comportamiento de la inversión privada.

El ritmo más elevado de la inversión de las empresas del sector privado ocurrió en el tercer trimestre del 2023, cuando creció a una tasa anual de 23.5 por ciento. Era el momento en el que estábamos emocionados con el nearshoring.

La realidad es que la inversión fue perdiendo fuerza y en el cuarto trimestre del año pasado creció al 17.4 por ciento; en el primero de este año, su ritmo fue de 10.5 por ciento, pero en el segundo ya fue de solo 5.5 por ciento.

No sería nada sorprendente que viéramos cifras negativas en la segunda mitad del 2024.

Aun los inversionistas que tienen una visión positiva están considerando bajar el ritmo de sus proyectos, o posponerlos de plano hasta no ver con claridad lo que va a suceder con el conjunto de reformas que ya se han aprobado o eventualmente se aprobarán por el Congreso.

Desde luego, la que más preocupa es la reforma judicial, que implica un cambio en las reglas del juego respecto al Estado de derecho.

Pero, además de este ambiente interno, Ebrard tendrá que lidiar con un entorno que apunta hacia un freno de la economía norteamericana.

La decisión de la Reserva Federal ayer de recortar en medio punto las tasas de interés muestra un cambio en su principal preocupación.

 

Manifiesta confianza en que la inflación ya está en un curso claro de alcanzar el objetivo de 2 por ciento, pero al mismo tiempo expresa la preocupación por la ruta que puede tener en los siguientes meses la actividad económica.

Recuerde que la Reserva Federal es de los muy pocos bancos centrales que tienen un doble mandato: preservar un bajo nivel de inflación y la mayor actividad económica posible.

 

No se visualiza aún una recesión en el horizonte, pero sí se ve un mercado laboral que ya se ha desacelerado y que podría empezar a mostrar registros más bajos o incluso negativos en los siguientes meses.

En ese entorno, es factible que muchas empresas decidan posponer proyectos.

Pero, además, hay que tomar en cuenta que también estamos con elecciones en puerta en Estados Unidos.

Una eventual presidencia de Trump con reducciones del impuesto sobre la renta corporativo podría hacer reconsiderar proyectos, para ubicarse en EU. Y un freno a las medidas dirigidas a la transición energética también cambiaría las cosas.

Lo hemos dicho en este espacio repetidamente, pero conviene recordar que tradicionalmente en México el primer año de cada nuevo gobierno trae consigo un importante freno de la economía, aun si no hay un entorno tan complicado como el que hoy vivimos.

Solo le recuerdo brevemente los primeros años de los últimos gobiernos. En 2019, con AMLO, la economía cayó 0.25 por ciento; en 2013, con Peña, creció apenas 0.85 por ciento; en 2007, con Calderón, creció 2.07 por ciento; en 2001, con Fox, cayó 0.45 por ciento y en 1995, con Zedillo, retrocedió en 5.9 por ciento.

Las cifras son contundentes.

Si no se logra generar una corriente de confianza entre los inversionistas privados, el escenario más probable para 2025 será o un estancamiento, o de plano una recesión.

Ojalá me equivoque.

 

 

 

 

Fuente: EL FINANCIERO

redaccion@diariocambio22.mx

AFM

 

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