• La heroica resistencia de un fuerte durante la guerra de 1812 aseguró la supervivencia de la joven nación y dio origen a un poema que sería su himno oficial.

 

Redacción/ CAMBIO 22

En 1783, los Estados Unidos se convirtieron en una nación independiente tras sacudirse el yugo británico en la Guerra de la Independencia, pero aunque las dos primeras décadas de su existencia fueron pacíficas, en 1812 el país entró de nuevo en conflicto contra Gran Bretaña.

Las causas del conflicto fueron múltiples y complejas. Por un lado, el bloqueo comercial al que Inglaterra sometía a una Europa dominada por Napoleón impedía a los americanos exportar sus productos, y por el otro, los buques de guerra de la Royal Navy secuestraban a marinos estadounidenses con los que completaban sus tripulaciones.

Canadá era también una provincia muy codiciada por los Estados Unidos, que ya habían intentado conquistarla en 1775, y dado que los británicos estaban enfrascados en una guerra con Francia, este parecía el mejor momento para anexionárselo.

La guerra empezó pues en julio de 1812 con la invasión americana de Canadá, una campaña que aunque logró sonados éxitos como la conquista de Toronto y la derrota de la Navy en el lago Eire, no consiguió conquistar la provincia. Ello permitió a los británicos contraatacar en 1814, una vez derrotado Napoleón, enviando un ejército que capturó Washington y quemó la Casa Blanca.

OBJETIVO BALTIMORE

Tras la caída de la capital, los británicos pusieron sus mira en Baltimore, la segunda ciudad más grande de Estados Unidos y uno de sus mejores puertos, cuya captura sería un duro golpe para la flota de fragatas que les disputaba el control del mar. Por ello, el 12 de septiembre 4.500 soldados y marines tomaron tierra en North Point, al oeste de la ciudad, entablando batalla con un destacamento de 3.200 americanos que bloqueaban el camino.

La batalla empezó con un ataque frontal británico que debía servir de cobertura a una maniobra envolvente del 4º regimiento, una atrevido gambito en el que los casacas rojas sufrieron numerosas bajas, incluyendo al general Robert Ross, pero que dispersó a los americanos al tomarles por el flanco.

Derrotados, estos se reagruparon en la carretera que llevaba a Filadelfia, donde 10.000 defensores habían excavado una línea de trincheras y reductos que hacía imposible el ataque a Baltimore. Era necesaria pues la participación de la marina, que para superar estas defensas debía abrir primero un acceso al puerto con la destrucción del fuerte McHenry, que guardaba la entrada.

UN DURO BOMBARDEO

El almirante Alexander Cochrane decidió neutralizar la fortaleza mediante un bombardeo naval, tarea para la que contaba con las bombardas Terror, Volcano, Meteor y Devatation, equipadas con morteros, a las que se le añadía un buque equipado con cohetes Congreve: el Erebus.

En el fuerte McHenry, una guarnición de 1.000 soldados mandados por George Armistead esperaba con aprensión el ataque, que se inició la mañana del 13 con una lluvia de granadas y cohetes a la que los americanos respondieron con sus cañones navales.

Dado el poco calado de la costa el ataque se llevó a cabo a gran distancia, de manera que aunque 1.800 proyectiles fueron disparados sobre del fuerte la mayoría fallaron o estallaron en el aire, causando solo 28 bajas entre la guarnición durante las 27 horas que duró el bombardeo. Por su parte el fuego americano quedó corto la mayoría de las veces, por lo que solo hubo un herido en el escuadrón británico.

Con su munición agotada y sin haber causado grandes daños en el objetivo, las bombardas se retiraron la mañana del 14, dejando a los americanos maltratados pero invictos en posesión del fuerte. Sin el apoyo de la flota, el ataque por tierra era impracticable, de modo que los británicos no tuvieron más remedio que embarcarse y probar suerte en Nueva Orleans, donde fueron derrotados en la última batalla de la guerra, librada curiosamente en 1815 después de que ambos bandos hubieran firmado la paz.

BARRAS Y ESTRELLAS

La indómita resistencia del fuerte inspiró al abogado Francis Scott Key, quien había presenciado el ataque desde el puerto, a dedicarles un poema en el que describía con júbilo cómo “los primeros rayos del alba iluminaron “las brillantes estrellas y anchas barras”, que ondeaban “sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes” pese al intento británico de acabar con la joven nación.

La obra fue publicada en Baltimore por su hermano tres días después de la batalla, acompañada por una melodía de John Stafford Smith, que lo convirtió en una popular tonada republicada por los principales diarios del país.

Con el título de “La bandera estrellada” la canción se siguió cantando una vez terminada la guerra, pero pese a su popularidad no se convertiría en el himno oficial del país hasta 1931, cuando el presidente Herbert Hoover lo convirtió en lo que es hoy en una de las melodías más conocidas del mundo.

 

 

Fuente: National Geographic

redaccion@diariocambio22.mx

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