Era una manera de sembrar semillitas y brotar esquejes a partir de mi carrera frustrada de futbolista. Y, por otro lado, homenajear esta parte botánica que aprendí de ella.
El día de la inauguración en el museo en el centro histórico de la ciudad de Tlaxcala, el pasado martes,se armó una comilona muy conmovedora, porque llevé tortillas ceremoniales estampadas y el museo puso guisados, además de bebidas tradicionales, como agua de barranca, que es una especie de tejate con cacao. Se hizo una cosa muy bonita que entiendo como nuestra cultura; nosotros comemos y compartimos nuestra cultura, ya después está el arte
, relató en entrevista el pintor y grabador, quien anunció que la próxima parada de sus balones será en los jardines del Museo de Arte Moderno, en Paseo de la Reforma.
“Balón ponchado primero circuló alrededor del Templo Mayor, en el Antiguo Palacio de la Autonomía, luego fue el Centro Cultural de España, que está justo enfrente del gran juego de pelota de Tenochtitlan; entonces el contexto que le dimos fue el de esta cancha”. Sobre la calle de Guatemala se instalaron unos medios aros del juego ceremonial, se convirtieron en porterías de una cascarita que tomó lugar sobre lo que alguna vez recibió a los guerreros mexicas y se hicieron torneos informales de balompié.
Luego, se trasladó a la Casa Universitaria del Libro, con un vestíbulo muy bonito con piso de mármol, donde se transformó el sentido de la pieza. “De ahí cambió de juego, y Fuera de lugar llegó a Tlaxcala. En este ámbito se llama ‘estrategia de arte específico’; es decir, tomar las variables de cada lugar para darle un contexto referencial. Entonces, la etimología de Tlaxcala es lugar donde abundan las tortillas de maíz, de ahí la investigación de empezar a trabajar con la masa. Me puse a aplastar bolitas de maíz, intenté hacer un balón con la masa, lo cual fue un tremendo fracaso, ya que como material constructivo es muy malo, aunque como material alimenticio sea muy bueno”.
Luego, Rodrigo Ímaz descubrió en el pueblo de Tlalpan había un establecimiento donde hacen tortillas de tipo ceremonial, que es una tradición otomí. Se utiliza una matriz de grabado como de xilografía con una placa de madera, se entinta con un pigmento natural y la masa fresca se pone sobre ésta, queda estampada y luego simplemente se coloca sobre el comal.
“Aquí ocurre algo milagroso, que no calculé: cuando la tortilla sale bien, se infla y recupera su naturaleza esférica. Todo este fue el contexto con el que llegamos al Museo de Arte de Tlaxcala, donde se instalaron los 100 balones y una mesa de trabajo con la masita.”