Disco Duro / Playa del Carmen: El Paraíso que se Desdibuja
28 Jul. 2025
Alejandro Jiménez / CAMBIO22
Playa del Carmen atraviesa uno de los momentos más delicados de su historia turística reciente. Lo que alguna vez fue un destino vibrante, de ocupaciones completas y encanto caribeño, hoy muestra señales claras de deterioro estructural. Las cifras lo evidencian y los testimonios lo confirman.
Este verano, en plena temporada alta, muchos hoteles están reportando niveles de ocupación de apenas el 50% —o incluso menos— algo impensable hace apenas una década. Y la situación no se explica solo por la inflación o los cambios de hábitos del turista: tiene raíces más profundas.

El primero de los factores es el sargazo. Desde hace varios años, este fenómeno natural ha dejado de ser ocasional para convertirse en una amenaza crónica. En 2025, el Caribe mexicano se preparó para recibir una cifra récord de más de 400 mil toneladas, aunque algunas estimaciones apuntan a que podrían superarse las 522 mil toneladas.
La afectación ha sido severa en Playa del Carmen: el recale ha llegado con tal intensidad que incluso el mal olor por la descomposición del alga se percibe en la Quinta Avenida, dañando la imagen urbana y espantando al visitante.
Desde hace siete años, el anterior gobierno federal eliminó los fondos públicos destinados a la promoción turística, bajo el argumento de centralizar recursos. Desde entonces, Playa del Carmen ha sobrevivido en materia de marketing internacional gracias al esfuerzo de los grandes consorcios hoteleros y de algunos grupos privados, pero claramente no ha sido suficiente.
La inversión individual que hacen los hoteleros no logra equilibrar el déficit institucional, ni en difusión ni mucho menos en seguridad. Hoy, Playa del Carmen compite con gigantes del turismo internacional y con destinos similares del Caribe sin un plan de promoción sólido y sin una narrativa clara que la posicione en el mapa global como un destino atractivo y seguro.

A esto se suma otro de los problemas más visibles: la Quinta Avenida, otrora vitrina peatonal del Caribe mexicano, está hoy saturada de ambulantes. La experiencia turística se ha precarizado. A cada paso, los visitantes son abordados por vendedores que ofrecen desde tours hasta souvenires, muchos sin regulación, sin calidad y sin garantías. La informalidad ha tomado el control del espacio público, desplazando a los negocios establecidos que pagan rentas altas, licencias, permisos y una larga lista de contribuciones municipales.
Los hoteleros y restauranteros, de hecho, viven bajo una presión constante del propio gobierno municipal, que les impone cada vez más cargas fiscales, mientras los servicios públicos no mejoran. El manejo del Derecho de Saneamiento, que supuestamente debe invertirse en limpieza de playas, infraestructura turística o combate al sargazo, carece de transparencia.
La inseguridad tampoco ayuda. Aunque Playa del Carmen no ha llegado a los niveles de violencia de otras regiones del país, la percepción de riesgo crece: Es común escuchar balaceras en las principales calles y avenidas del municipio, lo que ha sido una invitación a no regresar para los turistas.
Los abusos de taxistas contra turistas son una constante: cobros desmedidos, amenazas, negativa a usar taxímetros y ausencia de regulación visible. En redes sociales abundan los testimonios de visitantes que son obligados a pagar mil pesos por recorridos de apenas tres kilómetros, con la amenaza de ser bajados del vehículo en zonas inseguras si no acceden.

Hay voluntad de la comunidad turística local, sí, pero el esfuerzo privado choca con un entorno institucional que parece más dedicado a recaudar que a construir soluciones. Mientras tanto, los hoteles pequeños —que no tienen los recursos de una cadena internacional— ven cómo se alejan los turistas, cómo se encarece la operación diaria y cómo se desdibuja la promesa del paraíso caribeño.
El riesgo para Playa del Carmen es claro: convertirse en un destino de segunda, informal, sin promoción, sin orden ni control. No es demasiado tarde para revertir el deterioro, pero sí es urgente actuar.
Hace falta una estrategia integral de promoción, inversión pública sostenida, control del comercio informal, regulación efectiva del transporte turístico y una política ambiental que asuma que el sargazo ya no es una excepción, sino una nueva normalidad. Si el paraíso se desdibuja, será más por omisión que por fatalidad.
Fuente: El Sol de México
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