Redacción/Cambio22

El amplio césped podado, los árboles frondosos, las canchas deportivas que brillan de tanta iluminación, la seguridad que se transpira y el brincolín —sobre todo, el brincolín de las áreas comunes donde los niños juegan— es lo que envidia Celia de los ricos que viven en una colonia residencial a la que va diario como trabajadora del hogar. Me lo dice sentada en una banca de madera podrida sobre la que platicamos una tarde de agosto, mientras la llanta del patín del diablo que maneja su hijo de 7 años se atasca en un caminito hecho trizas en esta, el área verde más pequeña que existe en todo Cancún, Quintana Roo. Llena de basura y vegetación silvestre, se encuentra cerca de su casa, ubicada en la periferia de la ciudad. Mientras conversamos, una persona en situación de calle al fondo no para de gritar y reírse como de un chiste que solo él entiende.

Celia Pérez Godínez es una madre soltera de 33 años originaria de San Marcos, Guatemala. Migró en 2013 a Cancún, el excesivamente promocionado destino turístico más importante de México. Pocas veces tiene tiempo y dinero suficientes para ir a la playa y no encuentra áreas verdes o espacios públicos dignos y seguros para que su hijo juegue.

—Allá se escucha de Cancún una maravilla, pero llega uno y… una decepción— se queja Celia.

Cancún es la ciudad más joven de México. A sus 54 años de vida, es famosa por su éxito turístico y su fracaso como proyecto urbano. Fue diseñada desde cero en los años setenta con la intención de crear un nuevo destino paradisíaco en el país. Antes todo era selva, hoy hay cientos de hoteles. Se trata de una mancha urbana ideada para 200 mil personas pero que ya rebasa el millón. Se trata, también, de un acelerado desarrollo inmobiliario que ha mordido palmo por palmo la vegetación. De acuerdo con una investigación reciente de Christine McCoy, académica de la Universidad del Caribe (Unicaribe), en la actualidad la mayoría de la gente de Cancún vive sin el mínimo de áreas verdes o espacios públicos para la recreación, el esparcimiento, el descanso o el encuentro. Esto es así sobre todo en aquellas regiones donde se encuentran los más vulnerables.

Desaparece la selva

Cancún se ha desarrollado a costa de la deforestación. En 20 años (2001-2021) ha perdido al menos 30,000 hectáreas de selva, según datos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Esto equivale a 44 veces el área del Bosque de Chapultepec. En el terreno arrancado a la selva ahora hay proyectos residenciales y hoteleros.

A nivel federal, tan sólo de 2018 a la fecha, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha recibido 40 solicitudes de cambio de uso de suelo, según una revisión hecha por WIRED. De aprobarse, desaparecerán 650 hectáreas de selva más: otro Bosque de Chapultepec.

Un ejemplo de estos proyectos es cumbres Elements. La autoridad aprobó en 2019 remover 74 hectáreas de selva mediana subperennifolia, donde había especies vegetales como el tzalam, el zapote, la flor de mayo, la palma chiit o el jobillo, pero también animales como la boa, el tlacuache, la zorra gris. Esto para abrirle paso a un nuevo proyecto habitacional de más de 1,500 viviendas, ubicado sobre la Avenida Huayacán, una de las zonas de reciente crecimiento de Cancún, convertida en uno de los puntos de mayor plusvalía.

A nivel estatal, de acuerdo con datos obtenidos vía Transparencia, se han tramitado en el mismo periodo al menos 1,700 constancias de compatibilidad. Se trata de un documento oficial requerido por la Secretaría de Desarrollo Territorial Urbano Sustentable (Sedetus) para proyectos de gran impacto urbanístico que no están sobre terrenos federales y que ocupan cada vez más espacio en la ciudad. Entre estos figuran 2,247 viviendas diminutas y populares, por un lado, así como un hotel de lujo todo incluido de 20 niveles y 429 cuartos, por otro. Ninguno contempla parques públicos o áreas verdes a desarrollar o mejorar.

Al norte de la ciudad se quita selva para edificar fraccionamientos de lujo adornados con pasto y al sur se tienden planchas de concreto donde se replican proyectos de casas muy pequeñas en una ciudad que ha sobrepasado desde hace más de una década su capacidad de carga turística, tal y como muestra otro estudio de Christine McCoy, investigadora de la Unicaribe. A esto debemos sumar los inmuebles abandonados: 1,300 casas, según datos entregados vía Transparencia por el Infonavit.

Estos son buenos ejemplos para mostrar el desarrollo urbano no sostenible, la desigualdad social y la fascinación por el cemento, piensa McCoy. Por un lado, en el sur de la ciudad, donde se removió la selva para hacer fraccionamientos con jardines para gente acomodada, gozan de 9.3 metros cuadrados de áreas verdes por persona, muy cercano a lo que la Organización Mundial de la Salud marca como óptimo. Por el otro, en el norte de la ciudad, donde se encuentran los conjuntos de vivienda de interés social (consideradas zonas dormitorio de los trabajadores de la industria turística) cuentan con apenas 2.3 metros cuadrados de áreas verdes por cada individuo.

Es injusto, sostiene McCoy en entrevista, porque en la primera zona viven apenas 35,000 personas (4% de la población, los de mayor ingreso económico de la ciudad), mientras que en la segunda viven Celia y otras 500,000 personas (el 50% de la población, los de mayor marginación), que se deben conformar con espacios poco dignos.

El lugar en el que tuve mi encuentro con Celia y su hijo un día de agosto es el área verde más pequeña de todo Cancún. Es apenas del tamaño de una casa mediana y está ubicada en la Supermanzana 68. Es la única a diez colonias a la redonda. Se trata, de hecho, de un diminuto cenote urbano. Como no lo visita ningún turista, está lleno de basura y su agua es verde y espesa. Fue cercado para que a nadie se le ocurriera entrar. Alrededor hay tres columpios, dos resbaladillas, dos subibajas y la mitad de la mitad de una cancha de básquet, sobre la que pernocta aquella persona en situación de calle que nunca dejó de gritar.

—¿Qué te parece este sitio?

—Está muy reducido. Siento que no es un parque donde quisiéramos estar libremente. A mí me gustaría que hubiera más y que cada parque tuviera diferentes juegos, por ejemplo, uno brincolín, otro columpios. Así cada persona podría elegir a cuál ir, porque en todos los parques son lo mismo, con los mismos juegos y los niños se aburren— responde Celia, quien llegó al parque acompañada de Guadalupe Sánchez, una adulta mayor, cuya única amiga es esta migrante guatemalteca.

De ahí la importancia de los espacios públicos, dice McCoy. “Son generadores de cohesión social, en donde las personas se encuentran y reconocen, creando identidad. Ayudan a hacer más denso el tejido social, contribuyendo a mejorar la seguridad, principalmente en grupos vulnerables, como mujeres, adultos mayores e infancias”, afirma la académica.

Sin parques y con violencia

Las áreas verdes y parques públicos ayudan, además, a mejorar la percepción de seguridad y, cuando están en buenas condiciones, a inhibir la comisión de delitos, dice en entrevista Zury Rodríguez Trinidad, directora de Prevención del Delito de la Secretaría de Seguridad de Cancún. Esto se debe a que un espacio público lleno de gente fomenta la interacción entre los vecinos. Hay más ojos viendo lo que sucede alrededor y la gente tiene la oportunidad de distraerse, descansar o ejercitarse en un lugar destinado para ello.

Dentro de la Dirección a su cargo, comenta, hay un equipo encargado de chapear áreas verdes descuidadas, porque sabe que un lote baldío representa un riesgo, sobre todo para mujeres, que podrían ser asaltadas o violadas ahí. Cancún tiene una de las tasas más altas de delitos sexuales del país (17.9 carpetas de investigación por cada 100,000 habitantes en el primer semestre de 2024, más del doble que la media nacional, de 8.2, según la Secretaría de Seguridad Ciudadana de Quintana Roo).

En el primer semestre del año, Cancún registró 21 colonias con una incidencia alta o muy alta de delitos, de las que 19 se encuentran en la zona norte, donde, precisamente, escasean las áreas verdes o parques públicos y donde hay sobredensificación o hacinamiento. La colonia llamada Región 227 encabeza esta lista, con 743 llamadas de emergencia al 911 hechas por violencia contra la mujer.

—Aunque no lo crea antes estaba peor, antes había mucho más asaltos o dejaban cuerpos tirados, pero desde que está iluminado no ha pasado nada de esas cosas por aquí —dice Miguel Ávila, un vecinos entrevistado en uno de los parques públicos que la federación construyó este sexenio como parte del Programa de Mejoramiento Urbano, implementado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu).

En 2021 se invirtieron más de 90 millones de pesos en la construcción de dos mercados públicos, un centro de desarrollo comunitario, dos parques y la renovación de dos más, entre ellos el Parque de los Gemelos, donde platiqué con Miguel Ávila.

—Aquí eran dos canchas, bueno, eran más “polvorines” que canchas en sí, ¿no? Que estaban divididas por una calle, por eso le decíamos “los gemelos” y así se le quedó. Las unieron e hicieron este nuevo parque —explica.

febrero 2022 – Mi México

Ahora hay dos canchas de fútbol con pasto artificial, dos canchas de basquetbol, un espacio con juegos infantiles, todo un pasillo amplio y techado donde se practica box, mucha luminaria, y más de 150 personas entrenando, ejercitándose o simplemente descansando sobre una banca la noche que lo visité.

Las dos hijas de Miguel Ávila, ambas en secundaria, vienen diario a practicar básquet y forman parte del club Alab óol (el último aliento en maya). La mayoría del equipo vive en la Región 227, pero también hay gente que se traslada una hora para llegar aquí, porque donde vive no hay canchas públicas.

Todos, a petición del coach Alexis Zepeda, se involucran con el mantenimiento del parque, barren, limpian, se cuidan entre ellos y ninguno ha presenciado un asalto o visto un cuerpo tirado.

Hay luna llena, algunos le toman fotos o videos, mientras otros disputan un juego amistoso donde nadie pierde y todos ríen.

 

 

 

Fuente: Wired

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