Redacción/CAMBIO 22

El número de personas que pasan hambre y que se enfrentan a inseguridad alimentaria ha aumentado drásticamente durante la pandemia de COVID-19 en América Latina y el Caribe y las consecuencias de la guerra en Ucrania, en particular en lo relativo al suministro de fertilizantes, podrían agravar este problema. Conscientes de ello, los 22 países reunidos en la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo este fin de semana se han marcado como objetivo hacer frente a esta situación.

Según los últimos datos de la ONU, de 2021, en la región había 56,5 millones de personas que pasaban hambre, lo que representa al 8,6% de la población y supone la tasa más alta de prevalencia desde 2006. Desde 2019, con el inicio de la pandemia, la cifra de quienes pasan hambre en esta parte del globo se ha incrementado en 13,2 millones.

Por otra parte, el número de personas que se enfrentan a inseguridad moderada o grave, es decir, que tiene problemas para garantizar su sustento y poner un plato de comida sobre la mesa, está en América Latina y el Caribe por encima de la media mundial. Así, este dato representa al 40,6% del total –267,7 millones en 2021 frente a 205,2 millones en 2019– mientras que a nivel mundial es del 29,3%.

La región se enfrenta a “múltiples crisis que están socavando la seguridad alimentaria de las personas más vulnerables“, subraya la directora regional del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Lola Castro, en declaraciones a Europa Press, señalando que “a la lenta recuperación tras la pandemia” que golpeó con especial virulencia a estos países y los desastres producidos por el clima extremo se suman ahora la “crisis energética, financiera y de alimentos” que ha provocado la guerra en Ucrania.

Una de las consecuencias de estas múltiples crisis son los movimientos migratorios que se han venido registrando en los últimos años en América Latina, destaca, subrayando que “todo un continente está en movimiento porque las familias desean llegar a un lugar en donde poder trabajar para poder tener los ingresos suficientes para suplir sus necesidades básicas, principalmente poner un plato de comida en la mesa“.

POBREZA EXTREMA

Sin embargo, esto está fuera del alcance de cada vez más personas en la región. Según las estimaciones de Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), para finales de 2022 el 32,1% de la población, o lo que es lo mismo 201 millones de personas, estaban en la pobreza.

Pero el dato que más preocupa es el de las personas en situación de pobreza extrema, el 13,1% del total y que se traduce en 82 millones. Esto supone 15 millones más que antes de la pandemia y un retroceso de un cuarto de siglo para la región en su lucha para erradicar esta lacra.

La región había iniciado una lenta recuperación tras la pandemia después de que los gobiernos se endeudaran para garantizar la protección básica a los ciudadanos más vulnerables. Ahora, “la guerra en Ucrania y el aumento del precio de los alimentos y los combustibles ha puesto en aprietos sus finanzas“, incide la responsable para América Latina del PMA.

Castro llama la atención en particular sobre la crisis de los fertilizantes que ha provocado el conflicto, habida cuenta de que Rusia y Ucrania figuran entre los mayores productores. Entre junio y diciembre pasado, los precios se dispararon un 184% a nivel global. “Para los pequeños productores, los fertilizantes más caros estarán fuera de su alcance y consecuentemente producirán menos alimentos, afectando la seguridad alimentaria de sus familias y sus ingresos“, advierte.

En su opinión, “es prioritario que repensemos nuestros sistemas alimentarios“. Para ello, desde el PMA se brinda apoyo técnico a los gobiernos para que emprendan acciones encaminadas a promover “sistemas alimentarios sostenibles, centrándose en el acceso a dietas saludables, la alimentación escolar y la educación nutricional, la resiliencia climática y la gestión de riesgos, la agricultura familiar, el comercio intrarregional y la innovación“.

La responsable de la agencia de la ONU llama la atención sobre un aspecto clave que también influye en la seguridad alimentaria: el escaso comercio existente entre los países de América Latina, cuyas exportaciones suelen dirigirse hacia otros puntos del globo. También advierte de la necesidad de que “este trabajo debe estar bien coordinado, a escala y con un compromiso financiero que garantice su sostenibilidad“.

PRODUCIR MÁS Y MEJOR

En este contexto, uno de los cuatro grandes temas que se abordará en la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo de este fin de semana será precisamente el de la seguridad alimentaria. Así, los mandatarios tienen previsto aprobar el documento “La ruta crítica de seguridad alimentaria incluyente y sostenible en Iberoamérica” en la cual se incluyen acciones para mejorar y modernizar los sistemas agroalimentarios con vistas a que sean más resilientes y sostenibles.

Para ello, se apostará por producir más y mejor, pero con el menor impacto posible en el medio ambiente, lo que pasa por una mayor resiliencia de los sistemas agroalimentarios y su descarbonización. Asimismo, habrá que apostar más por la innovación y la digitalización, apoyando en particular a la agricultura familiar, fundamental en la región.

Asimismo, se parte de la idea de que hay que mejorar las cadenas de suministro para evitar en la medida de lo posible el desperdicio de alimentos y también de que la seguridad alimentaria no pasa solo porque los ciudadanos tengan acceso a alimentos sino que estos sean saludables.

En este sentido, actualmente se observa en la región dos problemas graves: la elevada tasa de obesidad y el alto costo medio que supone para los bolsillos una dieta saludable. Según datos de 2016, en América Latina y el Caribe casi uno de cada cuatro adultos, el 24,2%, son obesos, en contraste con la media mundial del 13,1%, con una incidencia mucho más marcada en el caso de las mujeres.

Además, el 7,5% de los niños menores de cinco años presenta sobrepeso, según datos de 2020, por encima de la media mundial de 5,7%, mientras que la tasa de niños que están por debajo de su peso para esa edad se sitúa en el 11,3%, diez puntos por debajo del promedio mundial.

Por lo que se refiere al coste medio que tiene una dieta saludable, América Latina es la región donde resulta más caro. Así, frente a una media mundial de 3,54 dólares en 2020, en la región se situaba en 3,89 dólares, tras experimentar un aumento del 3,4% con respecto al año anterior, cuando arrancó la pandemia. Esto supone que en 2020 hubo 131 millones de personas que no pudieron costearse una dieta adecuada para su salud, el 22,5% de la población total.

 

 

 

Fuente Europa Press

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