• El presidente Miguel Díaz-Canel ordenó enfrentar el brote “como la covid-19”, tras admitir que un tercio de la población presenta síntomas de arbovirosis y hospitales se encuentran saturados

 

  • La crisis sanitaria revela fallas estructurales: falta de fumigación, basura acumulada, escasez de medicinas y desnutrición agravan una epidemia que golpea a casi todas las provincias de la isla

 

Gabriel Hernández / CAMBIO 22

El Gobierno de Cuba reconoció esta semana que el país atraviesa una epidemia de arbovirosis principalmente dengue, chikunguña y oropouche luego de meses de incremento sostenido de casos y hospitales saturados. El propio presidente Miguel Díaz-Canel calificó la situación como “epidemia” y ordenó enfrentarla “como se trabajó la covid-19”, tras una reunión con el Ministerio de Salud Pública (Minsap) y expertos sanitarios.

Las arbovirosis son enfermedades virales transmitidas por artrópodos sobre todo mosquitos del género Aedes que provocan cuadros febriles agudos y, en algunos casos, complicaciones graves como dengue hemorrágico. En Cuba, las autoridades habían englobado durante meses estos cuadros bajo el término de “síndrome febril inespecífico”, sin reconocer oficialmente la magnitud del brote hasta ahora.

Los datos oficiales más recientes indican que los casos acumulados de chikunguña en este brote ascienden a 21,681, con transmisión en 14 de las 15 provincias cubanas.

Las mayores incidencias se concentran en Matanzas, La Habana, Artemisa, Cienfuegos, Villa Clara y Camagüey, territorios que suman alrededor del 98 % de los contagios.

En cuanto al dengue, el último reporte disponible de hace tres semanas hablaba de unos 2,360 casos, en su mayoría de la variante más peligrosa, y tres fallecimientos confirmados en 2025. Sobre el virus oropouche, las autoridades aseguran que en las últimas dos semanas no se han registrado casos confirmados ni sospechosos.

Cuba reconoce epidemia por arbovirus y dispara las alarmas para enfrentar crisis sanitaria

Sin embargo, la propia conducción epidemiológica ha admitido que el impacto real va mucho más allá de esas cifras.

El director nacional de Epidemiología, Francisco Durán, declaró en el programa televisivo Mesa Redonda que las evaluaciones realizadas muestran “porcentajes de alrededor de un 30 %, 30 y tantos por ciento” de la población contagiada con alguna arbovirosis en los últimos meses. Tomando como base la población oficial de 9.7 millones de habitantes al cierre de 2024, esto equivale a unos tres millones de personas enfermas, aproximadamente un tercio del país.

La agencia Reuters coincide en esa magnitud y describe “una ola de enfermedades transmitidas por mosquitos” que ha enfermado “casi a un tercio de la población”, en un contexto que el propio Durán califica como “agudo”.

La nota subraya que la crisis económica ha reducido las fumigaciones, la recogida de basura y las reparaciones de tuberías, factores que facilitan la reproducción del mosquito y la expansión del virus.

A esta situación se suma el deterioro estructural del sistema sanitario. Un reportaje de elTOQUE documenta la escasez de reactivos para identificar cepas, la falta de sueros básicos para rehidratación y un desabasto estimado de 70 % de los medicamentos esenciales en farmacias y hospitales. Pacientes y vecinos de barrios habaneros relatan cuadras enteras enfermas, sin acceso regular a fumigación ni a atención médica oportuna.

La epidemia avanza además sobre una población cada vez más debilitada por la inseguridad alimentaria. De acuerdo con estudios citados por el mismo medio, Cuba ha perdido alrededor del 65 % de su producción agroalimentaria nacional, reemplazada por importaciones caras y de baja calidad nutricional.

Un hogar de dos personas necesitaría cerca de diez salarios mínimos por cabeza para cubrir una canasta básica; el 72 % de los encuestados dice haber cambiado su dieta y casi un tercio reconoce haber eliminado una de las tres comidas principales del día.

Esa malnutrición, advierten especialistas, reduce las defensas del organismo y aumenta la gravedad de infecciones como dengue y chikunguña.

Mientras el Gobierno insiste en que existen “camas suficientes y un sistema organizado” para atender a los enfermos, organizaciones independientes señalan un fuerte subregistro de muertes. Aunque las autoridades solo admiten tres decesos por dengue en 2025, informes periodísticos documentan un incremento inusual de enterramientos en provincias como Cienfuegos de 6-8 inhumaciones diarias a entre 16 y 18 y denuncias de fosas tipo “trincheras” en cementerios locales, evocando escenas de la pandemia de covid-19.

Cuba reconoce un incremento de dengue, chikunguña y oropouche

La opacidad también alcanza a las cifras territoriales. Datos del Minsap difundidos el 11 de noviembre indican que los casos de chikunguña se concentran en 14 provincias y 93 municipios, pero no precisan tasas de incidencia, ni edades ni comorbilidades de la población afectada. Paralelamente, medios independientes reportan hospitales pediátricos y salas de urgencias colapsadas, así como falta de pruebas diagnósticas que impiden diferenciar clínicamente entre dengue, chikunguña u otras infecciones.

En el terreno, brigadas de fumigación se han desplegado en barrios de La Habana y otras ciudades, mientras el discurso oficial apela a la “responsabilidad comunitaria” para eliminar criaderos de mosquitos y reforzar la vigilancia epidemiológica. Pero los propios residentes señalan que, sin recolección regular de basura, sin agua potable estable y con apagones prolongados que obligan a mantener puertas y ventanas abiertas, las acciones puntuales de fumigación resultan insuficientes.

La Organización Mundial de la Salud emitió en julio un llamado urgente para evitar que chikunguña reproduzca, a escala global, el patrón de expansión que tuvo hace dos décadas. En paralelo, países como España y Estados Unidos han actualizado sus alertas de viaje a Cuba al advertir sobre la “grave situación epidemiológica” en la isla.

Especialistas consultados por medios independientes advierten que, si no se controlan los factores estructurales hacinamiento, basura acumulada, cortes de agua y energía, desabasto de medicinas y alimentos, la actual epidemia de arbovirosis puede convertirse en un escenario de transmisión endémica permanente, con picos cada vez más altos y una población más vulnerable.

Por ahora, el país vive una de las emergencias sanitarias más complejas de los últimos años, millones de personas enfermas, un sistema de salud desbordado y un Estado que, aunque reconoce la epidemia, sigue sin transparentar el dato más delicado de todos es cuántas vidas ya se ha cobrado.

 

 

 

Con información del Sistema de Noticias CAMBIO 22

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