• El gobernador de Jalisco nunca quiso ser comparsa de Dante Delgado y se bajó de la carrera presidencial porque sabía que el proyecto de Samuel García era inviable.

 

Redacción/CAMBIO 22

Todavía no empiezan las campañas y Movimiento Ciudadano ya sufrió la peor derrota de los últimos tiempos: le arrebataron a su “único” candidato a la Presidencia de la República.

No supo Dante Delgado lidiar con la otra ala opositora (PRI, PAN y PRD) y no le quedó más remedio que sacrificar a su alfil más adelantado.

El dueño del partido naranja tampoco pudo contener las ambiciones personales de un joven gobernador y siempre dejó a un lado a Enrique Alfaro.

Hoy, uno de los políticos más experimentados del país, quien más de una vez le ha plantado cara al presidente López Obrador, se quedó como el perro de las dos tortas.

Pero más allá del lugar común, lo que pasó en Nuevo León (el regreso de Samuel García, como gobernador, y su retiro de la contienda presidencial) dejó varias lecciones para la política mexicana y, de cabo a rabo, le dio la razón a Enrique Alfaro.

El gobernador de Jalisco fue uno de los más críticos de la imposición de García Sepúlveda y acusó a Dante de optar por una ruta que nadie entendía, ni en sus tiempos ni en sus formas.

Lo cuestionó por cerrarse a una alianza con el Frente Amplio por México, por competir solos y por presumirse como la tercera vía electoral.

También lo tachó de necio por creer que la realidad era igual en Jalisco y Nuevo León que en todo el país.

Alfaro se bajó del proceso interno el 7 de julio, no sin antes anticipar que el líder de los naranjas fracasaría por imponer su voluntad.

Un mes después, en agosto, declaró que no había claridad en lo que estaba haciendo Dante, a quien acusó de estar cometiendo errores muy graves.

El pasado 30 de noviembre, habló de la nominación de Samuel. Declaró que había conversado con él, le dijo que respetaba su nominación, pero le reiteró que no formaría parte de su proyecto.

En pocas palabras: el tapatío pintó su raya. No podía adivinar lo que iba a pasar, pero sabía que existía un ambiente muy hostil alrededor de su colega nuevoleonés.

Sabía también, porque se lo mandó a decir Alejandro Alito Moreno, del PRI,  que harían todo para bajarlo desde el Congreso de Nuevo León, donde  finalmente el emecista perdió la batalla porque nunca pudo colocar a Javier Navarro, secretario de Gobierno, como gobernador interino de NL.

No fue el Tribunal Electoral ni la Corte los que lo “boicotearon”. Fue una ambición desmedida.

Aunque hay quienes dicen que, si Samuel estaba tan seguro de su posición en las encuestas, debió de haber dejado el gobierno a la oposición.

Pero esa manera de aferrarse despertó suspicacias, tanto que la oposición prepara denuncias para que investiguen a su administración.

En el ámbito de la política, es incierto el futuro del partido naranja. Dante y los suyos echaron por tierra todo lo que habían ganado. Se mantuvieron fuera de las precampañas adelantadas, impugnaron y ganaron varios puntos.

Hablaban de una nueva forma de hacer política, criticaron a los políticos de antes y terminaron comportándose como lo más rancio del PRI.

Sea como fuere, tienen tiempo para elegir a un nuevo candidato o candidata, porque la ley lo permite. El problema es que su segundo gallo, Alfaro, se fue muy enojado.

Nombres sobran: Juan Zepeda, Jorge Álvarez Máynez, Ivonne Ortega, Indira Kempis, Patricia Mercado y hasta el propio Dante.

Gente hay, lo que falta es talento y reconocimiento nacional, por lo que no descartemos que se saquen una candidatura de la manga como la de Mariana Rodríguez, esposa de Samuel, quien goza de mucha popularidad y hasta de la simpatía de Palacio Nacional y Morena.

 

Fuente: EL HERALDO

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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