Crónica De Un Best Seller Inexistente
1 Jun. 2025
Redacción/ CAMBIO 22
En una hazaña digna de un episodio perdido de Black Mirror —o tal vez de una comedia de oficina mal escrita—, un redactor freelance de la distribuidora estadounidense King Features decidió tomarse unas vacaciones mentales y dejar que la inteligencia artificial hiciera el trabajo por él: una lista de libros para leer en verano. ¿El resultado? Una antología brillante de obras… imaginarias. Así es: más de la mitad de los libros recomendados no existen. Pero, seamos honestos, ¿quién realmente iba a leerlos?
La lista fue publicada con toda pompa en medios de renombre como el Chicago Sun-Times y The Philadelphia Inquirer, donde aparentemente el control editorial consiste en mirar el texto y decir: “Tiene comas, ¡adelante!”. El redactor, en un momento de lucidez tardía, confesó que usó IA y que, bueno, no se le ocurrió revisar si los libros eran reales. Algo así como escribir sobre Marte sin verificar si está habitado.
Este escándalo no es solo un traspié editorial con aroma a ciencia ficción, sino una revelación profética: el periodismo, esa noble profesión del dato verificado y el café frío, está luchando en una épica batalla entre la velocidad de los clics y la existencia básica de los hechos.
Claro, la IA es una herramienta poderosa, capaz de crear desde recetas de lasaña hasta tratados filosóficos en 3 segundos… pero también de inventar con total desparpajo la existencia de “Las Crónicas de la Luna Nostálgica”, y nadie parpadea. Porque la IA no piensa, no investiga, y no toma café con ansiedad existencial como los periodistas de verdad. Solo escupe texto. Y a veces, con suerte, incluso coherente.
El redactor calificó su jugada como “realmente estúpida”, lo cual es, curiosamente, la parte más honesta de toda la historia. Pero claro, no todo puede caer sobre sus hombros. Porque, sorpresa: tampoco había protocolos editoriales para evitar que esto pasara. Al parecer, la guía era: “¿Respiras? Entonces pública”.
Y aquí entra el gran dilema ético del siglo XXI: ¿debería decirse cuando un contenido ha sido escrito por IA? ¡Por supuesto! Es como servir comida en un restaurante y no avisar que fue preparada por una licuadora sin tapa. El lector tiene derecho a saber si el artículo que lee fue redactado por un periodista humano o por HAL 9000 con fiebre literaria.
Más allá de este simpático apocalipsis editorial, el caso lanza una advertencia con megáfono: el periodismo no puede dejar que un algoritmo sin alma suplante el rigor, la ética, y ese arte ancestral de preguntar “¿esto será verdad o lo acabo de inventar?”
La IA no vino a reemplazar periodistas. Vino a tentarlos con atajos. Pero si los medios no entrenan a sus redactores para usarla bien (y para no confundir realidad con fan fiction), pronto todos estaremos leyendo entrevistas exclusivas con personajes de Game of Thrones.
En resumen: confiar en la IA sin control es como dejarle a una tortuga el teclado del noticiero. Divertido, sí. Pero poco fiable.
Epiloguito: Entre la IA y el papelón
Y así concluye esta fábula moderna en la que una inteligencia artificial —esa musa incansable sin credencial de biblioteca— recomendó libros que solo existen en una realidad paralela. Mientras tanto, medios de renombre los publicaron con entusiasmo, sin sospechar que acababan de estrenar, sin querer, una nueva sección: Ficción Involuntaria.
Lo ocurrido no es solo una anécdota curiosa para contar en reuniones de periodistas con trauma digital; es una señal clara de hacia dónde vamos si confundimos eficiencia con precisión y automatización con criterio. Porque si dejamos que la IA escriba sin supervisión, pronto estaremos entrevistando a Shakespeare sobre su nuevo TikTok o citando a Sócrates en debates sobre influencers.
“Libros Fantasma y Periodismo Real”, decía uno de los posibles títulos. Quizás sea eso: estamos frente a un periodismo que debe reaprender a distinguir lo real de lo sintético, la fuente confiable del texto bonito, el dato duro de la alucinación algorítmica.
La moraleja es simple, aunque suene a meme con fondo dramático: la IA puede escribir libros, listas y hasta discursos, pero aún no ha aprendido a tener sentido común. Ese sigue siendo un software exclusivamente humano. Así que la próxima vez que leas una recomendación de lectura de verano, no olvides hacer lo impensable: búscalo en Google. No sea que termines buscando “El misterio del autor que nunca fue”… en una librería que tampoco existe.
Fuente: El Sol de México
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