Redacción/CAMBIO22

La Universidad Nacional Autónoma de México es un lugar donde habitan las diversidades sexogenéricas y al fin fue reconocido. En 2022, se presentó la Primera consulta universitaria sobre condiciones de igualdad de género de la comunidad LGBTIQ+ en la UNAM, donde se reconoce la existencia y la presencia de disidencias y grupos de la diversidad sexual, además de compartir las condiciones de seguridad de los espacios y la situación de discriminación que han vivido les miembres de la comunidad.

La-Lista habló con cuatro personas de la diversidad LGBTIQ+ para para conocer la experiencia en temas de seguridad, discriminación, acciones positivas y algunas otras situaciones que han vivido en su haber universitario.

La lucha por la visibilidad

Su nombre elegido es Damián. Antes de nombrarse así le gustaban muchos nombres como Christopher, Christian o Fabián. Cuando escuchó el nombre de Damián se vio con él y se pudo ver a futuro: ingeniero Damián. Verse a futuro era algo que no había logrado hacer durante mucho tiempo.

Damián tiene 28 años y es estudiante de Ingeniería en Telecomunicaciones en la UNAM. Es un hombre trans y su pronombre es él. Su transición la vivió durante su vida universitaria.

Llegó de Guanajuato a estudiar la universidad en la UNAM e ingresó a su carrera como una chica, pero en 2018 dejó sus estudios porque el tema de la disforia de género le dejaba en un estado incapacitante.

“Me costó mucho aceptarme. Un día, recuerdo mucho que ya no podía existir realmente. Yo ya no me veía futuro. Realmente me costaba mucho trabajo salir de mi cuarto, me costaba mucho vestirme”, cuenta Damián a La-Lista y explica que tardaba alrededor de cuatro o cinco horas para prepararse para salir y no sabía lo que pasaba. Más tarde supo que lo que le torturaba era la disforia de género.

El sitio de la Clínica Mayo define la disforia de género como “la sensación de incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer o de las características físicas relacionadas con el sexo”.

Era noviembre y se acercaba el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Damián se encontraba navegando en Facebook cuando vio un comercial donde ponían a un hombre en los zapatos de una mujer. Entonces se dijo a sí misme: “Soy un hombre en los zapatos de una mujer”.

Con el acompañamiento de una psicóloga se aceptó como una persona trans. Entonces, Damián tomó una decisión: “si yo ya no me puedo ver a futuro como estoy ahorita, voy a probar, voy a dejarme ser libre. Voy a dejarme ser y a ver qué pasa”. Damián, que se sentía dentro de un hoyo, comenzó a ver la luz y regresó a la universidad.

Lo primero que pensó es que debía cambiar su nombre y que quería terminar la carrera como la persona que es. Fue a la ventanilla de la Dirección General de Asuntos Escolares en la UNAM con todos sus papeles para preguntar sobre el trámite del cambio de nombre. Estaba a unos días de empezar clases y ese día, fue un día de suerte.

Le trataron de una forma muy amable cuando dijo que quería cambiar su nombre y su género. Lo pusieron en una lista donde era urgente cambiar su nombre y tres o cuatro días después sucedió: era Damián en la plataforma de la Universidad y en las listas de la escuela.

Eso le cambió la vida. Atrás quedaron las explicaciones que tenía que dar a los maestros y enfrentarse a la inseguridad de escuchar un nombre que no era el que había elegido para él. El trámite fue rápido y se sintió reconocide.

La carrera de Ingeniería en la UNAM cuenta con una matrícula representativa de alumnos varones, pero en su paso por la escuela Damián ha podido ver el cambio de las generaciones frente a temas como la diversidad sexogenérica. No ignora temas como la violencia contra las mujeres o la homofobia, no sólo entre estudiantes sino también dirigida a los profesores. Piensa que movimientos como el feminismo o las colectivas de la diversidad sexual han hecho visibles “las luchas que se tienen”.

Ser Damián es muy importante: “Tu derecho a existir prácticamente es la forma en la que te nombras”. Su experiencia como parte de la diversidad en la UNAM ha sido muy amable y él está muy agradecido con la Universidad.

La resistencia

Ser nombrado es importante para Damián y para todes les que participan de la diversidad. Ese también es el caso de Mafer Hernández.

Los pronombres de Mafer son ella, él y elle. Es una persona lesbiana y no binaria. Tiene 25 años y estudia Historia en la Facultad de Filosofía y Letras.

Para elle existe todavía una gran resistencia en el tema de los pronombres y el uso del lenguaje incluyente en los salones de clase y la Universidad. Piensa que desde las autoridades existe intentos de superioridad académica por respetar los estándares tradicionales cuando “el lenguaje incluyente lo que hace es apostar por visibilizar otras formas de vivirse”, explica Mafer. Elle dice que hace falta sensibilización y un acercamiento a este tipo de experiencias.

Ser una persona no binaria significa ser una persona que no se define o autopercibe desde las categorías culturales binarias hombre/mujer. Mafer se vivió como una mujer hasta los 20 años y su transición coincidió con la pandemia. Ha decidido una forma andrógina para su expresión de género, aunque la androginia no es una regla para las personas no binarias.

Para elle no sólo existe la discriminación, a les miembres de la comunidad se les criminaliza o se les sigue patologizando, pese a que en 2018 la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la transexualidad como un trastorno mental. También pueden ser percibidos desde una mirada racializada, es decir, discriminados por su condición étnica. La consulta muestra que las personas de la diversidad pueden ser indígenas, afrodescendientes o mestizos.

Una de las situaciones que señala Mafer es que si bien existe el Protocolo para la atención de casos de violencia de género en la UNAM, piensa que la descripción de la violencia tiene una “lectura demasiado binaria” y aunque el protocolo se expresa por las “condiciones de identidad que coloquen a la persona en situación de violencia y vulnerabilidad por pertenecer a grupos históricamente desaventajados (mujeres, infancias, diversidad sexogenérica, entre otras)”, Mafer enuncia que las “violencias que se viven no están ahí nombradas” y por tanto, no están reconocidas.

Ser de la diversidad y vivir en modo supervivencia

Bran vive en modo supervivencia. Tiene 25 años y es recién egresado de Lengua y Literaturas Hispánicas. Sus pronombres son él, ella y elle. Es una persona no binaria y androsexual. También se considera maverique y lo explica así: “yo soy mi propio género”.

Para elle socializar su propia diversidad ha sido complicado. Cuando llegó a la universidad no faltaron los chistes violentos o los comentarios fuera de lugar y algunos maestros decidieron no llamarle por sus pronombres elegidos. Evitó facultades conocidas por su poca tolerancia, homofobia o misoginia.

En algún momento de la carrera, le parecía sumamente difícil ser visible y se decidía por no vivir la extenuante experiencia de entrar en el debate y la explicación de sus pronombres y de su existencia e identidad.

Bran ha tenido momentos de rabia y enojo porque aunque ha querido platicar o compartir el tema, puede intentar hacerlo en espacios que no son seguros y tiene algo muy claro: “primero la supervivencia y luego ya lo demás”.

Cuando hay comentarios homofóbicos, lesbofóbicos o transfóbicos, trata de no tomarlo personal, pero también piensa qué pasaría si llega con los ojos pintados, con collares o anillos y ropa que no sea estereotípicamente masculina, entonces prefiere optar por la precaución y la cautela. Experimenta miedo, tensión, ansiedad e incertidumbre cuando al mismo tiempo sabe que tendría que ser libre y abiertamente elle.

Aunque Bran considera que se han tomado medidas y ahora hay materias obligatorias sobre “Feminismo y Género, y Ética relacional”, entre otras, reconoce que es insuficiente.

“Al mismo tiempo que hay más visibilidad, la respuesta contra la diversidad se vuelve más agresiva y se vuelve también más visible y está más presente”, expone.

La violencia no sólo se queda en el salón de clases, se ha trasladado a eventos, foros y ponencias y si algo señala Bran es que los discursos transodiantes están a la orden del día.

El 22 de marzo de 2022 se llevó a cabo el foro Aclaraciones necesarias sobre las categorías sexo y género, organizada por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) donde contaron con ponentes de feministas como Amelia Valcárcel, Marcela Lagarde y Aimeé Vega. Sobre el foro, Bran expresa: “las dos horas que estuvieron platicando, fueron discursos transfóbicos, biologicistas, etcétera”.

Lo mismo sucedió en el Simposio Internacional de Bioética, organizado por el Colegio de Bioética en marzo de 2023, donde el panel contó con la presencia de Laura Lecuona, una filósofa reconocida por sus discursos transodiantes. “La Universidad les dio espacio a una mesa de diálogo a académicos transodiantes (…) y es peligroso porque legitima los discursos”, señala Bran.

Ante la reacción a la presencia de Laura Lecuona, el Colegio de Bioética expresó en un comunicado: “Entendemos las reacciones que esta participación ha generado y manifestamos que su posición no representa la visión, misión ni postura de nuestra asociación”.

Sobre los espacios seguros para los grupos de la diversidad en la UNAM, Bran refiere que para elle más que espacios seguros “son espacios valientes”.

Udiversidad, la colectiva autogestiva y autónoma a la que Bran pertenece, organiza mesas de diálogo, festivales, picnics o eventos, pero han estado frente a dos situaciones tensas en el espacio universitario. La primera es que les han negado espacios por ser de grupos de la diversidad. La segunda es que cuando llevan a cabo los eventos, han notado la presencia de los cuerpos de vigilancia y seguridad de la UNAM. Se trata de una especie de acoso a los eventos de la comunidad de la diversidad.

“Se junta gente, tenemos nuestras banderas y llegan las patrullas. Se bajan y a veces, se sabe, que han llegado a tomar fotos”, cuenta Bran.

De alguna manera, los espacios seguros para la comunidad de la diversidad también pueden ser espacios de riesgo.

Los baños neutros que no son para todos

Isaac Zurita es un chico gay, tiene 20 años y sus pronombres son él, ella, elle. Es estudiante de Derecho en la UNAM.

Isaac habla con La-Lista sobre la experiencia de los baños neutros. Ese lugar impoluto que debía ser un lugar seguro para las diversidades ha tenido varias manifestaciones discriminatorias por su existencia.

Afuera de la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras pintaron una bandera labrys –que tiene una hacha de doble filo, que representa el empoderamiento de las mujeres, que lleva el color morado, pero también un triángulo negro invertido usado en el holocausto nazi para identificar lesbianas, prostitutas, mujeres trans o mujeres en situación de calle y que a últimos tiempos ha sido usada por feministas tránsfobas o terfs (Trans-Exclusionary Radical Feminist)– y en los baños neutros se leían algunas consignas como:

Las personas trans están confundidas.

No te equivoques, hermana, es de este lado.

La bisexualidad es solamente una etapa de confusión.

El lesbianismo es la verdad total.

Sobre los baños neutros, Isaac cuenta que algunos hombres han dejado de ir al baño porque argumentan que “dejó de ser un baño para hombres, ahora va a ser un baño para fenómenos”. El uso de los baños también pasa por una situación donde se recurre al discurso de la “policía de género” y de alguna manera, eso se ha utilizado para fiscalizar a las personas que lo usan.

Para Isaac la valoración de las acciones de la UNAM contra la violencia y la discriminación a los grupos de la diversidad es mediocre. “ Y no digo mediocre como una mala palabra, mediocre para mí es algo medio: ‘Pues salió y estuvo bien, pero podría estar mejor’. Evidentemente hay muchísimas cosas que podrían mejorar dentro de la institución, muchísimos procesos que podrían estar mejor, pero tampoco es que esté 100 % mal”.

 

Fuente: La Lista

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