Como se Convirtió David Lynch en un Pescador de Grandes Ideas

• El cineasta era escéptico, pero asegura que dicha práctica lo impulsó tanto en su arte como en su vida

Redacción / CAMBIO 22

Con la reciente partida de David Lynch, el pasado 15 de enero, decenas de imágenes y videos con declaraciones sobre su vida y su trabajo se hicieron virales en redes sociales. Entre ellas una llamó mucho la atención porque se le ve hablando, en un homenaje en Guanajuato, sobre aquellos tiempos en que grabó la primera versión de “Dune”, estrenada en 1984, y cómo es que amó vivir en la Ciudad de México, que le pareció “una de las ciudades más mágicas, misteriosas y románticas del mundo”.

Pero, a parte de esta declaración —que se puede equiparar a las declaraciones de Salvador Dalí o André Bretón, quienes calificaron a México como el país más surrealista del mundo— circuló un clip de una conferencia que Lynch dio en 2005 a jóvenes del Emerson College en Boston.

En él aparece una estudiante que le pregunta cómo es que lidiaba con los juicios del público, que en varios momentos llegó a señalar sus películas y series como obras sin sentido o ininteligibles. A esto el director de “Twin Peaks” (1990-1991) respondió que recomendaba a las personas que desarrollaran intuición y buscaran sus propias interpretaciones, pues “la vida está llena de abstracciones y la manera en que las desciframos es a través de la intuición”.

Sin embargo, no se trata de una enunciación que Lynch haya improvisado para salir avante de aquel momento, sino de una de las reflexiones más importantes en su vida y su carrera, la cual apareció un año después en su libro “Atrapa al pez dorado: Meditación, conciencia y creatividad” (Random House, 2006), donde afirma que la intuición “es la unión de las emociones y el intelecto. Algo esencial para el cineasta”.

Esta idea, como otras que aparecen en esta publicación, tienen su origen en el profundo interés de Lynch por los alcances de “la meditación trascendental”, la cual practicó durante décadas, luego de haber dudado mucho tiempo sobre la posibilidad de poder conocer nuestro interior. No fue sino hasta que en Nueva York participó en una sesión en la que…”¡Bum! Caí en la dicha, en pura dicha. Y ahí me quedé”.  

Luego, la práctica, afirma le ayudó a ser más productivo como generador, perseguidor y ejecutor de ideas las cuales el percibía como peces que nadan en las distintas aguas y niveles del conocimiento y la existencia misma. “En las profundidades, los peces son más poderosos y puros. Son enormes y abstractos. Y muy bellos. Yo busco un tipo particular de pez importante para mí, uno que pueda traducirse al cine. Pero allá abajo nadan toda clase de peces”.

“Todo, cualquier cosa, surge del nivel más profundo. La física moderna denomina a ese nivel campo unificado. Cuanto más se expande la conciencia, más se profundiza hacia dicha fuente y mayor es el pez que puede pescarse”, se pueden leer en las palabras del autor ahora ausente.

De este modo, las páginas de este libro se leen como brevísimos ensayos, que de pronto pueden volverse casi aforismos, en los que la mente detrás de la película “Blue Velvet” (1986) logra hacer emparentar o contrastar el pensamiento oriental de textos antiguos hinduistas y algunos occidentales, con su propia experiencia artística y vital.

Hablamos de prácticas reflexiones que el lector puede percibir en grado iluminadoras, aunque no exentas de contradicciones, que Lynch reconoce y abraza, a la hora de tratar temas como la religión, el miedo, los ensayos, la luz, los montajes,  el futuro del cine, el éxito, el fracaso… en fin, esas cosas que parecen desbordarse del estante de nuestras ideas.

Fuente: El Sol de México

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