Comerciante Huye de Cancún Tras ser Amenazada por el Crimen Organizado; sus Perros Llegaron Después, Gracias a Desconocidos que sí Tienen Humanidad
4 May. 2025
Redacción/CAMBIO22
Cancún, 4 de mayo. – Mientras las autoridades de todos los niveles siguen minimizando la violencia que azota a Cancún, las historias más desgarradoras y silenciadas siguen ocurriendo entre sus calles: como la de la señora Serna, una mujer trabajadora que vendía comida en la vía pública y que se vio obligada a huir de la ciudad con lo puesto, después de ser amenazada por el crimen organizado.
El “delito” de la mujer fue intentar ganarse la vida de manera honesta. Por ello, fue extorsionada y amenazada con arma de fuego por criminales que le exigían el pago de “derecho de piso”.
Ella, como muchas otras víctimas invisibles, tuvo que dejarlo todo atrás, pero incluso cuando su seguridad estaba en riesgo, lo que más le dolía era abandonar a sus dos perros, Max y Toby.

No fue por falta de amor, sino por trámites burocráticos de la aerolínea que, sin los documentos requeridos, no permitió que los animales la acompañaran.
Lo que no hicieron las instituciones, lo hicieron personas comunes con un corazón inmenso.

La historia fue difundida por la fundación Mundo Patitas A.C., que hicieron que cinco desconocidos se unieran para hacer posible el reencuentro.
Reyna Vicaria cuidó a los perros en Cancún. El veterinario Olaf Navarrete hizo todos los trámites médicos sin cobrar un solo peso. Luis Campos, un ciudadano que respondía a un llamado en redes, aceptó llevar a Max y Toby a la CDMX en su vuelo. Mundo Patitas cubrió los boletos gracias a donaciones.
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El reencuentro fue grabado: una mujer con lágrimas abrazando a sus lomitos, recuperando un pedazo de su vida arrebatada por la violencia.
“Nos piden derecho de piso por vender comida. Nos amenazan con una pistola. Tuvimos que salir huyendo de Cancún…”, dijo la mujer, aún con la voz temblorosa.

Y mientras eso pasa, las autoridades guardan silencio. No hay operativos para proteger a quienes viven de la informalidad, no hay apoyo para víctimas que deben dejar su hogar por miedo, no hay justicia para quienes lo pierden todo, incluso a su familia interespecie.
Hoy, gracias a la solidaridad y al compromiso humano de quienes sí sienten empatía, Max y Toby están nuevamente con su mamá humana.

Pero, ¿cuántas historias como esta no terminan así? ¿Cuántas más pasarán desapercibidas porque el gobierno se niega a mirar donde más duele?.
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