Claudia y Luisa/CAMBIO 22

Mientras Andrés Manuel López Obrador estuvo presente en el imaginario de la mayoría de los mexicanos que simpatizan con su proyecto político, Morena sólo fue un referente simbólico, más que un partido político organizado, moderno y funcional. Las larguísimas jornadas de las mañaneras fueron determinantes para lo que López Obrador denominó una revolución en las conciencias, que movió a 36 millones de personas para respaldar en las urnas y elegir a la actual presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, heredera y continuadora de su legado.

Pero aunque López Obrador sigue presente en la añoranza de millones de personas que todavía no se resignan a su retiro de la vida pública, hay una tarea enorme que tendrán que consolidar, contribuyendo desde sus espacios respectivos, la presidenta de la República y la dirigente nacional del Movimiento de Regeneración Nacional, Luisa María Alcalde: la construcción de un verdadero partido político, moderno, funcional, que elimine el riesgo de que esa enorme y muy diversa coalición de corrientes políticas que le dan sustento, sucumban a la desgastante y perniciosa guerra de tribus y facciones que en su momento llevó al abismo al Partido de la Revolución Democrática.

Sheinbaum Pardo, como jefa política del movimiento y del gobierno de la Cuarta Transformación, tendrá que actuar con mano firme y ánimo decidido, para resolver asuntos importantes: contribuir, con su autoridad, a la depuración de su partido y de su gobierno, dejando paulatinamente en el camino a una enorme legión de oportunista y arribistas que buscaron abrigo en Morena, para sobrevivir en la política. Un lastre de políticos advenedizos, tramposos y sinvergüenza, que dicen compartir los principios y los afanes de la Cuarta Transformación, pero que, en el fondo, únicamente quieren prolongar su muy malsana e hipócrita ambición de seguir gozando de los privilegios del poder, al amparo de las nóminas públicas.

En Morena, desde adentro y desde afuera, se tiene bien identificados a los personajes perniciosos que tarde o temprano se convertirán en un problema para el partido y para el gobierno de la Cuarta Transformación. Muchos de esos políticos llegaron a Morena por la vía de las alianzas electorales, algunas de ellas antinaturales y perversas, producto de un pragmatismo extremo, que fue necesario aceptar y asumir, para lograr el propósito de ganar el gobierno, la Presidencia de la República y las mayorías calificadas en las dos cámaras del Congreso de la Unión. Alianzas obligadas por la necesidad de ganar el poder real, para tener sustento jurídico en la construcción de un proyecto de cambios profundos, que no serían posible sin la supremacía en el Congreso de la Unión, situación que obligadamente tuvieron que consentir o aceptar resignadamente, millones de sinceros seguidores de Morena y del proyecto de la Cuarta Transformación.

Morena tiene que volver a la plaza pública, a los espacios por los cuales transita el pueblo verdadero, para construir la base real en la cual se haga realidad que, tanto en el gobierno, como en el partido, quien mande sea el pueblo. Por eso será inevitable que se lleve a cabo una purga de personajes que arribaron a Morena con insanos apetitos, de manera gradual y firme tendrán que ser defenestrados, para purificar las nuevas estructuras de Morena, como verdadero partido político que tiene mucho pueblo de respaldo, pero que todavía sigue a expensas de políticos facciosos, ambiciosos y cínicos, que pretenden estar al servicio del pueblo, pero que reproducen los viejos vicios de los gobiernos neoliberales, en los cuales tuvieron una perversa complicidad PRI, PAN y PRD.

Claudia Sheinbaum es la presidenta de la República, pero también es la máxima jefa política de Morena y no debe eludir esa responsabilidad para imponer su autoridad, en respaldo de Luis María Alcalde, la presidenta nacional del partido, para establecer, desde los propios documentos básicos del Movimiento de Regeneración Nacional, que no hay espacio para quienes  pretenden convertirse en los eternos beneficiarios de las candidaturas y los cargos públicos, inhibiendo la reelección y conjurando las maniobras de aquellos que pretendan heredar las candidaturas o los cargos públicos a esposas, hijas, parientes o socios y cómplices de sus cofradías, relegando a la militancia auténtica, que se ha sumado a Morena porque en forma ingenua, sincera y candorosa, cree y respalda el proyecto de la Cuarta Transformación.

Desde la misma declaración de principios de su partido, empezando desde adentro de la propia casa, Morena debe pronunciarse en contra de la reelección en los cargos públicos; contra la existencia de los legisladores plurinominales, tanto en el ámbito federal como local; por la reducción de las prerrogativas de los partidos políticos, pues no es justificable que siga habiendo partidos ricos con pueblo pobre; y establecer sanciones, hasta el grado de la expulsión y la denuncia ante las autoridades correspondientes, contra aquellos militantes o presuntos militantes que se escuden en el partido para hacer transas y cometer abusos.

Si como predica Morena, pretende ser un partido al servicio del pueblo, tendría que edificar, Luisa María Alcalde, con el apoyo de Claudia Sheinbaum, una nueva institución política que se convierta en un instrumento público al servicio del pueblo, para que el verdadero pueblo pueda llegar al poder.

En el trayecto, Morena, bajo la guía de Claudia y Luisa, tendría que poner límites a los traficantes de influencias que, al amparo del dinero, se convierten en factores de poder que definen el rumbo del partido en muchas entidades de la República, y que apoyados en los usos y costumbres de la más rancia corrupción, aprovechan sus relaciones políticas para hacer negocios con los bienes y el dinero público.

Sin López Obrador presente, aunque uno de sus hijos, su homónimo, ocupe el cargo de secretario de Organización del partido, Morena tiene que convertirse en una verdadera organización político electoral que represente al pueblo y esté comprometidamente al servicio del pueblo verdadero.

La nueva presidenta de Morena tendrá que analizar, muy honrada y detalladamente sus alianzas electorales con facciones impresentables del PRI en muchos estados de la República, empezando por el Estado de México. Y también revisar con mucha inteligencia y honestidad, la conveniencia de conservar su alianza con la rémora del Partido Verde Ecologista de México. Hasta los últimos comicios del pasado junio del 2024, la mayoría de gente votó por Morena en un gesto de cariño y fidelidad a López Obrador. Y también porque Morena prometió que sería diferente. Esa pretensión tendrá que probarse en los hechos reales, rumbo a los comicios intermedios del 2027. Entonces se verá la eficiencia del trabajo de los nuevos dirigentes, lejos de la tutela, el apoyo y la fuerza moral que durante varias décadas representó López Obrador.

 

 

 

Fuente: SinEmbargo

redaccion@diariocambio22.mx

HTR/MA

WhatsApp Telegram
Telegram