Tras 9 años radicados en Yucatán, Thompson decidió adquirir la Hacienda de Chichén Itzá, la cual colindaba con las ruinas del sitio, en dicha propiedad se encontraban múltiples cenotes, entre ellos, el Cenote Sagrado. Situación que el estadounidense aprovechó y, financiado por la American Antiquarian Society, comenzaron la draga de dicho cenote.
¿Cómo fue el saqueo de Chichén Itzá?
Al ser la draga maquinaria pesada, esta fue operada sin los debidos cuidados, dañando todo tipo de piezas las cuales llevaban siglos bajo el agua.
”Extrajo objetos del antiguo pueblo de los itzaes; bolas de incienso de copal, machetes de madera, una lanzadera; y así, paulatinamente, hasta que aparecieron piezas ornamentales, antiguas sandalias, campanas de cobre, numerosas figuras de jade, pedazos de cerámica, joyas, anillos, medallones de oro, esqueletos humanos, restos arqueológicos a los que el propio Thompson atribuyó un valor estimativo incalculable.”
Cuando la braga no pudo avanzar más, Thompson siguió con el saqueo con buzos, se calcula que robó hasta 30 mil piezas arqueológicas. De las cuales muchas terminaron en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard y el Museo Field Columbian de Chicago. De acuerdo con Pedro Castro, el saqueo de Chichén Itzá se prolongó hasta 1922, debido a problemas sociales violentos en Yucatán.
No fue sino hasta 1922 que la violencia social lo afectó, pues la Hacienda de Chichén Itzá resultó incendiada por campesinos que demandaban dotaciones de tierras; ante ello, Thompson solicitó el apoyo de EU para demandar al gobierno mexicano el pago correspondiente, el cual no tuvo
¿Edward H. Thompson devolvió las piezas robadas?
Posteriormente, en 1923, tras un reportaje publicado por Alma Reed, reportera del New York Times, donde narró los trabajos de “exploración” del Cenote Sagrado, lo increíble es que el mismo Thompson le contó sobre el masivo saqueo que hizo en Yucatán.
Los problemas legales de Thompson llegaron con la publicación de La Ciudad del Pozo Sagrado, de Theodore A. Willard, donde se narran todos los detalles del saqueo y el papel que jugó el “diplomático” estadounidense. Fue así que la Secretaría de Educación Pública (SEP) denunció ante la Procuraduría General de la República (PGR) por el “delito de robo de objetos arqueológicos”, usando como evidencia capítulos enteros del texto de Willard como pruebas.
La disputa legal comenzó en 1926 y alargó muchos años, incluso Thompson murió antes de que finalizará el juicio, el saqueador de Chichén Itzá falleció el 11 de mayo de 1935.
Tras la muerte de Thompson, sus abogados lograron reducir la indemnización al Gobierno de México por robo de patrimonio y por lo daños causados a tan sólo 36 mil 410 pesos, cuando inicialmente se había solicitado más de un millón de pesos y el regreso de las piezas robadas.
En 1940, el emblemático y entonces director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Alfonso Caso, intentó negociar el regreso de más piezas, por ello se reunió con Alfred Marston Tozzer, directivo del Museo Peabody de la Universidad de Harvard, aunque sin éxito alguno. Pues el estadounidense argumentó que si bien las piezas fueron robadas, no fueron robadas por el museo.
Si bien algunas piezas regresaron a México, muchísimas se quedaron en Estados Unidos en los museos de Peabody de la Universidad de Harvard y el Field Columbian de Chicago.
La idea de ese sombrío pozo de agua y los maravillosos objetos que yacían ocultos en sus profundidades se convirtió en una obsesión para mí. Luego, muchos años después, por lo que me pareció casi una interposición de la Providencia, me convertí en el único propietario de la gran plantación de Chichén, dentro de cuyos límites se encontraban la ciudad del pozo sagrado y el pozo sagrado mismo.