• Fe, historia y un llamado urgente a la unidad marcan la Misa de Gallo guadalupana en la capital de Quintana Roo

 

 

Ricardo Jesús Rivas/ CAMBIO 22

CHETUMAL, 11 de diciembre. – La noche del 11 de diciembre, en punto de las 22:00 horas, dio inicio la tradicional Misa de Gallo en honor a la Virgen de Guadalupe, celebrada en la iglesia Guadalupana de Chetumal, ubicada en la avenida Francisco I. Madero con Mahatma Gandhi. Decenas de feligreses se congregaron en el recinto para participar en una de las celebraciones religiosas más significativas para el país, en un contexto nacional marcado por tensiones sociales, violencia e incertidumbre. La liturgia fue presidida por David Martín Leal, párroco del Santuario Mariano Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe de Chetumal.

Durante su homilía, el sacerdote enmarcó la celebración en una perspectiva histórica y simbólica, recordando que en seis años, en 2031, México conmemorará los 500 años de las apariciones guadalupanas. Señaló que esta fecha no debe asumirse como un simple aniversario religioso, sino como una oportunidad para reflexionar sobre el rumbo del país y la necesidad de una preparación espiritual, social y comunitaria que responda a los desafíos actuales.

El párroco contextualizó la aparición de la Virgen de Guadalupe en el periodo de la colonización española, cuando incluso se llegó a cuestionar la humanidad y la dignidad de los pueblos originarios. Recordó que fue la intervención de la Iglesia, a través de misioneros y pensadores, la que defendió su condición humana y espiritual. En ese escenario, dijo, la elección de San Juan Diego, un hombre humilde y sin poder, como mensajero guadalupano representó un acto profundo de reivindicación y dignificación de los pueblos indígenas.

Martín Leal destacó que la imagen guadalupana, estudiada incluso por instancias científicas internacionales, ha resistido atentados y permanece intacta tras casi cinco siglos, consolidándose como uno de los símbolos más poderosos de la historia nacional. Subrayó que la Virgen de Guadalupe pertenece al ámbito religioso y es un eje de identidad, así como de cohesión social, presente incluso en momentos fundacionales como el inicio del movimiento de Independencia de México.

Desde esa lectura histórica, el sacerdote presentó a la Virgen como un factor de unidad nacional, capaz de convocar a la fraternidad en tiempos de división. Llamó a reconocerse como iguales, sin distinción de razas ni lenguas, y advirtió que la polarización y el enfrentamiento social actuales contradicen el mensaje guadalupano de hermandad. “Negar su importancia en la historia de México es cerrar los ojos a una de las pocas narrativas que nos han unido como nación”, enfatizó.

El mensaje tomó un tono crítico al referirse a la pérdida de paz y convivencia en comunidades como Chetumal, contrastando el pasado de tranquilidad con una realidad actual marcada por inseguridad y violencia. El sacerdote planteó que esta crisis no puede entenderse únicamente desde las cifras delictivas, sino desde la ruptura del tejido social y la normalización del miedo, fenómenos que requieren corresponsabilidad entre familias, comunidad e instituciones.

En otro momento de la homilía, Martín Leal cuestionó el abandono de responsabilidades familiares, asociado al uso excesivo de la tecnología, y sus efectos negativos en la formación de niñas, niños y jóvenes. Reconoció que las nuevas generaciones buscan manifestarse y exigir un mundo distinto, lo que —dijo— evidencia una deuda generacional en educación, acompañamiento y transmisión de valores. En ese sentido, exhortó a rescatar tradiciones comunitarias como “La Rama”, no como nostalgia, sino como herramientas vivas de identidad y cohesión social. “¿hace cuanto no vemos una rama en las colonias?, agarrábamos una rama, le poníamos cachitos de algodón y que felices éramos, hermanos, vamos a volver a esos tiempos”.

El párroco invitó a retomar la oración en familia, especialmente el rezo del rosario cada día 12 en honor a la Virgen de Guadalupe, como un acto concreto para pedir por México y la paz. Llamó también a prepararse rumbo a 2031, tanto espiritual como materialmente, recordando que el templo fue declarado Santuario desde 1963. Cerró retomando el mensaje guadalupano de consuelo —“No temas, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre?”— como respuesta a la ansiedad, la depresión y el miedo que atraviesan a la sociedad, asegurando que ese “abrazo” sigue siendo una posibilidad real de transformación personal y colectiva.
Al final, exhortó a los feligreses a rezar por el Obispo saliente Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, de quien dijo “al cumplir los 75 años presentó su renuncia”.

Finalizó señalando “Que la Santísima Virgen nuestra madre nos ayude, nos proteja y nos bendiga. Que así sea”. Después de la comunión, y las oraciones finales hacia la virgen de Guadalupe, culminó la misa minutos después de las 23:00 horas.

 

 

redaccion@diariocambio22.mx

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