Chetumal: La Ciudad que se Desangra Bajo el Silencio
25 Sep. 2025
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La capital olvidada de la Frontera olvidada de México
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La policía municipal más cuestionada dirigida por una alcaldesa sin rumbo político
Alfredo Griz / CAMBIO 22
Chetumal, capital de Quintana Roo, vive desde hace tres años una transformación oscura: pasó de ser un puerto fronterizo tranquilo, marcado por la burocracia estatal y el comercio con Belice, a convertirse en escenario de desapariciones masivas, ejecuciones, hallazgos de cuerpos y protestas incendiarias.
La administración de la alcaldesa Yensunni Martínez, que en su arranque prometió “recuperar la paz en el sur”, enfrenta el peso de estadísticas crecientes y hechos públicos que contradicen cualquier discurso oficial.

La violencia ya no se reduce a cifras frías: se traduce en patrullas ardiendo frente al Palacio Municipal, en fichas de búsqueda que circulan a diario, en madres que recorren los pasillos de la Fiscalía con fotografías en mano. La percepción de inseguridad se ha convertido en certeza cotidiana.
Los Números que Exhiben la Crisis
Durante el periodo 2024–2025 se reportaron en Othón P. Blanco más de un centenar de desapariciones formales, con casos múltiples en un mismo día. Varias de esas denuncias involucraron levantones colectivos: jóvenes que desaparecieron tras salir de un hotel en septiembre, trabajadores de la construcción raptados camino a la obra, familias enteras que fueron vistas por última vez en colonias periféricas.
En paralelo, los homicidios dolosos con signos de ejecución crecieron a un ritmo sostenido. Los registros estatales confirman decenas de cuerpos localizados con huellas de tortura, algunos en caminos de terracería rumbo a Bacalar o en las inmediaciones de Calderitas, otros incluso en lotes baldíos dentro de la propia ciudad.

En septiembre de 2025, seis personas originarias de Nayarit fueron privadas de la libertad en Chetumal. El caso expuso la magnitud del fenómeno: un grupo completo, arrancado de la calle, trasladado con violencia y retenido en condiciones que aún no han sido esclarecidas. Semanas después aparecieron con vida, pero la ciudad comprendió que la capacidad de fuego y operación de los grupos criminales es absoluta.
El hotel Luna y la Desaparición Colectiva
La noche del 8 de septiembre marcó un punto de quiebre. En el hotel Luna, ubicado en una de las avenidas principales de Chetumal, irrumpieron hombres armados que levantaron a varias personas. Los videos de cámaras de seguridad y los testimonios de huéspedes circularon extraoficialmente, pero la imagen fue clara: camionetas de vidrios polarizados, hombres encapuchados, armas largas, una operación quirúrgica en cuestión de minutos.
Las fichas de búsqueda comenzaron a multiplicarse, primero seis, luego ocho, más tarde once. La narrativa oficial se limitó a confirmar que se había activado un operativo. No hubo detenidos, ni se informó sobre vínculos entre las víctimas y posibles grupos delictivos. Para la población, lo importante era el mensaje: la capital del estado había sido tomada por la violencia organizada a plena luz de la ley.

Muertes Bajo Custodia y Patrullas en Llamas
En enero de 2025 un joven detenido por la policía apareció muerto en instalaciones oficiales. La explicación institucional resultó insuficiente: “se desvaneció”, “falló su salud”. La familia respondió con furia y el pueblo con rabia.
La protesta escaló frente al Palacio Municipal. Una patrulla fue incendiada y las imágenes recorrieron todo el sur de Quintana Roo. Por primera vez en años, la autoridad municipal fue desbordada por la indignación ciudadana. Lo que se cuestionaba no era sólo la brutalidad policial, sino la certeza de que los cuerpos de seguridad locales actuaban sin controles, con la sombra de la impunidad garantizada.
La Policía Municipal Bajo Sospecha
La policía de Othón P. Blanco arrastra un historial marcado por denuncias de abuso, detenciones arbitrarias y omisiones frente a la delincuencia.

Durante la actual administración no se ha presentado un informe transparente sobre depuración de elementos ni controles de confianza aplicados. En la práctica, la corporación aparece en dos extremos: violenta con los ciudadanos comunes y débil ante los grupos criminales.
Vecinos de colonias como Payo Obispo, Proterritorio o la Adolfo López Mateos narran la misma rutina: patrullas que rondan sólo a ciertas horas, llamadas de emergencia que tardan en ser atendidas, uniformados que “no vieron nada” frente a levantones reportados por la comunidad.
Vínculos y Silencio Cómplice con el Crimen Organizado
Chetumal, por su posición geográfica, siempre ha sido una pieza clave en el mapa del tráfico de drogas y personas. La frontera sur la frontera olvidada de México que hace vecindad con Belice, pero también permite rutas discretas por mar y por tierra. La disputa criminal se intensificó tras los hallazgos de crematorios clandestinos en el estado y las ejecuciones en municipios turísticos del norte. El sur dejó de ser un remanso: ahora es un territorio en disputa.

Aunque no existen sentencias que acrediten formalmente colusión de autoridades municipales con cárteles, los patrones sugieren al menos omisiones graves. Operativos de levantón con varios vehículos, armas largas y traslados a plena vista requieren logística, conocimiento de rutas y certeza de que no habrá respuesta inmediata. Esa coordinación sólo se explica con algún nivel de tolerancia o complicidad.
La Percepción Convertida en Certeza
La percepción ciudadana de inseguridad ya no es un discurso intangible. La quema de la patrulla lo demostró: la población no confía en sus policías, no cree en sus autoridades y, en muchos casos, prefiere callar. Comerciantes del centro admiten cerrar más temprano, familias evitan circular de noche, jóvenes limitan sus reuniones. El miedo opera como el nuevo reloj de la ciudad.
El sur del estado, históricamente relegado frente al brillo turístico del norte, hoy carga con el peso de una violencia que amenaza con normalizarse. La ciudadanía mira cómo las cifras oficiales son desmentidas cada día por las fichas de búsqueda que inundan las redes sociales.

La aAcaldesa y la Sombra de la Crisis
La administración de Yensunni Martínez enfrenta cuestionamientos directos. Su discurso de austeridad y paz se contradice con los hechos que marcan cada mes. Las protestas ciudadanas y los reportes de la Fiscalía exponen que la capital está en crisis. Sin embargo, desde el Palacio Municipal la respuesta ha sido opaca: declaraciones genéricas, promesas de coordinación, y un silencio creciente frente a las denuncias de familiares de víctimas.
Para muchos chetumaleños, la figura de la alcaldesa se ha convertido en sinónimo de abandono. No se trata de un repunte pasajero de la violencia, sino de un deterioro estructural de la seguridad pública que erosiona la legitimidad del gobierno local.
El Mapa de la Impunidad
Los desaparecidos se cuentan por decenas, los ejecutados por docenas. Los levantones ocurren en hoteles, en calles céntricas, en colonias periféricas y en Poblados de la Rivera del Rio Hondo. La policía es señalada por abuso y por omisión. La ciudadanía protesta quemando patrullas. La Fiscalía activa fichas de búsqueda casi cada semana. Y, mientras tanto, la alcaldía guarda silencio.

Chetumal se ha convertido en el espejo más crudo de lo que significa la impunidad en México: un lugar donde la violencia organizada actúa con libertad, donde las instituciones parecen más preocupadas por controlar la indignación ciudadana que por frenar a los criminales.
Conclusión: la ciudad en el filo
Hoy, Chetumal es una ciudad en el filo. Capital de un estado turístico, sede del poder político, pero al mismo tiempo epicentro de desapariciones y ejecuciones que revelan un Estado debilitado. La administración municipal, encabezada por Yensunni Martínez, enfrenta un saldo que se mide no sólo en cifras de homicidios o desapariciones, sino en confianza ciudadana perdida, en la certeza de que el sur ha quedado en manos de fuerzas que no respetan ley ni autoridad.
La herida está abierta: cada ficha de búsqueda, cada cuerpo hallado, cada protesta con fuego en las calles lo recuerda. Y lo que está en juego ya no es sólo la gobernabilidad de una alcaldía, sino el futuro de una ciudad que se desangra mientras sus habitantes claman por respuestas que nunca llegan.
redaccionqroo@diariocambio22.mx
GPC/RCM




















