*Doctora Candy Raygoza/CAMBIO 22

Ya es muy de madrugada, y sigo aquí, leyendo las notas, los comentarios de la gente, viendo y revisando, analizando los videos,  reflexionando y he decidido compartir mi sentir sobre lo sucedido anoche en Chetumal.

A partir de hoy compartiré abiertamente mis opiniones, siempre les he compartido cosas espirituales, no replico chismes, notas, nada, mi muro solo ha sido promover cosas positivas.

Sin embargo, la muerte de un joven en custodia de la Policía Estatal no solo ha sacudido mi cabeza y corazón al enterarme; sino a la comunidad, se ha evidenciado, una vez más, la crisis de confianza, justicia y seguridad que vivimos.

Más allá de las versiones encontradas sobre los hechos, lo cierto es que nadie debería perder la vida bajo custodia del Estado en circunstancias no esclarecidas. El impacto de este suceso va más allá de lo jurídico; nos coloca como sociedad ante un espejo que refleja una herida colectiva profunda, el dolor de la impunidad y la urgente necesidad de construir una verdadera Cultura de Paz.

 

La obligación del Estado y la exigencia de justicia

Cuando una persona es detenida, el Estado asume la responsabilidad de garantizar su integridad. Que un joven pierda la vida dentro de las instalaciones policiales implica una grave violación a sus derechos humanos y exige una investigación imparcial, transparente y sin encubrimientos.

Las bases jurídicas que sustentan esta exigencia son claras:

El derecho a la vida y a la integridad personal (Artículo 1° de la Constitución Mexicana y Convención Americana sobre Derechos Humanos).

El debido proceso y la presunción de inocencia (Artículos 14 y 16 de la Constitución).

La prohibición de tratos crueles, inhumanos o degradantes (Artículo 22 de la Constitución y Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos).

Además, los Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley (ONU, 1990) establecen que el uso de la fuerza debe ser proporcional y justificado, lo que significa que el abuso policial no es negociable ni justificable.

La justicia no solo implica sancionar a los responsables, sino también evitar que estos hechos se repitan. Se requiere una reforma profunda en los protocolos de seguridad y una depuración en las fuerzas policiacas que garantice que los derechos humanos sean prioridad en su actuar.

El duelo social: la herida emocional de la violencia y la impunidad

Como Maestra en Psicoterapia Humanista y especialista en Tanatología, no puedo ignorar el impacto emocional y psicológico que la violencia genera en la comunidad. Estamos viviendo un duelo social, una pérdida colectiva que no solo es por la vida de un joven, sino por la confianza, la seguridad y la paz.

Los síntomas de este duelo son evidentes:

Miedo e incertidumbre: La sensación de que cualquiera puede ser víctima de un abuso de autoridad.

Rabia e indignación: Se expresa en las protestas, en la desesperación de la gente por exigir justicia.

Impotencia y frustración: La sensación de que nada cambiará, que la impunidad seguirá prevaleciendo.

Normalización de la violencia: Cuando la sociedad deja de indignarse, el problema se agrava.

Una comunidad que vive en constante miedo y desesperanza se enferma emocional y mentalmente.

La ansiedad y la depresión aumentan, la confianza entre ciudadanos se fractura, y se instala la resignación como mecanismo de defensa.

 

La Cultura de Paz: el único camino para sanar como sociedad

En mi labor como Presidenta de la COMNAPAZ en Quintana Roo, he promovido la Cultura de Paz como la única vía sostenible para reconstruir el tejido social. Pero, ¿qué significa esto en la práctica?

  1. Verdad y transparencia: La ciudadanía merece información clara, sin encubrimientos ni manipulaciones.
  2. Justicia restaurativa: Más allá del castigo, se requiere un enfoque que repare el daño y prevenga futuras violaciones de derechos humanos.
  3. Educación para la paz: No podemos seguir repitiendo los mismos patrones de violencia y represión. Se necesita un verdadero cambio en la manera en que las autoridades y la sociedad entienden el concepto de seguridad.
  4. Atención psicológica y comunitaria: Una comunidad traumatizada necesita apoyo emocional y espacios de contención.
  5. Participación ciudadana: La paz no es responsabilidad exclusiva del gobierno; como sociedad debemos organizarnos, exigir y actuar en favor del cambio.

 

Transformar el duelo en conciencia: una despedida con sentido

Hoy, Chetumal está de luto. Pero el duelo no puede quedarse en la indignación pasajera. Es momento de transformar el dolor en acción, de exigir justicia real y de replantearnos el tipo de sociedad que queremos construir.

No hay palabras que puedan aliviar el dolor de la familia y seres queridos de este joven que hoy ha partido. A ellos, mi más sentido pésame. Su pérdida no debe ser en vano. Que su vida no se convierta en una estadística más, sino en el eco de una voz que despierte conciencias, que una corazones, que nos recuerde que la paz no es la ausencia de conflicto, sino la presencia de justicia.

Que su alma encuentre luz, que su partida nos ayude a comprender que no podemos seguir permitiendo que la violencia sea nuestra normalidad.

Que su memoria nos obligue a mirar con valentía nuestro presente y nos motive a construir un futuro donde el respeto a la vida y la dignidad humana sean el pilar de nuestra sociedad.

Porque la paz no se exige solo con palabras, se construye con acciones. Que esta pérdida nos mueva a cambiar, a unirnos, a sanar, que sea una semilla para germinar una mejor y más sana sociedad.

 

* Licenciada en Derecho, Maestrante en Derechos Humanos, Doctora en Derecho, Maestra en Psicoterapia Humanista, Especialista en Tanatología. Presidenta de la COMNAPAZ en Quintana Roo y Presidenta Nacional de Líderes Juaristas.

 

Fuente Sistema de Noticias CAMBIO 22

redaccionqroo@cambio22.mx

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