• El Violento Oficio de Escribir

  • El crimen organizado es el que manda; 288 desaparecidos tan sólo en 2025

 

  • La crónica de un territorio desbordado por las desapariciones, la penetración criminal y la inoperancia oficial

 

Alfredo Griz /CAMBIO 22

En el extremo sur de México, donde la frontera con Belice debería servir como un punto de equilibrio comercial y seguridad nacional, se levanta Othón P. Blanco, un municipio que abarca la ciudad de Chetumal y sus comunidades rurales. Un territorio que algún día fue sinónimo de tranquilidad estatal y que hoy, en 2025, carga con una realidad imposible de ocultar: desapariciones que se multiplican, ejecuciones vinculadas al control criminal y un Estado disminuido, incapaz de frenar a los grupos que han encontrado en esta zona un lugar ideal para operar con completa libertad.

A lo largo de este año, el municipio ha escalado en silencio hacia los primeros lugares de riesgo en el sur de México. Y no por percepción, sino por cifras: decenas a cientos de desapariciones reportadas, levantones colectivos, homicidios calificados que emergen de la noche como piezas de un rompecabezas oscuro, y familias que continúan buscando a los suyos mientras “los tres niveles de gobierno” ofrecen discursos huecos, mesas de trabajo y promesas que nunca se concretan.

Desapariciones: El Mapa Invisible de un Municipio Bajo el Fuego

Para 2025, los números oficiales y periodísticos coinciden en una tendencia inequívoca: Othón P. Blanco encabeza las desapariciones en el sur de Quintana Roo.

Los cortes más recientes hablan de alrededor de 288 personas desaparecidas, cifra que refleja únicamente los casos formalmente registrados. En otros momentos del año, distintos recuentos colocaron los reportes entre 59 y 61, pero conforme avanzó el primer semestre y se revisaron actualizaciones, el conteo aumentó y dejó claro que el problema no era aislado ni menor. Es una curva ascendente que, para noviembre, se volvió alarmante.

El 24 de noviembre ocurrió uno de los episodios más graves del año:

cuatro personas fueron levantadas en un solo día, a plena luz, en Chetumal, desaparecidas sin rastro. Fue un golpe directo a la narrativa oficial de que la violencia estaba “contenida”. Si eso fuera cierto, nadie sería arrancado de la calle en grupo, sin que nadie viera nada, sin que nadie interviniera.

Pero en Othón P. Blanco, eso ya es cotidiano.

A estos casos se suman desapariciones múltiples como la de seis ciudadanos nayaritas, localizados más tarde con vida, luego de ser privados de su libertad en el municipio. Casos así revelan una estructura criminal capaz de movilizar personas entre estados, operar campamentos, “guardar” víctimas y negociar su destino.

Nada de eso es posible sin logística criminal.
Y nada de eso sucede sin vacíos gubernamentales.

HALLAZGOS, HOMICIDIOS Y LA LÍNEA DELGADA ENTRE DESAPARECER Y MORIR

En Othón P. Blanco, la línea entre “desaparecido” y “ejecutado” es cada vez más tenue.

En abril de 2025, un caso estremeció al municipio:

un hombre fue vinculado a proceso por homicidio calificado, luego de que un cuerpo —previamente reportado como desaparecido— fuera encontrado. Esto confirmó lo que todos saben pero nadie reconoce abiertamente: una parte de las desapariciones deriva directamente de ejecuciones del crimen organizado.

No existe un corte público desagregado de cuántos homicidios dolosos se han registrado exclusivamente en este municipio durante 2025, pero los informes estatales sobre la caída “general” del delito contradicen la realidad que se vive en la zona rural, en el corredor Río Hondo, en la entrada a Calderitas y en colonias periféricas de Chetumal.

Los vecinos ya tienen su propio método para leer la noche:

si hay silencio profundo, si los vehículos pasan sin placas, si los perros ladran diferente, si se escuchan motores pesados rumbo a la sierra, saben que algo ocurrió. Que mañana habrá otra familia buscando a alguien. Que quizá, tarde o temprano, aparezca un cuerpo —o no aparezca nunca.

LOS GRUPOS CRIMINALES QUE OPERAN EN OTHÓN P. BLANCO

Aunque ninguna autoridad lo reconoce oficialmente —y pretenden explicar la violencia con términos genéricos como “delincuencia común”—, la presencia de células del crimen organizado está más que documentada en la región. En Othón P. Blanco operan, de manera fragmentada:

  • * Escisiones del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) que usan la frontera con Belice para tráfico de armas y drogas.

    * Células del Cártel de Sinaloa, disfrazadas de transportistas y comerciantes locales, en disputa por corredores logísticos hacia el Caribe.

    * Grupos locales independientes dedicados al halconeo, cobro de piso y traslado de migrantes.

    * Bandas de narcomenudeo, que funcionan como brazos de limpieza y vigilancia para las organizaciones mayores.

    La frontera, el rezago económico, la falta de vigilancia y la corrupción institucional han convertido al municipio en una zona ideal para:

  •  levantar víctimas sin ser vistos,

  •  moverlas entre ranchos, caminos brecheros y comunidades,

  • ocultarlas en áreas selváticas,

  •  traficar mercancía sin pasar por aduanas,

  •  y operar con impunidad total.

  • El crimen organizado encontró un ecosistema perfecto.

  • El Estado, simplemente, no apareció.

LA INCAPACIDAD ESTRUCTURAL DE LOS TRES NIVELES DE GOBIERNO

La situación actual de Othón P. Blanco no es un accidente.
Es la consecuencia directa de años de omisión gubernamental.

1. Gobierno municipal: sin estrategia, sin patrullas, sin control

El municipio carece de una policía equipada, capacitada y profesional. Hay zonas donde no entra una patrulla en días, y colonias donde la autoridad local se limita a levantar reportes, sin investigación, sin seguimiento y sin presencia real.

2. Gobierno estatal: informes optimistas que chocan con la realidad

A nivel estatal, se difunden discursos de “reducción de homicidios” en el año. Pero en Othón P. Blanco, donde se registran levantones colectivos y asesinatos vinculados a desapariciones, los ciudadanos saben que la narrativa oficial es puro maquillaje.

3. Gobierno federal: presencia militar sin control territorial

La Guardia Nacional y el Ejército patrullan por momentos, hacen retenes esporádicos, pero no controlan la frontera, ni desarticulan las células criminales que operan libremente.
La presencia existe, pero la estrategia no.

El resultado es claro:

nadie controla Othón P. Blanco.

Nadie está protegiendo a sus habitantes.

Nadie está deteniendo las desapariciones.

UN MUNICIPIO A LA DERIVA

En 2025, Othón P. Blanco dejó de ser el municipio tranquilo que alguna vez presumió ser. Ahora es un territorio donde:

  •  las desapariciones se cuentan por decenas o cientos,

  •  los levantones son colectivos,

  • los homicidios se enlazan con carpetas de búsqueda,

  • el crimen organizado opera como dueño,

  •  y los tres niveles de gobierno se han convertido en administradores del desastre, no en solucionadores.

Mientras tanto, las familias siguen colocando fichas de búsqueda, pegando fotografías, haciendo rondines propios, preguntando en colonias, hospitales, brechas, ranchos, basureros y caminos que ninguna patrulla recorre.

Othón P. Blanco es hoy un espejo de un México que sigue desapareciendo gente mientras la autoridad desaparece de sus responsabilidades.

Un municipio donde, en 2025,
el Estado ya no gobierna: solo observa.

 

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

KXL/RCM

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