Susana Moscatel/CAMBIO 22

Van cinco capítulos de la serie Chespirito. Sin querer queriendo, y me sorprende que no hemos cambiado nada. No importa qué generación sea o qué medios se usen para criticar. Lo que importa, por lo visto, es que “la moral, las buenas costumbres y las expectativas familiares” rigen nuestra sociedad y la de nuestros creadores de contenido.

Pareciera que todos llevamos una prístina existencia desde la cual podemos juzgar. El contrato social de la cultura de la cancelación es la mejor mercancía para likes, tráfico, ratings y ventas.

La serie es hermosa. Y somos millones los que tenemos recuerdos de lo que significó Chespirito en nuestras vidas. Es naturaleza humana querer saberlo todo, pero hay algo que se vuelve entre embriagante, adictivo y agotador.

Miles de videos, algunos de IA, hechos por jóvenes que no están ni en edad de recordar la tele antes del streaming, monetizando con discursos de moral que no son más que extensiones de los inevitables chismes y curiosidades que surgen de un evento como esta serie.

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¿La generación que tiene sobredosis de lo políticamente correcto sabe de matices?, ¿lo sabemos los adultos que conocíamos ya gran parte de esta historia? Mi deseo es que la serie celebre la genialidad de Gómez Bolaños y lo demás se quede como morbo consumible que desecharemos mañana.

 

 

 

Fuente: Milenio

redaccionqroo@diariocambio22.mx

HTR/RCM

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