• El calentamiento global y la destrucción marina amenazan la biodiversidad y la seguridad alimentaria del país.

 

  • Expertos exigen acciones inmediatas del gobierno para frenar la crisis ambiental y proteger el futuro de México.

 

Redacción / CAMBIO 22

No puedo evitar sentir una profunda indignación al observar cómo, como humanidad, seguimos ignorando las señales claras y contundentes que nos da la naturaleza en su cambio climático. Las evidencias son irrefutables, los estudios abrumadores y, aun así, persistimos en un patrón suicida de destrucción que no puede calificarse de otra forma más que criminal. Hoy enfrentamos la realidad de que la devastación climática y la aniquilación de los ecosistemas marinos no son inevitables; son consecuencia directa de nuestras decisiones y negligencia.

El reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial, que señala que 2024 fue el año más caliente registrado en la historia, no es más que otro grito desesperado de advertencia que muchos prefieren ignorar. Temperaturas superiores a los 50°C en diversas regiones del mundo no son casualidad, son la factura acumulada de décadas de quema de combustibles fósiles, deforestación indiscriminada y contaminación sin control. Mientras la temperatura global aumenta, nuestros océanos, fuente vital de biodiversidad y estabilidad climática, están siendo saqueados y convertidos en cementerios por la sobrepesca y nuestra indiferencia.

Un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) pone de relieve  la creciente escasez y estrés que afecta a los recursos hídricos mundiales  | Organización Meteorológica Mundial

No puedo ignorar el dato de que las poblaciones de tiburones y rayas, centinelas del equilibrio oceánico, han disminuido más del 50% desde 1970, como señala un alarmante análisis publicado en Science. Esto no es solo una tragedia para estas especies; es un colapso en cadena de funciones ecológicas fundamentales. La sobrepesca de estos gigantes marinos amenaza con eliminar el 22% de las funciones ecológicas que sostienen la vida marina. ¿Cómo es posible que ante semejante crisis sigamos actuando con tan poca responsabilidad? La respuesta, aunque dolorosa, es evidente: falta de voluntad política, apatía social y nuestra absurda creencia de que los recursos naturales son infinitos.

La agricultura, otro pilar de nuestra supervivencia, también está en peligro. No puedo quedarme callado ante los datos de la Universidad Autónoma Chapingo: hemos perdido el 2.2% de nuestra cobertura vegetal y el 13.2% de nuestras reservas de carbono. Estamos degradando la capacidad productiva de nuestro país a niveles alarmantes. Pero estas cifras, al parecer, no sacuden nuestras prioridades. Seguimos tomando decisiones a corto plazo, mientras dejamos a las comunidades rurales, guardianas del conocimiento local y la resiliencia agrícola, enfrentar solas esta lucha contra el cambio climático.

¿Y quiénes son los responsables? Aunque como sociedad cargamos con una parte de la culpa, no puedo ignorar que el gobierno actual, encabezado por Claudia Sheinbaum, tiene en sus manos la oportunidad –y el deber– de actuar con firmeza. Pero no solo ella; María Luisa Albores, titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), es directamente responsable de impulsar políticas para proteger nuestra biodiversidad y garantizar la sostenibilidad. ¿Dónde están esas políticas? ¿Por qué no se siente el impacto de su gestión?

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Además, Víctor Villalobos Arámbula, al frente de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), no puede seguir ignorando los alarmantes datos sobre la degradación agrícola. Es su responsabilidad liderar estrategias para proteger la seguridad alimentaria del país y garantizar que nuestras tierras sigan siendo productivas para las futuras generaciones. Y aún más, Rocío Nahle, secretaria de Energía, debe dejar de priorizar los combustibles fósiles y mirar hacia un futuro renovable. La dependencia del petróleo y las decisiones basadas en intereses económicos inmediatos están condenando a México y al mundo.

¿Cuántas veces más debo repetir que el cambio climático no es un problema del futuro, sino del presente? ¿Cuántas tragedias más necesitamos presenciar para entender que la solución no llegará de promesas vacías, sino de acciones concretas y decididas? Me llena de impotencia saber que herramientas como el Sistema de Información de Seguridad Alimentaria y Cambio Climático, creado por la Universidad Autónoma Chapingo, están al alcance de nuestras manos, pero no reciben el respaldo necesario de políticas públicas reales.

De nada sirve invertir en más universidades si ignoramos las recomendaciones científicas, si seguimos sacrificando nuestra biodiversidad por intereses económicos inmediatos. Como mexicano y como ser humano, espero que Claudia Sheinbaum, como científica que es, asuma su responsabilidad y actúe con contundencia para enfrentar este desafío histórico. Pero también exijo que María Luisa Albores, Víctor Villalobos Arámbula y Rocío Nahle dejen de escudarse en excusas y comiencen a trabajar en soluciones reales. Las acciones deben llegar ya. No podemos condenar a las generaciones futuras a heredar un planeta devastado, destruido por nuestra avaricia y nuestra negligencia.

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Es tiempo de que, como sociedad, aceptemos nuestra responsabilidad colectiva. Cada especie que desaparece, cada hectárea de bosque que se pierde, cada grado adicional de calentamiento es una sentencia que nosotros mismos dictamos. Y si no actuamos ahora, no solo seremos los verdugos, sino también las víctimas finales de nuestra propia arrogancia.

 

 

 

Fuente: Código Espagueti

redaccion@diariocambio22.mx

AFM/ GCH

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