Redacción/CAMBIO 22 

Actualmente hay activos, al menos, 110 conflictos en el mundo. La actualidad mediática nos lleva regularmente a distintas partes del planeta para hacerlos visibles, normalmente a través de las víctimas consecuencia directa de la violencia, pero, muy pocas veces se visibilizan las conexiones y factores específicos que hay detrás de muchos de los conflictos y que tienen que ver, fundamentalmente, con el hambre.

Si observamos el mapa que acompaña este artículo, podemos comprobar que más del 85% de los 258 millones de personas que padecen hambre aguda viven en países afectados por guerras y conflictos. En el último informe, publicado por Acción contra el Hambre, titulado.

No importa quién esté luchando, el hambre siempre gana, analiza la vinculación entre los conflictos y el hambre y muestra cómo el alarmante incremento de la inseguridad alimentaria en el mundo va de la mano del aumento del número y la intensidad de los conflictos armados y del evidente incumplimiento del derecho internacional humanitario por las partes beligerantes, de las que la población civil es la principal víctima.

El informe sitúa a los conflictos como la principal causa de la grave crisis alimentaria y nutricional actual, más incluso que las crisis económicas o la crisis climática. Si profundizamos un poco más en las conexiones y factores, podríamos resumirlas en seis:

1) el obstáculo al acceso de cultivos y al pasto. No hay que olvidar que el 80% de las personas extremadamente pobres del mundo viven en zonas rurales y dependen de la agricultura y la ganadería para sobrevivir.

2) el saqueo o robo de bienes productivos y cosechas. En zonas rurales, la producción agrícola es atacada como táctica política y económica.

3) la contaminación por minas. El número de víctimas provocado por este tipo de armas ha aumentado en los últimos siete años. Su uso desplaza y confina a poblaciones que pierden su capacidad de desarrollar sus medios de vida, afectando particularmente a zonas rurales remotas, agrícolas y pastorales.

4) la destrucción de servicios e infraestructuras básicos. El uso de armas explosivas en zonas pobladas destruye infraestructuras críticas, como suministros de agua y alimentos, mercados, hospitales y escuelas.

5) los desplazamientos forzados. En 2022, había 103 millones de personas desplazadas por la fuerza de sus hogares, un 15% más que en 2021. Por ejemplo, actualmente, los combates en Sudán han obligado a cientos de miles de personas a abandonar sus hogares, amenazando con empujarlos a una mayor inseguridad alimentaria.

6) la obstrucción al acceso de la asistencia humanitaria y a los medios básicos de supervivencia. En países en conflicto, los bloqueos de puertos y carreteras interrumpen el comercio y la ayuda humanitaria, provocando hambre y malnutrición. Además, los trabajadores humanitarios son atacados y hay campañas de desinformación que socavan la percepción de neutralidad de sus actuaciones.

El reciente informe publicado por Acción contra el Hambre incluye perspectivas de primera mano sobre las repercusiones de los conflictos en la seguridad alimentaria en países como la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, países del Sahel como Níger, Mali y Burkina Faso y otros como Colombia y Siria, con testimonios recogidos sobre el terreno.

Ahora que se ha cumplido esta semana el quinto aniversario de la Resolución 2417 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ha llegado la hora de tomar medidas para asegurar su aplicación y garantizar la protección de la población civil en los conflictos, entre otras cosas, velando para que el hambre y la inseguridad alimentaria no se utilicen como arma en los conflictos armados a expensas de las personas vulnerables.

 

 

Fuente Europa Press

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